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Héroes y simbolismos, así se enseña historia en Colombia
La asignatura de historia dejó de ser obligatoria en los noventa, para pasar a integrar la materia de Ciencias Sociales. ¿Cómo afectó este cambio de en la configuración del imaginario colectivo colombiano?
Corrían los años noventa cuando el gobierno de César Gaviria eliminó la asignatura obligatoria de Historia en las aulas. La reemplazó por la de Ciencias Sociales, que se fusionó con Geografía y Democracia para darles relevancia a otras áreas, como tecnología o inglés. Así fue que esta disciplina dejó de tener una presencia predominante en los colegios y un lineamiento definido y apropiado.
La fusión supuso una ruptura con el pasado. A partir de ese momento, “la historia del país se cuenta de manera incompleta”, asegura Luis Carlos Castro Navoa, profesor de la Universidad Nacional.
Los historiadores coinciden en que el conocimiento en el país de esta disciplina es precario, sesgado y circunscrito a hechos puntuales simbólicos. Se trata de una enseñanza basada en el aprendizaje de un cúmulo de datos desligados, inmediatistas y heroicos, más que en una visión integrada, que articule el pasado con sus consecuencias en el presente.
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Se critica que el modo en que se relatan ciertos sucesos históricos agudizan la discriminación racial, la lucha de clases e incluso la desigualdad contra la mujer. Se relatan los hechos desde los grandes personajes que forjaron la historia de Colombia y las relaciones de poder de arriba hacia abajo, sin aludir a que todo forma parte de un proceso en el que confluye todo el aparato social y donde deberían incluirse los diferentes sectores de la población.
Es el caso, por ejemplo, del relato de la Independencia, que se ha impuesto con el paso de los años y ha invisibilizado otros acontecimientos determinantes para entender el momento histórico y su proyección en el comportamiento de la sociedad.
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Luis Cuéllar (nombre ficticio a petición del entrevistado), profesor de un colegio bilingüe de Bogotá y graduado por la Universidad de los Andes, explica que en el siglo XIX se recurrió al mensaje de liberación de la Madre Patria bajo el discurso de que era una madrastra y lo único que había hecho era robarnos. “Entonces hubo una identificación con el indígena. Pero al mismo tiempo que se decía eso, se organizaron prácticas para excluirlos; tenían que aprender español, convertirse al catolicismo, y fueron despojados de los resguardos… No era muy diferente a lo que hacían los españoles”, relata.
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Algo similar ocurrió con la población afro tras la abolición de la esclavitud, en 1851. Mientras que al terrateniente se le indemnizó por la expropiación de la mano de obra esclava que mantenía como propiedad, el esclavo no recibió ni un solo reconocimiento por los años sufridos bajo el yugo de su señor. Pero pocos libros escolares hacen eco de este acontecimiento, por no decir ninguno.
Otro de los problemas es que los hechos históricos que trascienden en las aulas están, en muchos casos, sobredimensionados. De acuerdo con el profesor Cuéllar, se perpetúan ciertos estereotipos desde la enseñanza de la historia, como el caso del odio hacia lo español en el contexto de la Conquista. “La lógica es que los españoles son malos, nosotros nos sentimos identificados con los indígenas y asumimos el rol de víctimas. Pero lo más probable es que nuestros antepasados sean los mismos que vinieron a saquear y que el español que viva en España no tenga nada que ver con la Conquista”.
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Para el profesor, en los años sesenta hubo un intento de hacer de la historia una materia objetiva. Sin embargo, la tendencia posterior estuvo marcada por la necesidad de buscar alguna reivindicación política a través de los hechos: “se estimula el revanchismo y la polarización entre un bando malo, que son los opresores, y otro bueno, los oprimidos”, subraya.
Es el caso de la enseñanza de las luchas campesinas del siglo XIX. Cuéllar añade que, al incentivar el odio hacia los terratenientes, en algunos centros educativos se legitima la violencia armada desde la historia. En otras palabras, una politización presente de lo pasado. “Se habla de una élite en Colombia que trató de despojar a los campesinos de lo que era suyo, por lo que casi que fue necesario que se crearan una serie de guerrillas para hacer frente a esa élite opresora”, afirma el profesor.
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La historia más reciente de Colombia también es un tema pendiente en las aulas. La crítica más repetida es que hoy es frecuente encontrar jóvenes que no saben en qué momento histórico ubicar a Luis Carlos Galán o a Jorge Eliécer Gaitán, o que desconocen cómo se fraguó la guerrilla colombiana y su adecuación ideológica al paso del tiempo.
Para los más críticos sobre la situación de la historia, los libros escolares tampoco hacen una mención exhaustiva a sucesos tan relevantes como la toma del Palacio de Justicia o las negociaciones de paz en La Habana. Dos temas con repercusión en el presente, cuyo conocimiento es indispensable para generar ciudadanos comprometidos e informados sobre el futuro político de su país.
Esta editorial forma parte del número 24 de la revista Semana Educación. Si quiere informarse sobre lo que pasa en educación en el país y en el exterior suscríbase ya llamando a los teléfonos (1) 607 3010 en Bogotá o en la línea gratuita 01 8000 51 41 41.
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