Mauricio Perfetti Director del Dane. | Foto: fotografía: ESTEBAN VEGA LA-ROTTA.

POBLACIÓN

Qué significa que Colombia alcance 50 millones de habitantes

La entrada masiva de venezolanos y otros extranjeros, un leve incremento en la natalidad en algunas zonas y el aumento en la esperanza de vida pusieron al país, antes de lo previsto, cerca de los 50 millones de habitantes. Estas son las implicaciones.

28 de septiembre de 2017

El año en que nací (1974), Colombia tenía 24,21 millones de habitantes, según el Banco Mundial. Hoy, 43 años después, estamos al borde de alcanzar los 50 millones. No solo nos duplicamos en poco más de 4 décadas, también cambiamos nuestro hábitos de consumo, el promedio de estatura, la alimentación y hasta las enfermedades que padecemos.

Según el reloj poblacional que el Dane publica en su página web, y que se actualiza teniendo en cuenta métricas y proyecciones estadísticas que tienen como punto de partida el censo de 2005, Colombia alcanzará los 50 millones de habitantes en octubre de 2018. En septiembre de este año el contador marcaba ya 49,4 millones de habitantes; sin embargo, es posible asegurar que estamos más cerca de los 50 millones de lo que muchos creen. ¿Por qué decir eso y cómo sustentar tal afirmación? Varios fenómenos sociales inesperados que se han presentado en los dos últimos años podrían haber impulsado ese dato poblacional.

El primero es la llegada masiva de venezolanos y colombianos con doble nacionalidad que llevaban años en el país petrolero, pero que, como consecuencia de la difícil situación económica, política y social, decidieron cruzar la frontera.

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El director general de Migración Colombia, Christian Krüger, dijo a este medio que solo en el último mes 63.000 venezolanos se han acogido a un permiso especial para extender su permanencia en Colombia. Esos son los que se regularizan, pero hay otros flujos. “Un estudio que hicimos concluyó que por las trochas de frontera han ingresado entre 110.000 y 150.000”, explicó. Krüger aseguró que la llegada de venezolanos al país es una tendencia que crece mes a mes. En 2012 había 20.000 visas para venezolanos, en la actualidad se han registrado 50.000.

Hay otro flujo que es pendular. Son aquellos que día a día cruzan la frontera pero vuelven a su país de origen.

Establecer el número exacto en cada uno de estos flujos es una tarea muy compleja. El investigador Ronal Rodríguez, miembro del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario y quien lleva 13 años estudiando el flujo migratorio entre los dos países, proyecta que en los dos últimos años han cruzado la frontera hacia Colombia entre 300.000 y 400.000 venezolanos. “Un número importante de ellos viene a hacer su vida en Colombia, algunos otros son como una avanzada que llega a mirar las condiciones del país para luego invitar a más familiares o amigos; por eso estoy seguro de que muchos otros van a venir”, cuenta el académico.

Rodríguez afirma que en las próximas semanas y meses puede presentarse un incremento de llegadas de venezolanos, teniendo en cuenta que se acercan las elecciones regionales de mediados de octubre. “Es posible ver cómo se están integrando muchos de estos venezolanos a la economía y al país. Sin embargo, muchos de ellos no tienen documentación y sus títulos profesionales no son homologados”, afirma el experto. La entrada de venezolanos a Colombia no es nueva, pero que se haga de manera masiva, como se vio en el primer semestre de este año, no tiene antecedentes.

¿Estamos contando bien? Un documento del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, publicado en agosto de este año y titulado Características de los migrantes de Venezuela a Colombia, indica que la población de Colombia podría variar al alza debido a ese fenómeno migratorio. “Los últimos censos de población realizados en Colombia o Venezuela se realizaron en los años 2005 y 2011, respectivamente. De acuerdo a sus proyecciones de población, para el año 2016 Colombia contaba con 49’000.000 de habitantes, y Venezuela con 31’000.000. Es posible que la población de Colombia esté subestimada y la de Venezuela sobreestimada, toda vez que los escenarios migratorios (tasas netas de inmigración y emigración) en los que se basan las proyecciones demográficas de población han variado notoriamente para Colombia (reducción de la migración al exterior e incremento de la inmigración) y Venezuela (incremento de la emigración y reducción de la inmigración)”, indica el reporte.

