OPINIÓN

Tsunami migratorio

El tiempo juega en contra de la estabilidad económica y política de Colombia y de la viabilidad de un gobierno honesto y democrático de transición en Venezuela.

Juan Ricardo Ortega
16 de mayo de 2019

El viernes pasado la secretaría del tesoro de los Estados Unidos impuso nuevas sanciones en contra de las corporaciones Monsoon Navigation, registrada en Majuro, islas Marshall, y Serenity Maritime Limited, registrada en Monrovia, Liberia. Esto lo justifican como respuesta a que el crudo enviado a Cuba a través de sus buques tanqueros Ocean Elegance y Leon Dias representan el pago por el respaldo militar de Cuba a los servicios de inteligencia del régimen de Maduro: El Sebin.

Estas sanciones son tan solo las últimas en una larga lista que arrancó en 2006 por falta de cooperación en la lucha contra el terrorismo. Pero son claro reflejo de cómo se está cerrando el cerco.

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La soga que se está apretando es real y puede generar una brutal crisis. Estas no son las medidas de 2015, cuando el presidente Obama sancionaba a los individuos responsables de violaciones de los derechos humanos. Esas sanciones solo bloqueaban los activos en Estados Unidos, negaban la posibilidad de cuentas bancarias y quitaban visas.

Esta nueva soga va al país y arranca en 2017, cuando se bloquea el acceso a financiamiento y a las cuentas bancarias en dólares. Las autoridades de Estados Unidos contra el lavado han advertido sobre la masiva corrupción en las entidades públicas venezolanas. Eso las deja sin acceso al sistema financiero a ellas y a cualquier contratista extranjero que les colabore. En 2019 se bloquean las ventas de oro y Minerven (la minera de oro venezolana) y sus gerentes fueron incluidos en el equivalente de la lista Clinton para casos de corrupción. En enero, PDVSA y sus filiales también son sancionadas y cualquier pago por petróleo o dinero para comprar diluyentes que permitan el transporte de los crudos pesados venezolanos quedan bloqueados. Y en marzo, el Banco de Desarrollo Económico (Bandes), sus subsidiarias y el Banco Ruso Evrofinance Mosnarbak (socio del Fondo Venezolano de Desarrollo) quedan todos vetados por el sistema financiero internacional, por tratar de ponerle conejo a las sanciones. Las principales empresas de Venezuela, destruidas por años de ineptitud y corrupción, con esta acumulación de sanciones van camino a la total parálisis. Y si se compara con Cuba, que es objeto indirecto de todo lo que viene pasando, y es un país experto en usar estas sanciones para legitimarse y capitalizar la crisis, Venezuela ya está sometiendo con racionamientos a su pobre población. El nefario régimen especial fue anunciado la semana pasada. El recuerdo de lo que fue esto a principios de los 90, ahora se acentúa con los mayores controles a cualquier actividad económica privada, que fue el respiro la vez pasada. Los cubanos saben que van a aguantar hambre, vivir apagones y no podrán contar con transporte público. El respiro puede que esté en la maquinaria cubana que sabe combinar su capacidad para garantizar un mínimo de mínimos y el garrote de excluir y aislar a quien se atreva a protestar. Venezuela, por lo contrario, no cuenta con líderes capaces de replicar la estrategia cubana.

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Si juzgamos a partir de los masivos apagones de marzo 7 y 25 todo indica que el estado de los equipos, máquinas, vehículos e infraestructura venezolanos llevan entre una y una y media décadas sin los mantenimientos y repuestos mínimos. El país se viene derruyendo físicamente, con un agravante: la salud pública y la gestión hospitalaria han colapsado. En estos momentos se estima que 80% de los equipos de diagnóstico y laboratorios hospitalarios no están en capacidad de prestar servicios. Uno de cada tres pacientes que ingresa a urgencias morirá; y la falta de luz y agua ha hecho de los centros sanitarios unos hediondos mausoleos; sus morgues, al quedarse sin energía, han hecho que lo único que se respire sea muerte.

Aunque los únicos responsables de estas tragedias son el populismo mediocre, corrupto, cínico y criminal que se apoderó de nuestro vecino, el que puede terminar pagando los platos rotos es Colombia. El tsunami migratorio que se está gestando pude sacarnos de rumbo y generar mucha inestabilidad. El tiempo no está de nuestro lado. ¡Es ya o ya!: Colombia el 23 de enero ya quedó jugada, en mi opinión para bien y no hay camino atrás.

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