Olga Lucía Ibarra, gerente financiera de Proplas

GERENCIA

Empresas que resucitan como el ave fénix

Fallar y volverse a levantar fortalecido es lo que se conoce como la resiliencia. En el mundo de las pymes es clave tenerla, ya que son más los errores que los aciertos.

26 de abril de 2018

La noche del 31 de marzo de 2017 la vida de Manuel Cordero cambió para siempre. Estaba en su casa cuando escuchó que afuera pitaba con angustia su amigo Iván Rosero. Salió a ver lo que pasaba y con dificultad le escuchó decir que los locales comerciales de ambos se estaban inundando por la fuerte lluvia que caía en Mocoa. Manuel estaba a punto de abrir una de las panaderías más modernas de la ciudad, mientras que Iván tenía la venta exclusiva de bicicletas de alta gama.

Manuel se puso unas botas y se fue a ver lo que pasaba. Cuando entró a su panadería ya todo estaba nadando en el lodo: al menos $5 millones en insumos que se convertirían en galletas y pan se habían perdido, y la misma suerte corrieron los muebles. Por fortuna los congeladores y vitrinas que habían sido comprados en Bogotá aún no llegaban. Sin resignarse, levantó los bultos sobre los mesones, pero todo era en vano. Literalmente se ahogaban sus sueños de tener su propio negocio, generar empleo y vender el pan más sabroso.

A esa misma hora, en otro barrio de Mocoa, una pesadilla parecida estaba viviendo Alfredo Muchachasoy. Su droguería, que le había dado de comer por más de 15 años, estaba naufragando en aguas del río Sangoyaco. Por fortuna, él y toda su familia salieron a tiempo y evitaron que la tragedia fuera mayor. Apenas bajó la creciente, Alfredo volvió para con sus propios ojos ver lo que estaba pasando. De lo que antes había sido su negocio y su casa solo quedaban algunos escombros.

Esa historia se repitió en 17 barrios afectados por la avalancha de Mocoa y algunos locales que recibieron ayuda del Gobierno para volver a empezar. En el caso de Alfredo, solo $16 millones, de los cerca de $500 millones en pérdidas que registró su droguería, la más acreditada del pueblo. Pero a Manuel le fue peor, pues el requisito para acceder a las ayudas era tener una antigüedad de al menos un año en Cámara y Comercio, y su negocio apenas iba a ser inaugurado.

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Lecciones

Nada de esto fue impedimento para que se levantaran de semejante tragedia. Estaban con vida, y eso en Mocoa, donde murieron 335 personas, era la mayor ganancia. Así que sin detenerse a llorar, Manuel y su familia limpiaron sin descanso el local, lo pintaron nuevamente, compraron los insumos que se habían perdido, recibieron las neveras y vitrinas que llegaron desde Bogotá y abrieron sus puertas al público a finales de abril, luego de que los mocoanos se lavaron el barro.

En el caso de Alfredo no había nada que limpiar, todo se lo había llevado el río. Así que se hizo a una droguería de un comerciante de medicamentos al por mayor que no tuvo mucha suerte vendiendo al menudeo. Los proveedores le dieron mercancía a crédito mientras se volvía a levantar y ahora, un año después, tiene, nuevamente, la droguería más acreditada de Mocoa, solo que mejorada en sus instalaciones.

Ave fénix

Los fracasos en los negocios llegan por varias razones. Por ejemplo, en Medellín, una empresa con más de 250 empleados enfrentó una de las pruebas más grandes de su existencia: se trata de Proplas, una firma especializada en la producción de envases plásticos para la industria cosmética. En 2003 tenían un saldo en rojo de $13.000 millones, así que la única salida que les quedaba era entrar en Ley 550 para iniciar un proceso de reestructuración. Así lo hicieron, y en 2006, apenas tres años después, empezaron a generar utilidades.

Eso los hizo merecedores en 2015 de recibir el premio el empresario del año en la categoría Ave Fénix. Para Olga Lucía Ibarra, gerente administrativa y financiera de la compañía, la clave fue la generación de confianza hacia sus empleados y los proveedores. “En medio de esta dificultad siempre pusimos la cara, les pasábamos al teléfono a todos. Y nos decían que eso les daba tranquilidad. Poco a poco fuimos mejorando los indicadores, gracias también a la capitalización que se hizo”, sostiene.

Quebrarse en el mundo de los negocios es una posibilidad. La Superintendencia de Sociedades recibe todos los años a los empresarios que cayeron en desgracia para iniciar procesos de reorganización y que puedan cumplir con sus proveedores y empleados. En lo corrido de 2018, 79 empresas iniciaron un proceso de este tipo, y el acumulado desde 2007 es de 2.078 organizaciones de las cuales las pequeñas y medianas suman 960.

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Punto de encuentro

¿Qué tienen en común Alfredo, Manuel y Olga Lucía? La resiliencia, la capacidad de un ser humano de enfrentarse a una dificultad y salir fortalecido. Para María José Ramírez, una alta ejecutiva del negocio de la bolsa, quien desde que vivió una experiencia personal difícil se dedicó a llevar el mensaje del “sí es posible”, hay algunos aspectos que hacen resiliente a una persona y que también se pueden aplicar a los negocios.

El primero es tomar control de su propia vida. De lo bueno que le pasa pero también de su desgracia, dejar de echarles la culpa a los demás o de esperar ayuda, y más bien ponerse en la tarea de remediar lo que está destruido o empezar desde cero. Enfrentar la vida con coraje, entendiéndolo no como la ausencia de temor, sino como la total presencia de miedo y el valor para encararlo.

Pero no se debe tocar fondo para desarrollar esta capacidad. Para Adriana Rivera, empresaria y académica, quien dictó resiliencia empresarial en el MBA de la Universidad EAN, en el mundo de los negocios es resiliente quien lee bien el entorno de las tendencias de consumo.

En eso coincide Alberto Henao, gerente de Lok, empresa que se especializa en la fabricación de chocolate premium. “Un empresario o un emprendedor debe tener capacidad de aguante en medio de un entorno cambiante. Hay que aprender a aceptar las fallas, corregirlas y encaminarse”, comenta el directivo.

Y es clave el papel de una sociedad que premia el éxito y castiga el error en los negocios. El mundo empresarial es fiel reflejo de que los grandes aprendizajes se dan cuando se está sobre la lona, no en la cima.

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Hay algunos factores que juegan en contra de la capacidad de resiliencia de los empresarios. A medida que pasa el tiempo y crecemos, la cabeza se llena de información valiosa, pero también de basura que juega en contra: emprender un negocio no es nada fácil y, solo sobreviven quienes están dispuestos a asumir el fracaso como parte importante del proceso.

En ese sentido y como lo dijo en su momento Tom Kelley, fundador de Ideo: “fallar a menudo es hasta ahora la mejor forma conocida de llegar más rápido al éxito”.