EDUCACIÓN
El drama del comercio que funciona alrededor de los colegios: muchos al borde de la quiebra
Empresas familiares dedicadas al comercio de útiles escolares, uniformes o prestación del servicio de rutas están al borde de la quiebra.
Con la llegada del coronavirus y la cancelación de clases presenciales en el país, no solo se puso en jaque la continuidad del proceso educativo de millones de estudiantes en Colombia, sino también el sustento de las familias que dependen del comercio y la economía que funciona en torno a los colegios.
“No hemos vendido un solo uniforme desde que empezó la pandemia”, dice con evidente resignación Yudy Chacón, diseñadora de modas que, junto con su familia, tiene desde hace un par de años una pequeña empresa de confección de uniformes escolares para varias instituciones educativas privadas del país.
Cuenta que a pesar de no estar recibiendo ingresos, continuó pagando arriendo y servicios por cinco meses, pero era claro que en el corto plazo no regresarían los niños a los salones y, por consiguiente, nadie necesitaría un uniforme para estar en la casa. Trató de reinventarse confeccionando tapabocas y overoles, aunque al encontrar que había tanta oferta, no era productivo ni encontró mercado.
El drama se repite en muchos negocios similares. Ofelia Rodríguez vende camisetas y pantalones de uniformes en San Victorino al por mayor y al detal. No obstante, dice que este año casi nadie entra a su tienda: “Diría que he vendido 5 % de lo que facturé el año pasado”.
La situación no es exclusiva de las empresas de uniformes. Las tiendas de útiles escolares y libros de texto atraviesan una crisis parecida. La evidencia de ello son las populares ferias escolares, en las que decenas de locales se surtían especialmente para el regreso a clases.
Vanessa Rodríguez coordina dos establecimientos de temporada en el centro de Bogotá desde hace algunos años, pero asegura que nunca había visto las calles tan solas para este tiempo: “No hemos vendido ni el 10 %; antes éramos 14 compañeros trabajando y ahora solo somos dos personas”.
El gremio de comerciantes confirma que en 2020 el 69 % de los hogares dijo destinar al menos 500.000 pesos para útiles (no incluye gastos de matrícula ni transporte).
Para este año, el 63 % de las familias aseguró que no invertirá más de 400.000 pesos para ese rubro. Solo el 20 % afirmó que destinaría más de 600.000 pesos para los útiles.
Aunque muchos comerciantes del sector escolar tenían la esperanza de que con el retorno gradual a la presencialidad este año retornarían los ingresos a sus niveles normales, lo cierto es que la recuperación ha sido muy lenta y muchas pequeñas empresas no están aguantando o temen no sobrevivir.
El informe de Fenalco publicado esta semana revela que las empresas del sector de papelerías y útiles reportaron que el segundo semestre de 2021 será muy similar al primero, por lo que ven a 2021 como un año de transición y esperan que 2022 sea realmente el retorno a la normalidad.
Desde el gremio de comerciantes aseguran que las expectativas para cerrar este año son lograr un incremento de por lo menos 20 % comparado con 2020.
En cuanto a los productos más vendidos, la tecnología, como computadores, celulares y tabletas, mantiene los primeros puestos; también hay incrementos en los artículos de oficina y esto se da porque el retorno laboral se dio primero que el escolar; hay leves repuntes en resaltadores y marcadores.
Sin embargo, productos de papelería, marcadores borrables, morrales, cartucheras, reglas o colores siguen siendo los menos demandados.
Para Juan Esteban Orrego, director de Fenalco Bogotá, “el avanzado proceso de vacunación permite afianzar las expectativas de los empresarios que atienden las necesidades del sector educativo, para que en el primer semestre de 2022 se presente una temporada escolar con excelentes resultados como los evidenciados previos a la pandemia”.
Por el momento, muchas empresas aguardan que el proceso de vacunación siga avanzando y la confianza de los padres de familia y maestros en la presencialidad crezca, para así reactivar la economía escolar de la que dependen cientos de miles de familias en el país.