EDUCACIÓN

Publindex, ‘la purga’ de las revistas universitarias

El nuevo Índice Bibliográfico Nacional, que surgió con la intención de mejorar la calidad de los títulos indexados, ha despertado la crítica de muchos expertos. ¿Qué significa para la comunidad científica?

26 de febrero de 2018
| Foto: Pixabay

En mayo de 2009, la revista El Malpensante publicó un artículo de Pablo Arango, profesor de la Universidad de Caldas, en el que señalaba la “farsa” que representan las publicaciones universitarias.

El artículo causó cierto revuelo en la comunidad –y lo hizo merecedor de una mención de honor del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en la categoría de educación– por mostrar, con elocuentes ejemplos, la realidad de las revistas científicas en el país: su calidad editorial deja mucho que desear y casi nadie las lee. En parte, porque están, muchas de ellas, mal escritas y, en parte, porque se publica solo por publicar, por los estímulos económicos que supone.

Con el fin de mejorar ese panorama, aunque no necesariamente inspirados en las mismas razones que enumeraba el profesor Arango, el año pasado Colciencias se dispuso a aumentar las exigencias para las revistas científicas mediante la implementación de un nuevo sistema de clasificación del Índice Bibliográfico Nacional, IBN-Publindex.

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Ahora los títulos nacionales tienen que cumplir ciertos criterios de buenas prácticas editoriales y estar incluidos en un índice bibliográfico de citación internacional (lo que más pisó ampollas) para estar indexadas.

Los resultados fueron significativos, si bien no necesariamente positivos: de 542 revistas indexadas solo quedaron 244, menos de la mitad. Al mismo tiempo, la gran mayoría de publicaciones cayó de categoría. Solo una en todo el país, Análisis Político, de la Universidad Nacional, quedó en la clasificación más alta (A1).

Como era de esperarse, las reacciones de la comunidad científica han sido bastante airadas. Muchos están inconformes con la nueva metodología, aunque hay también quienes piensan que era un proceso necesario.

Todavía está por verse si resultó una limpieza necesaria de malas prácticas para internacionalizar las publicaciones científicas o si fue un recorte indiscriminado que no responde a los verdaderos criterios de calidad.

¿Demasiadas publicaciones?

Más allá de las motivaciones investigativas y de reputación que supone hacer un artículo científico, los profesores de las universidades públicas en Colombia tienen un incentivo económico grande por publicar: por cada artículo en una revista indexada en una de las cuatro categorías del Publindex (A1, A2, B y C) ganan puntos salariales (las unidades en las que están compuestos los salarios de los maestros del magisterio).

El decreto 1279 de 2002 lo estipula del siguiente modo: “Por trabajos (...) publicados en revistas del tipo A1, 15 puntos por cada uno. Por trabajos (...) publicados en revistas del tipo A2, 12 puntos por cada uno. Por trabajos (...) publicados en revistas del tipo B, ocho puntos por cada uno. Por trabajos (...) publicados en revistas del tipo C, tres puntos por cada uno”.

Actualmente cada punto equivale a 12.939 pesos, por lo que escribir en una revista indexada A1 representa un aumento del sueldo de 194.085 pesos mensuales. Un incremento que se refleja también en las pensiones, cesantías, primas, etcétera.

Pero, además de eso, el ascenso en el escalafón docente, con su respectivo incremento salarial, también está ligado a la publicación de artículos científicos. “Ese ascenso, por lo general, también depende de las publicaciones que haga. Sin publicar algo, es más complicado el ascenso en el escalafón”, dice Jorge Hernán Agudelo, profesor de la Universidad de Antioquia y editor de la Revista Colombiana de Ciencias Pecuarias.

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Por eso los incentivos para escribir y tener una revista indexada son, en gran medida, económicos. No por nada, de las 10 universidades con más revistas en el Publindex, ocho son públicas. En este escenario, no sorprende que hubiera un boom de publicaciones científicas en el país y que, en 2012, Colombia fuera el quinto país de la región con mayor número de artículos académicos, con 5000 registros, a pesar de invertir tan poco en investigación.

“Para el grupo de científicos y la generación de ciencia que produce había demasiadas revistas científicas”, sugiere Nicolás Morales, director de la Editorial Javeriana. “La factura financiera para las universidades públicas estaba siendo muy grande. Esto hace que se presione a Colciencias para que adopte un mecanismo de ‘purga’ del sistema”.

El revolcón

Como esta gran cantidad de publicaciones no se reflejaba en la calidad ni en el impacto de la producción científica colombiana, “el modelo anterior nos llevó a ser uno de los países del mundo con menos miembros de la comunidad científica en promedio por revista.

Es decir, muchas revistas con pocos investigadores para nutrirlas de contenidos y con artículos poco citados”, explicó Alejandro Olaya, subdirector de Colciencias, a Semana Educación. Por eso, el actual sistema pone especial énfasis en la visibilidad de las publicaciones mediante un indicador principal: las citaciones.

Como afirma Óscar Gualdrón, director de Fomento a la Investigación de Colciencias, “estas se aso- cian con el impacto académico, que es la mejor forma de medir de manera objetiva los aportes que hacen los investigadores. El tema de la calidad está implícito en las citaciones”.