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Por su parte, el director del Dane, Mauricio Perfetti, explica sus cifras: “Los venezolanos que entraron al país entre 2015 y 2016 ya están incorporados a las estadísticas. Sin embargo, los que llegaron este año solo serán consolidados hasta el año entrante”, explicó. Eso significa que los miles que cruzaron la frontera este año, y cuya postal en el Puente Simón Bolívar de Cúcuta se convirtió en noticia mundial por su magnitud, solo serán incluidos en el reloj de población hasta el año entrante.

En ese sentido es necesario precisar dos temas. El primero es que el Dane no incluye en sus estadísticas los reportes actualizados de Migración Colombia, debido a que no hace parte de sus metodologías. Y lo segundo es que para que un extranjero o colombiano que retorna sea considerado parte de la población es necesario que permanezca como mínimo 6 meses en el país de manera continua. ¿Cuántos son finalmente? Eso lo podrá determinar el censo poblacional que iniciará en enero próximo el Dane y cuyos primeros resultados se conocerán en mayo de 2018.

Pero la llegada masiva de venezolanos en busca de hogar y refugio en Colombia no es el único factor a tener en cuenta a la hora de saber cuántos somos hoy.

Otro hecho que puede mover al alza las proyecciones del Dane es el proceso de paz, que apenas está cuajando. Según el Dane, se ha registrado un leve incremento de la fecundidad en algunos municipios y regiones en donde operaban hasta hace un tiempo grupos al margen de la ley, como las Farc. Paralelo a este fenómeno, el Dane también explicó que se está presentando una reducción en la mortalidad en las zonas de conflicto armado, debido entre otras cosas al cese del conflicto. Algunas cifras podrían verse reflejadas en ese nuevo censo.

Otro asunto que es necesario revisar con lupa es el efecto que pueden llegar a tener los procesos de titulación de tierras. La gente no necesita un título de tierras para tener hijos, pero si no los tiene y ahora logra acceder a tierra puede considerar esa opción de los hijos. Con el propósito de enriquecer este informe de Dinero, la Agencia Nacional de Tierras (ANT) le preguntó a algunos de sus beneficiarios si con este título se abría la posibilidad de tener más hijos. Algunos respondieron que sí, como el caso de Gabriel Céspedes, campesino de San Juan de Rioseco, quien recibió el título de un predio hace unos días. La ANT tiene previsto entregar de acá a agosto de 2018 un total 70.000 títulos a familias campesinas, aunque el total de predios informales en el campo llega a 424.000. Si el acceso a la propiedad de la tierra incrementa o no las tasas de natalidad en el campo de manera representativa será un tema por verse en los próximos años.

Al respecto, el jefe de estudios económicos del Departamento Nacional de Planeación, Gabriel Piraquive, dijo que, “según cifras del Dane, han aumentado los embarazos en los últimos meses por cuenta de la firma del acuerdo de paz, por la confianza, la mayor expectativa de vida y de desarrollo. Sin embargo, hay que aunar esfuerzos tanto del nivel nacional como territorial que permitan mejorar la infraestructura y la inversión social en esos territorios a los cuales muchas veces el Estado no lograba llegar por la existencia del conflicto”.

El experto concluyó que el hecho de que Colombia se acerque a los 50 millones de habitantes “implica que es una economía atractiva para el mundo”, pero que es necesario analizar las características de dicha población en términos de su estructura demográfica.

