EDUCACIÓN
¿Qué puede aprender Colombia del revolucionario modelo educativo de Portugal?
Ningún país, excepto Portugal, ha logrado mejorar continuamente desde hace 15 años en las pruebas Pisa. Pasó de ser uno de los peores de Europa a ejemplo principal en la Ocde. ¿Cómo lo hizo?
El mundo siempre ha tenido los mismos referentes en educación. Finlandia, Estonia, Singapur, Corea del Sur y Japón son –desde hace mucho tiempo– los mejores en las pruebas Pisa de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde). Por eso sorprendió cuando Europa empezó a hablar de una nación que cada año muestra mejores resultados: Portugal.
Este país viene superando sus indicadores continuamente desde hace 15 años, solo con acciones de política pública encaminadas a mejorar los pilares de la cadena educativa y a medir mejor los resultados. Lo hizo sin invertir mucho más (desde el año 2000 asigna cerca del 5 % del PIB al sector, un porcentaje alto para el promedio mundial, que ha mantenido estable) y a pesar de haber sufrido una fuerte crisis económica en 2011.
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Desde abajo
En 1995, el país luso recibió una amarga noticia. Tuvo el peor puntaje de los europeos en la prueba TIMSS de Matemáticas para estudiantes de secundaria. De los 41 países que participaron, solo superó a Irán, Kuwait, Colombia y Sudáfrica. Eso significó un doble tirón de orejas, no solo por quedar muy por debajo de países con menor ingreso, sino porque había empezado en los años ochenta una ola de reformas para relajar el currículo, quitar la memorización y fortalecer el aprendizaje cultural y étnico, entre otros. Esas medidas, aunque mejoraron de forma importante la escasa cobertura que había dejado la dictadura de António de Oliveira Salazar, mostraron pocos resultados en calidad.
Desde entonces, el Gobierno portugués se puso una meta clara: optimizar los resultados en Matemáticas y Lectura de los alumnos de preescolar, básica y media. “En mi opinión, tres factores explican los resultados portugueses en Pisa”, cuenta João Marôco, profesor asociado del Instituto Universitario ISPA, en Lisboa, y experto en estadística educativa. “Primero, los cambios en materia educativa dirigidos a mejorar el aprendizaje de Lectura y Matemáticas; segundo, la acciones orientadas a tener profesores más calificados; y, por último, la mejora de las condiciones de vida de las familias portuguesas”.
Currículo
En 2001, Portugal produjo un cambio curricular que fortaleció los estándares mínimos que deben alcanzar los jóvenes en Matemáticas y Portugués. Lo reforzaron con planes de lectura y aritmética básica en 2007. “En 2012 preparamos una reestructuración curricular para darle más tiempo a las áreas fundamentales: primero, Lectura y Matemáticas; luego, Ciencias, Historia y Geografía; después Inglés. Lo hicimos a expensas de asignaturas como Aprendizaje en Compañía, Proyecto Educativo o Educación Cívica, que, aunque tratan de actividades importantes, estaban poco estructuradas”, explica Nuno Crato, ministro portugués de Ciencia y Educación entre 2011 y 2015. Los cambios curriculares llegaron acompañados con un sistema de evaluación más estricto.
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Mejores maestros
En ese mismo sentido, ese país aumentó en los últimos años las exigencias para ser docente. “Antes de 2000, uno solo necesitaba estar graduado o matriculado en una universidad para ser maestro, y no hacía falta ninguna especialidad en Educación. Hoy, los nuevos deben tener una maestría en Pedagogía para ingresar a la profesión”, dice Marôco. Además, los profesores tienen que aprobar un riguroso examen de portugués y matemáticas, y desde primer semestre de la licenciatura ya están haciendo prácticas in situ. Eso va acompañado de constantes jornadas de capacitación (84 % de los maestros reciben alguna preparación a lo largo del año, según el Estudio Internacional sobre la Enseñanza y el Aprendizaje, Talis, 2013). Además, la profesión tiene prestigio: los docentes portugueses ganan 30 % más que el salario promedio del resto de profesionales.
Resulta interesante que no han hecho mayores incrementos en el gasto público. En la primera mitad de 2011, Portugal cayó en una crisis económica y se vio obligado a buscar un rescate financiero con los líderes de la Unión Europea por 78 millones de euros. Como contraprestación, el Gobierno de Lisboa debía aprobar una serie de medidas, entre las que estaba reducir los gastos educativos (la nómina docente representaba un tercio de los funcionarios públicos).
“Nuestro lema se volvió ‘obtener más con menos’. Eso implicó concentrarnos en lo esencial; no en los salarios de los maestros, ni los sindicatos, ni la infraestructura, ni los equipos de computación, sino en los estudiantes”, dijo el exministro Crato.
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Entre 2010 y 2015 cerraron las escuelas que tuvieran menos de 21 alumnos y conformaron clústeres de colegios. El número de profesores cayó 21,2 %, de 33.413 a 14.496, lo que representó un ahorro de 328 millones de euros. Eso significó una carga laboral más alta para los maestros, pero fue posible gracias a que venía decreciendo la población en edad escolar, aunque el número de docentes siguiera, hasta entonces, en aumento.
A pesar de eso, en 2015 Portugal volvió a superarse en las pruebas Pisa y TIMSS, y por primera vez sobrepasó el promedio de la Ocde. Eso no quiere decir que el sistema educativo haya llegado a la perfección. Todavía acarrea problemas heredados del pasado, como una cobertura en educación media inferior al promedio europeo. Pero el proceso demuestra cómo se puede mejorar un sistema al enfocarse en pilares claves del proceso educativo: la calidad de los maestros y el currículo.