EDUCACIÓN
La novedosa manera con la que países en América Latina enfrentan el desafío de los "ninis"
La realidad de los jóvenes que ni estudian ni trabajan es un reto para los gobierno a nivel mundial. En la región latinoamericana varios estados han comenzado a impulsar una iniciativa para enfrentarla.
Pobreza, delincuencia, desempleo, problemas de salud, de vivienda y medioambientales. Estos son solo algunos de los desafíos constantes que enfrentan todos los gobiernos del mundo. La mayoría no termina de resolverlos por una cuestión muy sencilla: el dinero en la arcas estatales no alcanza para abordarlo todo.
Lo mismo les ocurre a las organizaciones civiles (ONG) dedicadas a combatir estas problemáticas, cuyos bolsillos -dependientes en su mayoría de donaciones- son aún más limitados.
¿Cómo resolver el dilema?
Hace unos años surgió una solución: atraer a los grandes dueños de capitales haciendo que ayudar sea redituable no solo desde lo moral sino también económicamente. Pero ¿cómo lograrlo? A través de un novedoso mecanismo de financiación llamado Bonos de Impacto Social (BIS).
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Los BIS funcionan -al igual que otros títulos de deuda- ofreciendo una tasa de retorno, pero esa ganancia está atada a un objetivo social o medioambiental. Por ejemplo, un Estado quiere resolver un problema de desempleo juvenil en cierta ciudad. Emite un bono que ofrece una X tasa de retorno para quien quiera invertir en capacitar y emplear a un grupo target de jóvenes. El inversor y el Estado se ponen de acuerdo y eligen a un “proveedor de servicio” -normalmente una ONG- que se dedicará a la capacitación e inserción laboral de esos jóvenes. También se elige a un evaluador -por ejemplo una universidad, otra ONG o una consultora- que será la encargada de medir el éxito de los objetivos. Los réditos económicos vienen directamente atados a los objetivos y suelen ser metas escalonadas.
Así, por ejemplo, si ese grupo target completa su capacitación, el inversor obtiene X renta. Si logra conseguir un trabajo, el porcentaje aumenta; Y si al cabo de un año esos jóvenes siguen empleados, la ganancia sube aún más. “Hoy hay lanzados más de 70 BIS en 60 países y mueven US$278 millones”, señaló a BBC Mundo María Laura Tinelli, directora de Acrux Partners, una consultora de inversión de impacto con base en el Reino Unido y Argentina que se especializa en este innovador mecanismo.
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“También hay en desarrollo otros 100 proyectos, 14 de ellos en América Latina”, contó la experta, quien se encuentra actualmente en Argentina, donde asesora al gobierno de Buenos Aires en el desarrollo de su propio BIS, que apuntará al problema de los llamados ni-ni (los jóvenes que ni estudian ni trabajan).
Cómo nacieron
Los padres de los Bonos de Impacto Social fueron los británicos, que crearon el concepto en 2010. Reino Unido ya se destacaba en el mundo como la Meca de la inversión de impacto, aquella que busca un fin social o medioambiental además de económico. En ese contexto, la consultora especializada británica Social
Finance inventó el modelo de los BIS junto con el Ministerio de Justicia británico para hacer frente al problema de la reincidencia carcelaria juvenil. Se eligió como prueba piloto a la cárcel de Peterborough, una ciudad al norte de Londres. El objetivo del bono era lograr que 2.000 prisioneros que cumplieron una condena de menos de un año no volvieran a caer en el delito tras su liberación.
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El gobierno británico propuso pagar los bonos solo si se alcanzaba una reducción de al menos 7,5% en la tasa de reincidencia. Los hombres recibieron asistencia por parte de “proveedores de servicio” durante 12 meses antes y después de su liberación y los resultados fueron un éxito: La reincidencia se redujo en un 8,39% (de acuerdo con lo estimado por dos universidades y una consultora).
Rentables
Según Tinelli, los BIS pagan tasas “no muy diferentes” de otros títulos de deuda. No obstante remarcó que no son comparables a los bonos tradicionales, por empezar porque no hay un mercado donde venderlos y comprarlos. “Es en realidad más parecido a una asociación público privada”, explicó.
