EDUCACIÓN

La extraña "reeducación" que tienen que vivir quienes escapan de Corea del Norte

Como el sistema escolar en ese país está casi completamente dominada por el culto al presidente, Kim Jong Un, y a su familia, quienes logran huir del régimen apenas saben escribir y les toca, ya adultos, volver al colegio. Así viven ese proceso.

12 de julio de 2019
Los niños norcoreanos empiezan a los seis años con dos horas semanales. En estas, empiezan por estudiar la versión oficial de la infancia del fundador de Corea del Norte, Kim Il Sung. | Foto: Getty

Una de las primeras cosas que hizo el norcoreano Ri Kwang-myong al llegar a Corea del Sur fue volver al colegio, y eso que hacía 12 años que había terminado sus estudios

Corea del Norte reivindica una tasa de alfabetización del 100%. La escuela obligatoria y gratuita, se jacta, es una muestra de la perfección de su sistema socialista. Pero quienes logran huir del hermético país se dan cuenta de que en el Sur le faltan algunos conocimientos básicos, lo que les crea complicaciones.

En Corea del Norte, la enseñanza se confunde con las alabanzas a los dirigentes, explican quienes logran fugarse de este país. Además, las aulas están muy afectadas por una acuciante pobreza. 

Ri, de 31 años, es uno de los pocos adultos que estudian en la Escuela Wooridul de Seúl, un refugio educativo para los norcoreanos. "Estudié y me diplomé en Corea del Norte pero no sé gran cosa", explica. Reanudó las clases el año pasado, seis meses después de haber llegado a Corea del Sur. 

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Buena parte de lo que aprendió en el Norte no se puede aplicar en Corea del Sur: "Todo lo que aprendí es diferente", dice. 

Entre las materias más importantes del programa educativo norcoreano figuran los estudios revolucionarios, que tratan principalmente sobre la dinastía Kim que gobierna el país desde hace más de 70

"El amor del partido" 

Los niños norcoreanos empiezan a los seis años con dos horas semanales. En estas, empiezan por estudiar la versión oficial de la infancia del fundador de Corea del Norte, Kim Il Sung y de su hijo y sucesor, Kim Jong Il (abuelo y padre, respectivamente, del actual líder, Kim Jong Un). 

Luego de aprender sobre la infancia de los dirigentes, la madre de Kim Jong Il, Kim Jong Suk, llega al panteón educativo; en bachillerato, los jóvenes norcoreanos dedican seis clases semanales a estudiarla, un porcentaje considerable de las horas de enseñanza.

"Los alumnos crecen en el amor y el afecto al partido y al Estado", explicó Ri Myong Guk, director del instituto Manbok, en la localidad norcoreana de Sonbong, a AFP. "Creemos que es importante enseñarles a los alumnos la historia política y revolucionaria, para que aprecien el amor y el afecto de los grandes dirigentes". 

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Para el gobierno surcoreano, la educación norcoreana busca inculcar "una lealtad incondicional hacia el partido y el dirigente, como si fuera lo más importante en la vida".

Lee Mi-yeon, exmaestra de primaria que huyó a Corea del Sur en 2010, agrega que a los Kim "se los presenta como figuras míticas, similares a dioses, que crearon el país y transformaron las piñas piñoneras en granadas". Según la exdocente, se dan más clases sobre la familia en el poder que de otras materias. 

La dinastía Kim es venerada en Corea del Norte como auténticas deidades. Hay cerca de 40.000 estatuas de Kim Il Sung en todo el país. Cada habitación (es decir, todo espacio cerrado por cuatro paredes) debe estar adornada, por ley, con las fotos de este y de su hijo. 

"Si hay una lección sobre la construcción de edificios, hay que pasar unos cinco minutos contando una historia relacionada con el dirigente, con fines de educación ideológica", subraya Lee. 

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Recolectar hierbas en lugar de ir a clase 

Según tránsfugas norcoreanos, muchos jóvenes tuvieron que dejar la escuela cuando la economía se hundió, en los años 1990. Cientos de miles de personas murieron de hambre en esa época. 

Lee Song-hee, de 27 años, que estudia en la capital surcoreana en la Escuela Wooridul, cuenta que al cabo de solo cuatro meses yendo a una escuela primaria en el Norte tuvo que dejar los estudios para ayudar a su madre a llegar a fin de mes.

"Recorríamos montañas y colinas para recolectar hierbas medicinales", explica. Cuando empezó las clases en Corea del Sur, en septiembre de 2017, era casi analfabeta. 

Hay unos 60 alumnos inscritos en Wooridul. Corea del Sur cuenta con siete establecimientos especiales de este tipo, que ofrecen a los tránsfugas una educación gratuita que el director del centro, Yun Dong-ju, describe como "crucial" para vivir en el Sur.  

"Por lo menos, una reeducación en materia de cultura, lengua, estudios en ciencias sociales e historia es esencial", añade.

Si se produjera la reunificación, la cuestión de la educación supondría un desafío inmenso, por la enorme brecha cultural que separa a ambos países. 

En la sociedad surcoreana, muy competitiva, donde más del 90% de los alumnos termina la secundaria y el 40% va a la universidad, los recién llegados norcoreanos adolecen de un enorme déficit de conocimientos y competencias, según Yun. Muchos no tienen ni las bases comunes que uno aprende en la primaria y el primer ciclo de secundaria.