En ese sentido, lo que está claro es que desde hace algunas décadas las familias colombianas tienen menos hijos que antes. Según información del Dane, el promedio del tamaño de los hogares en la actualidad es más bajo frente a lo reportado hace unas décadas. Hoy, una familia con tres hijos es atípica, antes era la media. “El promedio ahora es de 2,2 hijos por hogar, en 2005 era de 2,4 hijos y en 1985 de 3,3 hijos”, explica Mauricio Perfetti.

En contraste con un menor número de descendientes por hogar, las personas viven más tiempo. La esperanza de vida en Colombia en 1974 era de 62,3 años, frente a los 76,1 años de la actualidad. Así mismo, aunque hay menos niños por familia, el acceso casi universal al sistema de salud ha reducido dramáticamente las cifras de mortalidad infantil: mientras en 1974 morían 68 niños por cada 1.000 nacimientos, el año pasado la cifra era de 16 infantes.

“Colombia está en la fase final de una transición demográfica. Eso quiere decir que se reduce el número de jóvenes y aumenta el de ancianos. Entre 1985 y 1990 la tasa bruta de natalidad, que mide el número de nacimientos por cada 100.000 habitantes en edad de procrear, indicaba que había 28,8 nacimientos. Entre 2015 y 2020 esa tasa se proyecta en apenas 18”, dijo Perfetti.

Una de las causas es que las mujeres están ingresando con mayor entusiasmo al mercado laboral, lo que lleva a un aplazamiento de los embarazos y una reducción en el número de infantes. El otro fenómeno es el hogar unipersonal, con fuerte incidencia en las grandes ciudades.

En 1985, 4,8% de los hogares tenía un solo integrante, en 2016 el dato ya iba por el 14,6%.

Esa nueva realidad está teniendo un impacto enorme en la industria y la prestación de servicios. Para citar solo un ejemplo, las personas que viven solas por lo general trabajan y no compran alimentos para preparar sino comidas procesadas, tienden a vivir con una mascota y, al tener un mayor flujo de ingresos, incrementan sus gastos en entretenimiento y viajes; dos actividades con fuertes crecimientos en los últimos años. (Ver gráfica de Raddar).

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El país cambió

El lugar de residencia de la población en Colombia cambió drásticamente en el último siglo. “En 1938, 70% de los habitantes estaban ubicados en áreas rurales, mientras 30% en las ciudades. El censo de 2005 arrojó que ya 74% estaba en áreas urbanas y 26% en los campos. Ahora bien, la proyección para 2017 es todavía más desafiante: 76% ya estaría en las ciudades frente 24% de las áreas rurales. Quiere decir que hoy 77 de cada 100 colombianos viven en las cabeceras del país, ese es un cambio muy grande”, explicó el director del Dane.

Ese nuevo estilo de vida tiene efectos sociales muy grandes. En Colombia hay 5 ciudades con más de un millón de habitantes: Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Cartagena. Eso es casi obvio. Lo interesante es que ya hay 59 ciudades que tienen entre 100.000 y menos de un millón de habitantes y 620 que tienen entre 10.000 y 100.000. “Se trata de un cambio profundo e importante en el país”, dijo Perfetti.

Sin incluir Bogotá, los departamentos con mayor población urbana son: Atlántico, Quindío y Valle. Llama la atención que Quindío tenga una tasa de urbanización tan alta, si se tiene en cuenta que en la década del 70 era la principal zona productora de café en el país y que es reconocida por sus fincas. Antioquia tiene una población urbana por encima del promedio nacional: 78,5%. Curiosamente este departamento también es asociado con gran actividad y vocación agrícola. Entre los de menor población urbana se encuentra Cauca, en donde 40% vive en cascos urbanos y 60% en áreas rurales.

“Está claro que las ciudades intermedias van a crecer mucho y serán muy importantes en Colombia, sobre todo las que están en el rango de los 100.000 a 500.000 habitantes. Por años nos hemos concentrado mucho en las grandes (capitales); ahora, con el renacer de la actividad agrícola y la seguridad en el campo, las ciudades intermedias juegan un papel fundamental. Por eso los nuevos esfuerzos del Gobierno para mejorar la calidad de la vivienda deben ir en ese sentido”, dijo el ministro de Vivienda, Jaime Pumarejo.