Sin embargo, para muchos miembros de la comunidad científica la cantidad de citas que recibe un artículo no refleja necesariamente su calidad. “Para empezar, hay publicaciones que han sido tan malas que muchas veces las citan para mostrar lo que no debe hacerse. Por otro lado, publicaciones como la de la clonación humana fueron ampliamente citadas, pero después se descubrió que lo que hicieron fue manipular datos. Entonces son artículos con muchas citas, pero no una buena investigación”, alega Édgar Prieto Suárez, director del Sistema Nacional de Bibliotecas de la Universidad Nacional y experto en indexación.

Además, hay artículos que tienen un gran impacto local y que no aparecen en los índices internacionales. “Por ejemplo, ¿cuántas de las publicaciones apoyaron la formulación de una política pública? Y eso no se mide con citas”, agrega Prieto.

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Inicialmente, Colciencias adoptó dos bases de datos bibliográficas internacionales, Scopus y Web of Science, para otorgar la calificación en el Publindex. Las revistas nacionales que están en el primer cuartil en los índices internacionales de citación quedaron en A1, las de segundo cuartil en A2, la de tercer cuartil en B y la de cuarto en C.

Pero como Scopus solo cuenta con 89 revistas colombianas y Web of Science con 15, Colciencias decidió ampliar el filtro incluyendo el Índice H de Google Scholars, que recoge una mayor cantidad de publicaciones científicas que se encuentran en internet.

Esto permitió incluir 143 revistas más en el índice. Pero también despertó ciertas críticas, pues mientras ingresar a las bases de datos de Scopus y Web of Science, incluso en el último cuartil, es todo un reto para una revista latinoamericana, entrar al primer cuartil del Google Scholar es, relativamente, mucho más fácil.

“Este no solamente considera que los artículos sean citados por revistas científicas, sino que considera todo tipo de citas en internet. Por ejemplo eventos o congresos donde es mucho más fácil que se publique un trabajo y la revisión del mismo no es tan buena. Por eso, hay una diferencia muy grande entre las revistas clase B vía Scopus y las clase B vía Google Scholar”, opina el profesor Agudelo.

Todo esto causó un revolcón de la clasificación que había. Revistas tradicionales, que eran faro en la calidad de su producción científica, quedaron no tan bien posicionadas, mientras otras más recientes o de menor renombre quedaron a su mismo nivel o incluso por encima, debido al ‘atajo’ del Índice H.

Por otro lado, también llama la atención que dos publicaciones, Mutatis Mutandis, de la Universidad de Antioquia, y Earth Sciences Research Journal, de la Universidad Nacional, que no están en el segundo cuartil de las bases internacionales, obtuvieran la categoría A2, según descubrió Fabio Flórez, coordinador de revistas científicas de la Editorial Javeriana.

¿Sí mejora la calidad?

 Los primeros afectados con este cambio serán los profesores del sector oficial. Con la “purga” de títulos del Publindex, publicar un artículo en una revista indexada –las únicas que dan bonificación salarial– va a ser más complicado.

Ya de por sí sacar un artículo en una de estas puede demorar entre dos y cinco años, por las etapas de revisión y la larga cola de espera que hay.  En otras palabras, será un proceso mucho más engorroso y demorado.

Paradójicamente, esto podría beneficiar a las revistas que logren mantenerse en la clasificación de Colciencias, opinan los editores científicos consultados por SEMANA EDUCACIÓN, pues estas van a recibir todos los artículos de las revistas que se quedaron por fuera.

Eso significa que podrán ser más estrictos con la calidad de lo que aceptan. A la vez, se podría augurar que, ante una dificultad mayor para publicar, los investigadores serán más cuidadosos con la calidad de sus textos.

En este sentido, el nuevo Publindex sí podría mejorar la calidad. A largo plazo se espera que las editoriales se adapten mejor a los requisitos internacionales y posicionen mejor sus revistas. Pero eso tampoco implica mejorar la calidad de la investigación. Para eso, es fundamental invertir más en I+D (investigación y desarrollo), un rubro que en el país está de capa caída.

Al final, la reducción del Presupuesto General de la Nación para la ciencia en 2018 será de 11 %, no del 42 % que se esperaba inicialmente. De todos modos es una disminución importante en un país que ya de por sí invierte muy poco en este sector.

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En cuanto a mejorar la calidad comunicativa de las revistas, es fundamental profesionalizar más la labor de los editores. Siguiendo esta línea, Colciencias está trabajando en un programa de formación de editores de ciencia para el próximo año.

En ese sentido, los problemas que enunciaba el profesor Arango todavía están lejos de superarse, aunque ciertos aspectos podrán mejorar por la disminución de publicaciones. Aun así, esto no ataca el problema principal. En sus palabras: “Todo ese sistema es el resultado de un Gobierno Nacional que prefiere abrir el gota a gota de los aumentos de sueldo para los profesores por publicar en ciertas revistas antes que nivelar los salarios (como lo hizo con la administración judicial).

Si se quitara ese incentivo salarial (que ya se demostró que pro- duce muchos problemas y muy pocos beneficios), todos esos problemas de calidad desaparecerían por la sencilla razón de que la mayoría de las revistas desaparecerían”, concluye.

Este artículo hace parte de la edición 29 de la revista Semana Educación. Si quiere informarse sobre lo que pasa en educación en el país y en el exterior, suscríbase ya llamando a los teléfonos (1) 607 3010 en Bogotá o en la línea gratuita 01 8000 51 41 41.

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