INFANCIA

“En Colombia no tenemos claro el lugar que ocupa la infancia dentro la sociedad”

A propósito del Día Internacional de la Lucha contra el Maltrato Infantil, Semana Educación entrevistó a Angela Rosales, directora de la ONG Aldeas Infantiles, sobre la vulneración de derechos que sufren muchos menores.

25 de abril de 2017
| Foto: Cortesía Aldeas infantiles SOS

En Colombia, de febrero de 2016 al mismo mes de 2017, el ICBF recibió más de 2.800 niños y jóvenes en sus instalaciones debido al maltrato físico y psicológico del que fueron víctimas por parte de su círculo familiar. El mayor número de casos reportados provienen de Bogotá, Nariño, Cundinamarca, Antioquia, Magdalena y Caldas. Debido a esta problemática,en actualidad, más de 12.000 menores de edad viven en hogares de paso de la entidad.

Medicina Legal, por su parte, alertó que solo en 2015 recibió más de 10.000 denuncias por violencia intrafamiliar contra niños y adolescentes. Según el Movimiento Mundial por la Infancia, en América Latina y el Caribe, más de 6 millones de niños sufren abusos severos cada año y cerca de 80.000 mueren por estas razones.

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El 25 de abril de cada año se celebra el Día Internacional de la Lucha contra el Maltrato Infantil, una fecha para reivindicar los derechos de los niños y concientizar sobre las consecuencias de denigrar y vulnerar la integridad de los menores de edad. Para recordarle a la sociedad que no hay nada que justifique el maltrato infantil, Semana Educación entrevistó a Angela Maria Rosales, directora de Aldeas Infantiles SOS, con presencia en 134 países. En la región, la ONG internacional apoya a más de 70.000 menores de edad. En Colombia acompaña a más de 11.000 en 11 territorios de todo el país.

Semana Educación (S.E.): ¿Qué es el maltrato infantil?

Angela Rosales (A.R.): Cualquier forma que vulnere o denigre la integridad de un niño y puede manifestarse de diferentes maneras. Puede ser  de forma física, sexual, psicológica y también por negligencia. Este maltrato está dado por una disparidad en el ejercicio del poder. Hay una mirada sobre el niño, no como un sujeto de derecho, sino como una propiedad. En el caso de las negligencias, este maltrato reside en que pudiendo garantizar un derecho, el adulto no lo hace. El problema es que algunas situaciones de pobreza están disfrazandose como si fueran negligencia y no lo son. Por ejemplo, si toda la familia está desnutrida, no es que esa familia no quiera darle alimento a sus hijos, es que no hay alimento para ningún miembro. Eso no es negligencia porque ahí lo que falta es acceso a servicios. Lo que sí es negligencia es priorizar el alimento solo para los adultos y no brindarle a los niños. No es lo mismo poder y no hacer.

S.E.: Esta vulneración sistemática de la integridad de los niños, ¿es una cuestión cultural?

A.R.: En Colombia nos pasan dos cosas. La primera es cultural: no tenemos claro el lugar que debe ocupar la infancia en la sociedad. No somos conscientes del impacto que tiene en la vida de una persona tener una infancia triste, mal desarrollada, no educada y violenta. La segunda es que carecemos de servicios adecuados de apoyo para las familias. Estos llegan cuando ya se ha producido la vulneración y toca separar al niño de sus padres. Deberíamos contar con estrategias de apoyo temprano y poder enseñar a los papás a hacer mejor su trabajo. Cómo hacer para conversar con el niño o actuar cuando no obedece, cómo atender su desarrollo y sus derechos sexuales y reproductivos. Las familias tienen montones de preguntas y difícilmente encuentran respuestas. Entonces responden con el golpe porque muchas de ellas aprendieron con el golpe.

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S.E.: Los estudios sobre violencia contra menores advierten que este tipo de prácticas se generan sobre todo dentro de las familias, ¿por qué?

A.R.: Esto también tiene que ver con la cultura. Vivimos en una sociedad machista con una visión inadecuada del niño. Muchos papás dicen: ‘El niño es mío y hago con mi hijo lo que considero’. En otras palabras: como el niño no es un sujeto de derechos para el adulto, yo hago con el niño lo que quiero y eso es una visión equivocada de la infancia. Otra razón es por la falta de apoyos. Las familias resuelven como pueden con lo que la cultura, el contexto, la tradición y su manera de ver la vida les ha dado. Por eso muchas de ellas repiten el ciclo de violencia familiar.

S.E.: Entonces, ¿cómo se cambia la cultura para garantizar un mayor respeto a la infancia?

A.R.: Ha habido avances, pero estamos todavía lejos. Necesitamos dos o tres generaciones más en las que haya más consciencia para lograr que los niños que hoy atendemos, cuando sean papás, dentro de 20 años, garanticen a sus hijos una mayor protección de la que ellos recibieron. Solo se va a lograr construir paz en el país si los niños son el centro, si los adultos empezamos a considerarlos como sujetos de derecho y les tenemos como prioridad, porque un menor de edad que vive diariamente la violencia difícilmente cambiará su pauta de comportamiento cuando crezca.  

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S.E.: Se habla mucho de malas prácticas de crianza, ¿cuáles son?

A.R.: Identificamos que el adulto no controla su rabia y frustración de todo lo que le ha pasado durante el día, de lo que no tiene, de lo que no puede resolver y se desquita con los niños. Lo primero que tenemos que hacer como adultos es aprender a controlarnos, a manejar y sopesar la situación, tener autocontrol y enseñar a nuestros hijos desde el amor, no desde el dolor. El paso siguiente es aprender a comunicarse con los menores de edad. Creemos equivocadamente que no entienden y no pueden opinar, pero eso no es tan así: el niño necesita entender para aprender. El adulto tiene que tomarse el tiempo de comunicarse con él, de explicarle la situación y preguntarle qué necesita. Sin embargo, en lugar de tomarme el tiempo, muchas personas reaccionan encerrando a sus hijos como castigo o pegándole,  y eso ni cría ni educa al niño. El golpe le hace aprender a tener miedo y reservarse del adulto. También debemos aprender a sanar nuestra propia infancia porque muchas veces los errores que cometemos con los menores son el reflejo de lo que nos pasó en nuestra propia niñez.

S.E.: ¿Se debe concientizar a los niños de los riesgos de los que pueden ser víctimas?

A.R.: Se debe enseñar a los niños a que pidan respeto por su integridad, aunque son los adultos los que deberían garantizar ese derecho. La voz del niño es muy importante: que sepa a quién hablarle cuando le pasa algo, que sepa qué cosas están bien y cuáles no. Por ejemplo, no está bien que mi tío busque tocarme. Hay que darles las herramientas para saber qué deben hacer en esos casos, a quienes le tienen que decir, dónde buscan ayuda. Y esas pautas deben aprenderlas en el colegio y dentro de sus propias familias.

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