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El día que Estados Unidos olvidó a Hiroshima

El 6 de agosto de 1945, Estados Unidos comenzó a padecer de lo que los historiadores llaman "alzhéimer histórico", deshumanizando las consecuencias del lanzamiento de las bombas nucleares sobre Japón.

28 de mayo de 2016
| Foto: Archivo Semana

Barack Obama está en Japón de visita oficial, un gesto que antes de él repitieron otros presidentes de Estados Unidos. Lo que ha hecho histórica su visita al país es que se ha convertido en el primer mandatario estadounidense en rendir homenaje a los japoneses que murieron en Hiroshima a causa de la bomba nuclear que lanzó Truman.

Durante su intervención en el Parque del Monumento a la Paz, Obama habló sobre las implicaciones que tuvo este hecho para toda la humanidad. Sin embargo, no se disculpó por la barbarie que se cometió contra el pueblo de Hiroshima y Nagasaki.

Pero, ¿por qué un presidente de Estados Unidos no se presta a realizar un acto simbólico de reconciliación con el tema de las bombas nucleares? La respuesta se enraíza en la forma en la que los estadounidenses estudian estos hechos históricos en la escuela y la imparcialidad caracteriza su tratamiento.

El 6 de agosto de 1945 la historia de la humanidad dio un giro sin precedentes. La barbarie en forma de adelanto científico se llevó por delante, en apenas segundos, la vida de más de 166.000 personas. Fue a las 8:15 de la mañana cuando el presidente de Estados Unidos Harry S. Truman ordenó liberar una bomba nuclear sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. Era la primera vez en la historia que se perpetraba un ataque con este tipo de armamento.

Tres días después, el mundo volvió a ser testigo de la capacidad aniquiladora de la bomba nuclear en manos del gobierno estadounidense. Fue sobre Nagasaki, y fallecieron más de 80.000 personas.

Los hechos que rodean a este evento— que supuso el final de la Segunda Guerra Mundial, el inicio de la Guerra Fría y un punto de inflexión para implementar prohibiciones internacionales en el empleo de armas nucleares en acciones bélicas— se relatan desde una doble perspectiva. Por un lado, la versión más o menos verídica de lo que sucedió y que se incluye en la mayoría de libros de historia. Por otro, la versión que reciben los jóvenes estadounidenses en las escuelas.

El tratamiento que se le otorga a este hecho en los textos escolares está en sintonía con el mensaje oficialista que justificó en su momento los ataques: “hemos usado la bomba atómica para acortar la agonía de la guerra, para salvar las vidas de miles y miles de jóvenes americanos”, se excusó Truman.

Los niños estadounidenses tienen su primer contacto con este suceso histórico en secundaria. Según la autora Pat Elder, este se caracteriza por una “desinformación consciente y manipulada”.

Los libros de texto a los que tienen acceso promueven, entre otras críticas de la investigadora, la deshumanización de las miles de víctimas que generó el lanzamiento de las bombas, así como un distanciamiento con la población japonesa afectada.

Por otro lado, se favorece una nula confrontación de responsabilidades y se justifica la acción como la única posible para acabar con la guerra. Tampoco se señala que la gran mayoría de muertos por los ataques fueron civiles, en ningún caso personal militar. Por lo que tampoco se favorece la generación de un mínimo debate acerca de la pertinencia o no del lanzamiento de las armas nucleares.

En la actualidad, el 56 % de los estadunidenses aprueba el lanzamiento de las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, y solo un 34% lo considera un error, según un sondeo realizado por el Pew Research Center, en 2015.

Las cifras son un reflejo de cómo el discurso oficialista en tiempos de Truman caló en el pensamiento de los estadounidenses. Tanto que se mantiene en la época actual.

PARA EL DEBATE

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