Perfil

En guerra y en paz

Silvana Faillace dirige la Cruz Roja en Colombia, que se alista para cumplir su primer centenario en el país y atiende cada año a más de seis millones de colombianos.

18 de septiembre de 2014
Después de trabajar en instituciones internacionales de salud y apoyo a poblaciones vulnerables, Silvana Faillace llegó al país para dirigir la Cruz Roja Colombiana.

Después de haber sido profeta en otras tierras por más de quince años, Silvana Faillace decidió volver a su país y desde junio de 2013 es la directora de la Cruz Roja Colombiana. En la década de los 90 esta bogotana hizo parte del grupo de profesionales recién graduados que salió del país buscando nuevos rumbos. Aprovechó ese periplo para estudiar relaciones internacionales en el London School of Economics y una maestría en Salud Pública en el Johns Hopkins Bloomberg School of Public.

También para trabajar en dos temas que le apasionan: políticas de salud y apoyo a las poblaciones más vulnerables. Su vocación de ayudar a los demás la llevó a trabajar como directora de la fundación Helen Keller International, en Indonesia, para niños y jóvenes ciegos y sordos.

Como asesora y especialista en temas de nutrición y salud también trabajó en Church World Service en Nueva York y en la Academy for Educational Development en Washington, entre otras organizaciones no gubernamentales.

Los tambores de paz que comenzaron a resonar con fuerza en el país a comienzos de esta década se convirtieron en el principal imán para regresar a su patria. A mediados del año pasado decidió vincularse con una de las entidades que mayor trayectoria tiene en el tema: la Cruz Roja Colombiana.

Esta entidad, que el 30 de julio de 2015 cumplirá 100 años en el país –nació en 1915 en el Teatro Colón, tras una convocatoria de los médicos Adriano Perdomo e Hipólito Machado–, se ha convertido en su nuevo desafío.

La Cruz Roja Colombiana es la ONG más grande que opera en el país, pues cuenta con oficinas en 32 departamentos, atiende cada año seis millones de personas y cuenta con alrededor de 40.000 voluntarios.

Su financiación se deriva en buena parte de los recursos de cooperación tanto nacional como internacional –55% del total proviene de allí– y de las transferencias de la Lotería de la Cruz Roja Colombiana, que genera 32% de sus recursos.

Faillace resalta que del total de recursos que obtiene cada año, apenas 10% se va para gastos de administración y el dinero restante se utiliza en gestión de riesgo de desastres, fortalecimiento institucional, salud y paz e inclusión social.

Su radio de acción está en tres áreas clave en las que Faillace tiene amplia experiencia: salud y sangre segura –tienen seis bancos de sangre que llegan a 24 departamentos–; reducción, respuesta y recuperación en desastres naturales y trabajo para promover la cultura de la no violencia y lograr la paz –trabaja en apoyo sicosocial para que las personas que se reintegren a la vida normal–.

Aunque no estaba en Colombia en 2010, tiene claro que ese fue un año de gran actividad para la Cruz Roja por los estragos que causó la dura ola invernal que azotó al país y provocó desastres en varias regiones. Ante esta situación, la entidad prestó atención a millones de colombianos afectados.

La rápida respuesta de la entidad a los desastres generados por el clima son atribuidos por su directora a la mística y al trabajo del voluntariado en el país, que es ejercido por líderes que están en las propias comunidades. A esto se suma el respeto y la independencia que se ha ganado la entidad, y que le ha permitido entrar a sitios donde nadie más tiene acceso, especialmente cuando se habla de conflicto.

De hecho, durante los recientes paros y protestas en el municipio de Yopal, Faillace recuerda que la comunidad que se quejaba por la falta de agua potable no tocó a la Cruz Roja, que acudió a entregar el preciado líquido.

Hoy Silvana Faillace es optimista frente a los resultados del proceso de paz y considera que el papel de la Cruz Roja será clave en el periodo de postconflicto. En especial porque Colombia sigue siendo uno de los países más afectados por el problema de las minas antipersona y por el drama de las familias separadas por la guerra.

Sabe que este proceso requerirá un gran esfuerzo de todos para mitigar la violencia en entornos rurales y urbanos, poner en marcha programas ciudadanos para prevenir la violencia y para difundir los derechos humanos. Y está lista para asumir este nuevo reto.