JUAN MANUEL LÓPEZ CABALLERO
Todo depende del cristal con que se mire
Dos ejemplos ayudan a comprender el enervamiento ciudadano y los niveles de desaprobación del Gobierno.
Es el caso de las fluctuaciones si se toma el dólar como referencia. Las cifras que conocemos y que nos presenta el Gobierno siempre tienen como medida y punto de comparación los valores en pesos. Sin embargo, las fuentes de información que miden las variaciones de nuestros indicadores en otras divisas dan otros resultados. Lo ilustra lo que muestra Datosmacro.com que señala lo siguiente (anotando que no hay razón para que sus mediciones tengan un sesgo en relación a nuestro país):
Dice: “Si ordenamos los países que publicamos en función de su PIB per cápita trimestral, Colombia se encuentra en el puesto 45 (…) en relación a los 48 países de los que publicamos el dato”.
Lea también: El cambio en el modo de producción
No aparece ni el blindaje ni la bonanza de la cual se precia el Gobierno.
Que Colombia está al borde de una crisis económica lo dicen estas cifras y lo dice lo que la gente siente.
Pero el segundo ejemplo es que el Gobierno repite que el colombiano es mal contribuyente, que los impuestos son bajos y que la mora y el no pago son cifras gigantescas. Es decir, atribuye a eso la situación que vive el Estado, y en eso justifica el aumento reciente de la tributación (y preavisa la próxima reforma tributaria).
Otra manera de verlo es estudiar la metodología de causación que se utiliza.
Desde tiempos remotos la Dian cobra como anticipo un porcentaje de lo que se estima será el impuesto que espera deberá pagar el contribuyente el año siguiente. Si este anticipo es correctamente calificado es una deuda del Estado con quien paga dicho anticipo.
Le recomendamos: ¡Que tiemblen los contribuyentes!
Pero, además, con la nueva reforma se debe pagar incluso por anticipado –bimestralmente– lo que serán los impuestos que se declaráran por el año en curso. Estos mientras no se causen –es decir, mientras no se presente la declaración de renta y se defina el monto a pagar– representan tambien un adelanto sobre algo que no se debe; o sea, un crédito que se obliga al ciudadano a otorgar al Estado.
Como si fuera poco, el insólito invento de la reforma anterior con las Cree (insólito porque era tan extraño o desconocido que no duró ni dos años) vino a tener que ajustarse con la entrada de las Niif (normas internacionales de contabilidad) dejando a la mayoría de las compañías con unos saldos de crédito a favor, que representan también un significativo endeudamiento de la Nación, principalmente con las empresas.
Esto por supuesto debe adicionarse a la deuda pública propiamente, la cual ha crecido vertiginosamente en los últimos tres años.
Le recomendamos: La democracia y el capitalismo en decadencia
Si a esto se adiciona el uso del cobro por ‘valorización’ antes de hacer las obras, es el ciudadano quien es acreedor –y en qué forma– de las entidades del Estado. Con el agravante de que pareciera que esas deudas prescriben, en la medida en que el gobernante de turno se limita a afirmar que fue un mal gobierno anterior el que incumplió con esa obligación. (Por lo menos así se pretende en el caso de Bogotá, el cual gracias al Concejo Distrital ha quedado por lo menos en suspenso).
Mientras miremos con un lente deformado nuestra realidad y sea una realidad virtual la que nos oculta la verdadera situación que vivimos, no podremos orientar acertadamente las medidas que se tomen ni corregir las distorsiones que una interesada presentación producen.