Sin embargo, lo que está pasando en el país en temas demográficos y poblacionales no solo viene atado a fenómenos de migración interna hacia las grandes capitales. Como parte de la preparación del Dane para el censo del próximo año, se han realizado recorridos por el país para contar las viviendas. Lo que se encontró es más que interesante. “En las cabeceras municipales de menos de 50.000 habitantes (cerca de 800 poblaciones) las manzanas (urbanas) han aumentado entre 20% y 25% en promedio entre 2005 y 2015; se trata de un dato que no habíamos divulgado hasta ahora y que da cuenta de cómo se está moviendo la población”, dijo el director. El asunto de fondo es que casi ninguna de estas poblaciones crece de manera ordenada y no cuentan con una oferta suficiente de servicios públicos y empleo.

En el campo este fenómeno ha llevado a que el tamaño de la población caiga dramáticamente y que varias actividades agrícolas, como en el caso del café, se queden sin gente en temporada de cosechas. Entre 2005 y 2014 el número de habitantes del rural disperso (que se refiere a áreas dedicadas a agricultura y ganadería) pasó de 7 millones de habitantes a 5,1 millones.

Tampoco se trata solo de un caso colombiano. En una presentación académica que hizo el presidente de la CAF, Luis Carranza, hace unos días en Bogotá dijo que, mientras el mundo se urbanizó en 50%, América Latina lo hizo en 80%, con el ingrediente adicional de que se trata de la región con mayor desigualdad en el mundo. En Europa el proceso de migración del campo a las ciudades estuvo atado a procesos de industrialización; en contraste, en esta parte del mundo dicho tránsito se dio porque millones de personas huían de la pobreza o los conflictos armados.

“La industrialización generó en las ciudades de Europa y Estados Unidos una mejora en los salarios y procesos de urbanización. En América Latina no sucedió esto, y por eso el nivel de ingreso en esta región es bajo, comparado con el nivel de urbanización que presenta”, explicó Eduardo Vargas, colaborador de la CAF y profesor de la Universidad del Rosario.

Hoy las grandes ciudades se benefician de aspectos como una oferta amplia de empresas, trabajos calificados, entretenimiento y cultura (economía de aglomeración), pero en contraste se sufre de contaminación, altos precios de vivienda y suelo y criminalidad disparada. La gran conclusión de todo esto es que en el país de los 50 millones de habitantes es necesario mejorar la gobernanza (toma de decisiones) para así sacarle provecho a nuestra inatajable urbanización.

Pero las implicaciones de estos cambios demográficos son todavía más amplios. Para el profesor del Cesa Freddy Castro, un cambio en el tamaño de los municipios y ciudades intermedias generará una nueva disputa por los recursos del Sistema General de Participaciones (SGP) e, incluso, algunas regiones podrían exigir más espacio en la Cámara de Representantes o en la distribución de regalías. “Habrá que ver cómo con estos cambios se revisa la cobertura y el pasivo pensional, un asunto que no es de poca monta. De ahí la importancia que los censos se hagan cada 10 años, se trata de un importante insumo de política pública”, dijo el catedrático.

Más ingresos...

El tema de generación de ingresos también ha sido interesante. A precios constantes de 2005, el PIB per cápita de los colombianos ha pasado de $7 millones en 2000 a $17,7 millones en 2017, según cifras del Dane.

Es difícil percibir ese beneficio en el tiempo cuando para millones de familias cada día es más complicado suplir las necesidades básicas. Pero esa fría cifra está impregnada de detalles que no percibimos. Ese bienestar en el bolsillo nos ha permitido, entre otras muchas cosas, consumir más proteína animal. Fenavi indicó que, mientras en el año 2000 un colombiano consumía 14 kilos de pollo al año, hoy consume 32.

