EDUCACIÓN

¿Cómo es la vida de un preso en Escandinavia?

'Educad al niño para no castigar al hombre', decía Pitágoras. Los países escandinavos (Dinamarca, Noruega, Islandia, Finlandia y Suecia) parecen honrar esta máxima.

24 de febrero de 2016
| Foto: Archivo SEMANA

Las cárceles en Escandinavia no tienen cercas ni personal de seguridad. En lugar de cercas, hay campos, y en lugar de seguridad, profesores. La rehabilitación o reinserción de un individuo en la sociedad tras años de prisión hace parte de la política criminal de casi todos los países del mundo, pero muy pocos logran hacerlo realidad. La educación juega un papel fundamental.

Noruega y Finlandia, tienen una de las tasas de encarcelación más bajas de Europa: 66 presos por cada 100.000 habitantes en Noruega y 52 por cada 100.000 habitantes en Finlandia; mientras Estados Unidos registra 727 presos por cada 100.000 habitantes y Colombia 393 por cada 100.000 habitantes, es decir hay sobrecupo: 117.000 reclusos frente a 78.000 de capacidad de albergue.

Escandinavia, a diferencia de Estados Unidos, Colombia y del mundo en general, es una sociedad altamente educada donde las diferencias sociales son menores. En este sentido, es muy difícil que los individuos sientan necesidad de recurrir a trabajos ilegales para ganarse la vida o subsistir.

Cuando un escandinavo –bien sea un islandés, un finés, un noruego o un sueco– es condenado por violación a la ley penal, es enviado a hacer parte de un programa de rehabilitación o socialización que incluye distintas actividades de orden pedagógico: música, arte, lectura e, incluso, agricultura. Bajo estas actividades aprenden el valor del trabajo y de la ética y el ejercicio de sus talentos naturales como fuerza productiva del país. En otras palabras, son formados intelectualmente, de modo que aprendan a integrarse en el mundo en que viven y a identificarse con su realidad.

El mensaje de la política carcelaria en Escandinavia hace hincapié en privilegiar la necesidad de reintegración del condenado en la sociedad más que en la necesidad de castigo. No se concibe el castigo como justicia, concepción normalmente impartida por las religiones. La justicia en el norte de Europa es asociada con la restitución y con el equilibrio. Si robaste, produces; si mataste, aprendes el valor de la vida. Es decir, una acción negativa se contrarresta con una acción positiva diametralmente opuesta a la que se incurrió.

En el verano, asesinos, violadores y ladrones pueden practicar tenis, cabalgar por el bosque, nadar en la playa o estudiar sobre importantes personalidades de la historia. Los convictos trabajan durante horas construyendo sus propias viviendas en madera y labrando la tierra en una granja con ganado al que hay que atender. Hay leña para cortar y procesar en el aserradero –con hachas y sierras- y cultivos y cosechas que emprender. Si el tiempo de condena alcanza, hasta un certificado laboral de lo aprendido obtienen a la salida.

En América y muchos otros lugares de Asia y Europa, los convictos comienzan su condena en una cárcel tradicional, es decir, en instalaciones seguras o herméticas, pero que tienen los problemas comunes a otras cárceles del mundo: drogas y falta de educación. Los internos permanecen encerrados en sus celdas sin nada que hacer o producir. Pasa el tiempo de su condena y son liberados en igual o peores condiciones en que fueron condenados, por lo que continúan delinquiendo.

En este enlace puede ver un vídeo sobre el concepto de rehabilitación o la política criminal en Escandinavia.