PEDAGOGÍA

Hemisferios cerebrales: ¿cómo afectan el aprendizaje?

Un pedagogo de la Unesco asegura que las emociones son necesarias para el desarrollo del intelecto y del pensamiento racional. Según él, la emoción (hemisferio derecho) hace posible la razón (hemisferio izquierdo).

7 de octubre de 2015
| Foto: Ingimage

Una relación entre el intelecto y la emoción fue establecida por la Unesco y el pedagogo y filósofo francés Edgar Morin en el libro 'Los 7 saberes necesarios para la educación del futuro'. A menudo se sostiene que para poder pensar “con cabeza fría” se deben dejar a un lado las emociones y los sentimientos; que no es bueno pensar “con el corazón”. Esta afirmación, sin embargo, no tiene sustento científico.

El cerebro humano se divide en dos hemisferios: derecho e izquierdo. El primero gobierna la reflexión: controla la imaginación, la creatividad y la intuición. El segundo, por su parte, es responsable de la razón, de la lógica: incluye el lenguaje y el cúmulo del conocimiento. El hemisferio izquierdo es lineal, lo que quiere decir que no es capaz de prever o imaginar, mientras el derecho sí. Sin la imaginación, dice el pedagogo, no podrían los alumnos elaborar ideas o procesar el conocimiento que reciben ni un científico un experimento o un método de comprobación científica.

Según el profesor Morin, la parte afectiva-emocional que rige nuestro hemisferio derecho da origen a la curiosidad, al interés, a la capacidad para conmoverse ante algo y por ello hace posible el razonamiento lógico (acción propia del hemisferio izquierdo). La lógica, por su parte, permite hacer aprehensión de los conceptos, es decir, “la captación y aceptación subjetiva de los contenidos”.

El filósofo y pedagogo señala que “existe una relación estrecha entre la inteligencia y la afectividad: la facultad de razonamiento puede ser disminuida y hasta destruida por un déficit de emoción”. “La debilidad para reaccionar emocionalmente puede llegar a ser la causa de comportamientos irracionales”, agrega. Es el caso de la madre que, sin sentir amor por su hijo, incurre en la negligencia de no alimentarlo o cuidarlo debidamente (comportamiento irracional). Asimismo lo sería la incapacidad para conmoverse o sentir curiosidad frente al objeto de estudio de un trabajo académico: no hacer una investigación exhaustiva podría llevar a un desempeño mediocre o no conforme a los requisitos de una tesis de grado.

La capacidad del ser humano de sentir amor hacia alguien o algo estimula la curiosidad y el ejercicio del intelecto. “Así pues, no hay un estado superior de la razón que domine la emoción sino un bucle intelecto-afecto”, explica Morin.

¿Podría esto incidir en la política educativa? Al estudio de la Unesco se suma otro del japonés Tadanobu Tsunoda, del Instituto de Investigaciones Médicas de la Universidad Médica y Odontológica de Tokio. En este se explica la relación existente entre los hemisferios cerebrales y la adquisición del conocimiento lingüístico, en especial el de nuestra lengua materna. La fonética (sonidos de las palabras) de cada lengua natal fortalece –según Tsunoda– uno u otro hemisferio: la ciencia/razón (izquierdo) o el arte/emoción (derecho).

La ‘educación bancaria’

La expresión ‘educación bancaria’ fue formulada por el también pedagogo y filósofo Paulo Freire en su Pedagogía del Oprimido y la utilizó para criticar la educación consistente en el cúmulo del conocimiento (hemisferio izquierdo) sin una reflexión crítica (hemisferio derecho) de los contenidos educativos. Algunas de sus teorías fueron posteriormente acogidas por la Unesco.

En entrevista con el diario El Espectador, el filósofo y literato italiano de la Universidad de Calabria (Italia), Nuccio Ordine, aseguró que “el profesor que no enseña con pasión comete un crimen”. Según el académico –que también está en contra de la mercantilización de la educación– “el docente se ha convertido en un burócrata y el alumno en un cliente”. Apostarle a la reflexión que la filosofía y la literatura producen constituye –según él– la pieza fundamental del enriquecimiento cultural y humanista de cualquier nación: “Quien lee a Shakespeare o a Cervantes no lee un autor o una nacionalidad: lee un contexto, un universo, y se hace universal. Cuando leí ‘Cien años de soledad’, no sólo entendí quiénes eran los colombianos sino también los latinoamericanos”, indicó.

Es decir que, sería distinto memorizar las principales obras de literatura de un país y sus autores, que enseñar a controvertir lo que se lee, es decir, a reflexionar sobre ello desde distintos puntos de vista (político, económico, social, etcétera). Hacer esto implicaría que el alumno estaría en capacidad de comprender su historia y, como respuesta a ello, de transformar la realidad en que vive, es decir, de mejorarla; según los académicos y críticos culturales Henry Giroux (Estados Unidos) y Paulo Freire (Brasil).

Según el profesor Ordine, ante una educación centrada casi exclusivamente en el fomento del conocimiento (hemisferio izquierdo) y poco en la creatividad y la reflexión (hemisferio derecho), los valores culturales de una sociedad podrían verse menoscabados.

El Manual de Iniciación Pedagógica al Pensamiento Complejo, realizado por el Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior (ICFES) en colaboración con el departamento de filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana, desarrolla ‘Los 7 saberes para la educación del futuro’ de Edgar Morin y advierte la urgencia de la implementación de una pedagogía crítica en las aulas.

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