Eso se ha traducido, según el presidente de la consultora Raddar, Juan Diego Becerra, en un aumento en la talla de los colombianos. “Tenemos más plata, parte de eso lo gastamos en más comida. Por eso la llegada de más restaurantes y cadenas de comidas internacionales”, dijo.

Pero así como consumimos más proteína, también hemos aumentado el consumo de carbohidratos. Tenemos teléfonos inteligentes, una mayor oferta de ropa y hasta corremos maratones, pero hemos retrocedido en nuestro principal hábito: comer.

En una investigación divulgada hace poco por The New England Journal of Medicine, se advierte que países de América Latina como Brasil y Colombia presentan una prevalencia alta en cuanto a enfermedades como diabetes y cardiopatías, en buena medida por los hábitos alimenticios. De hecho, en la década del 60 la gente en Colombia padecía en su mayoría de enfermedades infecciosas, ahora la diabetes y las enfermedades cardiovasculares son el pan de cada día en centros de asistencia médica.

En palabras de Amanda Páez, presidente de la Asociación Colombiana de Endocrinología Diabetes y Metabolismo, no es que los colombianos seamos menos sanos, es que con nuestros hábitos actuales estamos cultivando enfermedades más complejas y costosas para cualquier sistema de salud.

Mientras que hace 40 o 50 años una enfermedad estomacal asociada a una infección se trataba con un antibiótico, ahora un tratamiento de diabetes termina costando millones de pesos al año y con asistencia médica y farmacéutica de por vida. Esto ha disparado los costos en salud. Según las más recientes cifras de la Superintendencia de Salud, el año pasado el costo asociado a estos servicios estuvo bordeando los $50 billones. 60% en el tratamiento de un paciente con diabetes está atado al cambio en su estilo de vida; el otro 40% a los medicamentos. El sedentarismo determinó un cambio drástico entre la Colombia de 1974 y el país de la actualidad.

Es cierto que la gente corre más, que la venta de ropa deportiva está disparada y que la apertura de gimnasios en las grandes ciudades sigue creciendo. Pero, en general, nos hemos vuelto más sedentarios.Tenemos el mundo en el celular inteligente. Ya no vamos a la panadería por lo del desayuno, lo pedimos por aplicación. Para qué caminar y exponerse a los ladrones si tenemos Uber para ir donde un conocido.

“Desde 1960 buena parte de la población migró de los campos y áreas rurales a las ciudades. Eso cambió por completo nuestras necesidades de movilidad y nuestro patrón de actividad física. Ya no tienes que caminar por agua una hora, solo abres el grifo. Los niños no juegan golosa, pelean por un turno de tableta o videojuego. La gente ya no se mueve como antes”, explica la doctora Páez.

El consumo excesivo de carbohidratos y el sedentarismo han incrementado las tasas de sobrepeso y obesidad. La Asociación de Endocrinología, basada en reportes epidemiológicos, considera que 32,4% de la población en Colombia presenta sobrepeso y 13,7% obesidad. Los avances en la medicina nos han permitido atender mejor nuestras dolencias, pero también generan un efecto de compensación. Una falsa ilusión que nos hace ‘pecar’ con más harinas y azúcares. La situación ha cambiado y el bombardeo de publicidad con suplementos milagrosos no cesa. Una situación muy distinta se vivía en 1989, cuando no existía ni siquiera suplemento de calcio para humano y los médicos recomendaban el de uso animal.

¿Qué pasará cuando la población llegue a los 6

0 u 80 millones de habitantes? ¿Viviremos mejor o peor? Todo depende de si logramos aprender a vivir en las ciudades –grandes o medianas– sin darle la espalda al campo. Dependerá también de si mejoramos nuestros procesos de gobernanza para que nuestros hijos y los hijos de los extranjeros que se arraigaron en el país tengan un sitio más agradable para vivir en Colombia. A veces se extrañan las épocas y costumbres del país de los 24 millones de habitantes, al fin y al cabo, en 1974 no me hubieran mirado como un bicho raro por tener 3 hijos.

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