Educación
Desarrollar competencias ciudadanas, clave para la convivencia pacífica
El diseño curricular de cada plantel educativo debe alinearse en el propósito de formar a los escolares para la sana convivencia.
Es de vital importancia el desarrollo de competencias ciudadanas en todos los niveles de la formación escolar, como lo ha propuesto, desde hace años, el Ministerio de Educación Nacional, dada su relevancia en el despliegue de actitudes, comportamientos y habilidades para la convivencia pacífica y la formación de ciudadanos globales.
La formación en valores y actitudes para la convivencia y el desarrollo de destrezas socioemocionales en los estudiantes implica un cambio de paradigma pedagógico en las instituciones educativas, es decir, pasar de una educación centrada en el docente que transmite información, a una educación centrada en el estudiante, partícipe activo de su aprendizaje.
El diseño curricular de cada plantel educativo debe alinearse en el propósito de formar a los escolares para la sana convivencia e incentivar en ellos la participación y responsabilidad democrática, reconociendo la pluralidad e identidad y valorando las diferencias. Para ello, es clave que el ambiente escolar promueva la participación y fortalezca, en las aulas de clase, el aprendizaje colaborativo entre pares.
Para el desarrollo efectivo de las competencias ciudadanas es fundamental, además del fomento de habilidades cognitivas (información sobre el ejercicio de la ciudadanía) y comunicativas (escucha, expresión asertiva), incorporar en la práctica pedagógica diferentes estrategias que desarrollen competencias socioemocionales como autoestima, autorregulación emocional y empatía; el reconocimiento del otro; la interacción, el diálogo y la cooperación; la solución pacífica de conflictos y el trabajo en equipo en un ambiente de heterogeneidad y pluralidad.
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Una manera de fomentar la interacción pacífica de los niños –que aplica el modelo Escuela Nueva Activa (ENA)– es que el docente organice su salón de clases en pequeños grupos de trabajo, lo que permite el desempeño de roles: uno de los estudiantes es el líder de materiales, otro el administrador del tiempo, otro el moderador y otro, el relator de conclusiones. También es clave concertar con los niños acuerdos de convivencia, escritos por ellos, que se hagan visibles en el aula. Esto permite la autorregulación.
La vivencia de la democracia y la formación en valores, por su parte, se hace evidente a través del gobierno estudiantil: un proceso vivencial de elección de líderes y organización de comités funcionales, con planes de trabajo y proyectos. Los estudiantes deben hacerles seguimiento y reportar sus avances. El desarrollo de proyectos del gobierno estudiantil facilita que los padres y la comunidad se involucren.
Promover la responsabilidad y la autorregulación también se logra con el ‘autocontrol de asistencia’, que refuerza en los más pequeños el reconocerse como parte de un grupo; en los niños más grandes, los hace conscientes de la importancia de su asistencia para lograr las actividades de clase y los planes de los comités.
Usar el ‘correo de la amistad’ como estrategia para producir textos con expresiones de reconocimiento, respeto y afecto entre compañeros y con el docente. Generar diálogo y reflexión con las guías de aprendizaje como un recurso para promover el autoaprendizaje, el aprendizaje cooperativo y el trabajo en equipo.