OPINIÓN
El índice de bilingüismo: ¿una medición objetiva?
Cada año, en noviembre, una organización internacional publica los niveles de inglés de varios países del mundo. Y cuando sucede, hay una explosión de artículos periodísticos que cuestionan la eficiencia de las iniciativas gubernamentales en el tema del bilingüismo. Pero ¿qué tan rigurosa es la prueba que se aplica como para poder llegar a generalizaciones sobre el estado actual del inglés en el país?
Hay tres condiciones esenciales en toda investigación que pretenda medir el nivel de inglés en un país, que se deben tener en cuenta para producir una “fotografía” confiable: Primero, que la prueba utilizada haya sido diseñada para la población de estudiantes con la edad específica, para el caso de Colombia y de acuerdo a políticas de PISA (Program for International Student Assessment), esta se debe haber diseñado para estudiantes de grado 9º. El segundo elemento tiene que ver con la definición de la muestra, la cual debe evidenciar variedad e inclusión, es decir, no tendría mucho sentido que solo se administraran pruebas a estudiantes de un solo estrato, o de una sola ciudad, o solo a aquellos que tienen computadores e internet en casa. El tercer elemento se refiere a la rigurosidad en los protocolos de administración de la prueba: Las condiciones físicas generales, el tiempo asignado, las instrucciones previas, la logística, los administradores y/o supervisores de pruebas, etc.
¿Qué tanto se siguen estos lineamientos para el caso de ese índice que se publica en noviembre? La organización internacional que produce estos “rankings” aclara que “el índice utiliza datos tomados entre más de 2 millones de adultos que completaron pruebas gratuitas de inglés online en el transcurso de un periodo de 3 años. Puesto que el grupo de examinados se compone de gente muy diversa y no existen impedimentos a la hora de pasar la prueba online, los resultados son realmente representativos del nivel medio de inglés en adultos.”
Si leemos cuidadosamente, esta declaración, se reconoce que el índice se basa en una prueba que ha sido tomada por adultos en línea. Entonces, la pregunta surge: ¿Cómo podemos hablar del nivel de inglés de los estudiantes en Colombia si la prueba no se ha aplicado a tales estudiantes? ¿Qué garantiza que la prueba la hayan tomado con algún tipo de ayuda? Además, ¿qué nos puede llevar a pensar que niños y niñas en sectores menos favorecidos de la sociedad tengan computadores en casa? ¿O conectividad? De hecho, este último aspecto es uno de los mayores sesgos en el análisis producido por esta organización, ya que como ellos mismos aseveran en su página web, las pruebas aplicadas excluyen a todos aquellos individuos sin acceso a internet y en general, “a las personas más pobres, menos educadas y menos privilegiadas”.
Además de lo mencionado, es importante destacar que la prueba utilizada por esta organización evalúa solamente “gramática, vocabulario, lectura y comprensión”, lo que nos arroja un nuevo interrogante ¿Cómo se puede clasificar el nivel de dominio de lengua de un país sin tener en cuenta las habilidades comunicativas de producción escrita y oral?
Si bien es cierto que estas mediciones pueden dar algunos sesgos o tendencias globales, recibir la noticia que Colombia está en el puesto 40 o 50 o 70 no tiene ningún sentido práctico diferente a que aquellos que hacen un excelente trabajo en la educación se vean desmotivados. En términos generales, lo más apropiado para categorizar el dominio de inglés en Colombia es realizar un análisis juicioso con una prueba que mida todas las habilidades, que incluya la seguridad y la logística necesaria y que evalúe una muestra poblacional significativa y de acuerdo a políticas y estándares de evaluación a escala internacional.
*Consultora Académica British Council