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La educación rural en Colombia: semilla para el desarrollo

Hacer de Colombia el país más educado de América Latina es un propósito nacional, y esta meta ha puesto en marcha políticas educativas en múltiples aspectos.

*Emiliana Vegas
22 de noviembre de 2016

Iniciativas como los programas Todos a Aprender y Ser Pilo Paga reflejan esfuerzos que buscan la inclusión y la calidad en la educación para los niños y jóvenes colombianos. Continuar hacia el logro de esta meta implica también poner la lupa en un enorme desafío: la educación rural.

Ofrecer una educación de calidad en comunidades de difícil acceso, con infraestructura precaria y escasa disponibilidad de servicios representa un reto para toda la región. Colombia, por su parte, lo ha reconocido y ha recorrido un importante trayecto para trazar los lineamientos de una política educativa para la población de las zonas rurales. Estos esfuerzos han sido pertinentes, pero falta camino por andar.

Según las pruebas Pisa de 2012, los estudiantes colombianos de zonas rurales se desempeñaron más de un año de escolaridad por detrás de sus pares urbanos y, en promedio, sus puntajes se encuentran por debajo del de la población rural de algunos países de América Latina y el Caribe. Avanzar hacia el objetivo de mejorar la calidad y cerrar las brechas de acceso y aprendizaje entre áreas rurales y urbanas dependerá de la implementación de políticas educativas que asuman los retos de infraestructura y enseñanza efectiva y pertinente para los niños y jóvenes en contextos rurales.

Un buen paso hacia adelante será realizar esfuerzos para generar condiciones básicas de aprendizaje para todos los alumnos. La provisión de textos y otros recursos educativos de calidad, con metodologías apropiadas para contextos rurales y espacios escolares multigrados es hoy, más que nunca, indispensable. En las escuelas que atienden a estudiantes provenientes de comunidades vulnerables es donde estas inversiones se vuelven primordiales. Esto debe estar acompañado de inversiones urgentes para garantizar servicios básicos a las escuelas. Según el Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo (Terce), el 100 % de las escuelas de zonas urbanas cuentan con acceso a agua, mientras que solo el 37 % lo tiene en las áreas rurales.

Por otra parte, en el ámbito rural, si bien se ha universalizado casi por completo el acceso a educación básica, existen importantes retos en la continuación de los estudios. La tasa de graduación de secundaria baja en Colombia es de 35 % para las áreas rurales, la cual está muy por debajo del porcentaje que culmina este nivel en otras zonas rurales de América Latina y el Caribe. Adicionalmente, en estas áreas colombianas, existe un 21 % de jóvenes que ni estudian ni trabajan, siendo este un porcentaje de “ni-nis” de los más altos de la región. En este sentido, el sistema educativo debe buscar retener a los jóvenes en la
escuela. Será vital que el currículo de la secundaria y de los programas vocacionales conecten las habilidades enseñadas con las demandadas por las industrias y por las actividades productivas de las comunidades, para que los jóvenes puedan verle a corto, mediano y largo plazo los beneficios de dedicarles tiempo a sus estudios.

Estas políticas educativas y el fortalecimiento institucional del sistema educativo en función de lo rural apuntan a que la educación actúe como un agente transformador y de oportunidades para lograr el desarrollo sostenible de las comunidades. En este proceso, se afianza la escuela como espacio privilegiado para fertilizar la semilla de convivencia y ciudadanía desde la infancia. Es un espacio en el que la concurrencia de todos los actores sociales permite reconstruir el tejido social para vislumbrar y construir un nuevo futuro para las y los niños y jóvenes colombianos.

* Jefa de la División de Educación del Banco Interamericano de Desarrollo en Washington, DC.

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