APRENDIZAJE

Así se enamora a un niño de la lectura

En los padres es recurrente la preocupación de cómo despertar la curiosidad de sus hijos por los libros. Aquí algunos consejos.

11 de julio de 2015
Los niños deben poder leer cuando les plazca. Por eso es recomendable que haya una biblioteca a su alcance. | Foto: Creative Commons

La poeta Emily Dickinson eternizó una frase que resume el placer inherente de los libros: “Para viajar lejos no hay mejor nave que la lectura”. Así le puso pies y cabeza a la famosa idea de que leer es una de las mejores estrategias para lanzarse a los brazos de una travesía. El hábito lector, sin embargo, no suele ser muy popular entre los más jóvenes. Muchos lo consideran una actividad aburrida y sin sentido. Como una obligación que les quita tiempo para sus juegos favoritos.

¿Cuáles deben ser los pasos para despertar la curiosidad de los niños por los libros? ¿Cómo lograr que se enamoren de ellos? Estos consejos pueden funcionar.

Nada enseña más que el ejemplo:

Esta máxima aplica para cualquier aprendizaje en la vida. Si un padre quiere que su hijo sea responsable, él mismo debe demostrar que lo es. Su comportamiento es la mayor enseñanza. Lo mismo sucede con la lectura. El niño se motiva a adquirir el hábito cuando lo ve reflejado en sus papás, va a querer imitarlos. Además, el amor por los libros no se impone. Se demuestra.

Acompañar y compartir:

No basta con darle un libro al niño y esperar que se convierta mágicamente en un asiduo lector. Esto es un proceso y la Asociación Española de Pedriatría de Atención Primaria considera que el apoyo de la familia, sobre todo cuando se está aprendiendo a leer, es indispensable. Estar atento a las preguntas, ayudarle con las dificultades y explicarle pacientemente lo que no entienda es una buena manera de fomentar este hábito. Leer junto a los niños ayuda a que este amor se contagie. Puede transformarse en una actividad familiar, como sentarse a ver una película o un partido de fútbol.

Sin imposiciones:

Entre guiar y obligar hay una gran distancia. La lectura no debe convertirse en una tarea que “toca” cumplir. De hecho, debe evitarse a toda costa que los libros sean sinónimos de tedio. Cuando el hábito se impone, los niños no lo van a disfrutar. Esto pasa por la elección de los libros y el momento del día en que se van a sentar a leerlos. Lo importante es que a ellos les guste. Está muy bien guiar la escogencia de los textos, proponer aquellos afines con sus gustos e intereses y establecer un tiempo de lectura diaria. Siempre llegando a acuerdos que permitan la constancia y la rutina. No hay que ceder del todo pero tampoco forzar.

Leerles en voz alta y dramatizar:


Cuando el Ministerio de Cultura lanzó la campaña ‘Apégate a la lectura en voz alta’, en mayo pasado, explicó que “leer en voz alta a los niños es la manera más efectiva de prepararlos para aprender y convertirse en lectores”. Además si se dedican al menos 15 minutos diarios a esta actividad se mejoran las habilidades del lenguaje y el desempeño escolar. Sin contar el estímulo constante a la creatividad. También es una buena estrategia dramatizar las historias para fortalecer la curiosidad en los niños. Puede ser algo construido entre el padre y el hijo o se le puede pedir a este último que represente su parte favorita del libro cuando lo termine de leer. La variedad puede ser la mejor aliada para conocer muchos libros.

El papel no es la única opción:

Si bien se debe buscar que los niños se interesen en el formato tradicional del libro, esto puede estar conectado con otras formas de comunicación como películas, canciones, juegos y videos. Si hay una versión de la historia en cine o cómics esto puede complementar el hábito lector. Volverlo cada vez más sorprendente. Si un niño ama las películas de Harry Potter, ¿por qué no intentar con los libros?

Un glosario mágico:


La curiosidad también pasa por las palabras que les son desconocidas a los niños. Ayudarlos para que escriban los nuevos términos y busquen su significado puede convertirse en un juego. Destinar algunas paredes de la casa, como sucede en la película ‘La ladrona de libros’, o usar fichas de colores y cuadernos especiales son solo algunas opciones. La idea es que los padres acompañen a sus hijos en el proceso de aprender vocabulario.

Libros al alcance:

Los niños siempre deben poder leer cuando les plazca. Por eso es recomendable que en casa haya una biblioteca a su alcance o que los libros que más les llaman la atención estén cerca de los lugares donde pasan más tiempo. Así acercarse a ellos y darles un vistazo rápido para después engancharse será un proceso natural.

Autores cercanos:


Cuando los niños empiezan a crecer, una buena opción para fortalecer su relación con los libros es recomendarles autores que sean cercanos y con los que se puedan relacionar. “El catalizador para amar la literatura llegó cuando me encontré con un escritor que sentía muy cercano a mí. Los dos éramos del mismo lugar y los personajes de sus libros hablaban y pensaban como yo. Fue importante darme cuenta que los escritores no son de un lugar muy muy lejano y no todos los libros giran en torno a personajes fantásticos”, le dijo el profesor Alan Gillespie, de la escuela Fernhill en Reino Unido al portal Huffington Post.

Leer es un deporte

Explicarles a los niños que la lectura es muy parecida a entrenar un deporte o practicar algún instrumento puede ser una táctica para motivarlos. Además, aprenderán que leer requiere esfuerzo y concentración. No es solo sentarse y esperar: tienen que poner de su parte.

¡Libertad!

Todos los niños deben tener el derecho de no terminar un libro, de leer hasta donde el interés les llegue. Claro, cuando es una actividad voluntaria que no está asociada a sus deberes escolares. El objetivo es que ellos aprendan a encontrar la libertad que se esconde detrás de cada línea y personaje. Detrás de cada cubierta. Que cuando un libro les llegue a las manos no puedan aguantarse las ganas de empezar a leerlo, como sucede cuando les dan un dulce.