Educación
“Fue muy difícil, pero me acostumbré”, joven relata cómo es la educación en Ucrania, tras más de dos años de la invasión rusa
Son miles de niños y adolescentes los que viven en medio de la zozobra por las alarmas que alertan sobre la guerra.
“Fue muy difícil, pero me acostumbré”, asegura Sofia Klochko, una adolescente que al igual que millones de estudiantes en Ucrania, cierra el tercer año escolar marcado por el trauma de la guerra, el estrés de las alertas antiaéreas y los bombardeos rusos.
“Este año, vivir con todas estas alertas por la noche ha sido difícil”, cuenta la joven de 13 años, que asiste a clases en la escuela número 61 de la capital, Kiev, que cierra el curso este viernes.
La estudiante afirma que pese a la angustia cotidiana, su vida es más fácil ahora que a inicios de la invasión rusa, en febrero de 2022, cuando se despertó con las explosiones. “Al menos hay una cierta rutina”, dice.
Una encuesta realizada a principios de año por el gobierno de Ucrania a los profesores reveló que “el estado emocional de los alumnos se ha deteriorado y su motivación para aprender disminuyó” en los dos últimos años.
Tendencias
Dos tercios de los profesores consultados afirmaron que los estudiantes están más cansados, frente a un 52 % en el curso 2022/2023.
Un 50 % de los docentes percibe que sus alumnos están más tensos, en comparación con un 41 % en el mismo periodo del año anterior y un 38 % los describe como más ansiosos (frente a un 27 % hace un año).
El sistema educativo ucraniano ha mostrado una extraordinaria resiliencia a la guerra y las clases retomaron en todo el país tres semanas después del inicio de la invasión de esta exrepública soviética, aunque en muchos casos las lecciones se imparten a distancia.
El informe de PISA de 2022, un indicador internacional de referencia sobre educación, que fue publicado en diciembre y que mide las competencias de estudiantes de 15 años en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), constató que Ucrania perdió 15 puntos en matemáticas, 19 en ciencias y 38 en comprensión escrita respecto a 2018.
Educación a distancia
Este retroceso es muy marcado, incluso teniendo en cuenta que hubo una “caída sin precedentes” a escala global, de una media de 15 puntos en matemáticas y 10 puntos en competencias de lectura debido a la pandemia de la covid-19.
Algunos alumnos perdieron a sus seres queridos y “muchos perdieron sus casas, tuvieron que irse, la situación económica se deterioró”, explica el subsecretario de Educación, Andrii Stashkiv. “Esto tiene un impacto en los resultados”, recalca.
Stashkiv destaca que los estudiantes ucranianos fueron examinados para el informe PISA en un periodo en el que hubo una intensificación de los bombardeos rusos.
Además, muchos alumnos siguen las clases en línea, dado que un 20 % del territorio de Ucrania está ocupado, 1.600 escuelas han sido dañadas y más de 200 quedaron completamente destruidas.
Ucrania contaba con más de cuatro millones de alumnos antes de la guerra y actualmente 900.000 estudian a distancia porque están muy cerca de la línea del frente o de la frontera rusa. Además, cerca de 600.000 viven como refugiados en el extranjero, señala Stashkiv.
Del total de menores refugiados en el extranjero, dos tercios siguen estudiando en línea en escuelas ucranianas.
En Ucrania, el gobierno ha construido refugios subterráneos y distribuyó 150.000 tabletas y teléfonos inteligentes a familias con dificultades.
Sofia afirma que intenta esforzarse en “estudiar y tener buenas notas”. “El futuro de Ucrania recae en los hombros de personas como yo”, opina.
En su escuela, las autoridades habilitaron dos refugios subterráneos y allí se resguardan los alumnos y profesores cuando suenan las alertas antiaéreas que advierten de un posible bombardeo ruso. Para los profesores, la guerra también es una ruda prueba.
“Los niños están cansados y nosotros estamos cansados”, afirma Liudmila Kinzerska, una docente de 49 años que imparte lengua ucraniana y literatura a la clase de Sofia.
“Yo no puedo permitirme ser débil o mostrar mis emociones cuando nos vamos al refugio”, relata. “Tengo que sonreír y decir que todo va a estar bien”.
Pese a todo, Kinzerska trata de ofrecerles algo de esperanza a los alumnos: “Intentamos hablar más del futuro. Quiero que tengan sueños, para que la guerra no le robe los sueños a los niños”.
*Con información de Agence France-Presse.