Otra gran diferencia con un bono normal es que el inversor solo cobra si los resultados se cumplen. Como toda inversión, “a mayor nivel de riesgo, mayor es la tasa de retorno”. Sin embargo, la experiencia hasta ahora ha demostrado que en general los BIS son una inversión bastante segura. “La mayoría de los bonos que se encuentran en curso están siendo exitosos”, señaló la directora de Acrux Partners.
América Latina
Adolfo Diaz Valdez es el director de Planificación Estratégica del gobierno de la ciudad de Buenos Aires y el encargado de diseñar el BIS local, que en Argentina tendrá otra modalidad y se conocerá como “Vínculo de Impacto Social”. El funcionario dijo a BBC Mundo que la gran ventaja de este mecanismo para un Estado es que paga solamente por resultados. “Nos sirve porque nos permite probar soluciones alternativas a los problemas sin tener que asignar fondos de entrada. Se paga recién al final y en función de los resultados. Eso nos permite innovar, señaló.
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Buenos Aires no es la única ciudad latinoamericana que desarrolla esta iniciativa. De hecho en marzo pasado Colombia se convirtió en el primer país de la región que lanzó un BIS por US$8,5 millones, que busca generar empleo para beneficiar a poblaciones vulnerables desplazadas por el conflicto armado en las ciudades de Bogotá, Cali y Pereira.
Antes, en 2015, en Perú se usó algo similar a un BIS, un Bono de Impacto de Desarrollo, que benefició a poblaciones indígenas en la región del Amazonas. En la actualidad hay proyectos de BIS en Brasil, Chile, Costa Rica, Ecuador y México.
Las iniciativas latinoamericanas son fomentadas por el Fondo Multilateral de Inversiones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID-FOMIN). Susana García-Robles, especialista principal de la Unidad de Acceso a Financiamiento del BID-FOMIN, dijo a BBC Mundo que es difícil predecir el éxito que puedan tener estas primeras “pruebas piloto” en la región. “Sabemos que los BIS han tenido mucho éxito en Inglaterra y otros mercados desarrollados, vamos a tener que ver si realmente este es un instrumento bueno para América Latina”, señaló.
No obstante, remarcó que la región es un terreno muy fértil para este tipo de propuestas innovadoras. “Aquí hay muchas necesidades relacionadas con carencias básicas de salud, de educación, de vivienda, de empleo. Si este instrumento da resultado puede ser muy bueno probarlo a nivel de las municipalidades y los gobiernos locales”, afimó.
Inversores
Está claro por qué un BIS puede servirle a un gobierno, a una ONG que quiere ayudar y a las personas que reciben ese beneficio. Pero ¿por qué podría interesarle a un inversor? Fabiana Oliver es la responsable de sustentabilidad de la Organización Román, un family office argentino -un equipo de profesionales que administran los bienes de una familia-, que son potenciales inversores en el proyecto argentino.
Oliver aseguró que lo interesante de los BIS es que son una inversión sustentable y eficiente. “Cuando uno quiere ayudar en general hace una donación, pero eso no le da sustentabilidad en el tiempo al proyecto que querés apoyar. Con los BIS, como uno recibe una ganancia puede reinvertir en el proyecto y además al trabajar en alianza con el Estado y las ONG, y al tener metas claras y medibles, se hace más eficiente la ayuda”, sostuvo.
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Pero ¿qué pasa con quienes solamente quieren ganar dinero? ¿Podrá algún día esta herramienta atraer a los inversores que principalmente buscan una ganancia financiera? “Yo creo que sí. Si uno mira los retornos financieros en el mundo hoy tampoco son tan altos”, señaló García-Robles del BID-FOMIN.
Cambio de paradigma
Además, según la experta, en los próximos años se verá un “cambio de paradigma” gracias a una nueva generación -los afamados millennials- que “cada vez más exigirán que todas las inversiones tengan un retorno social o medioambiental, además de financiero”. Por su parte, Tinelli también se mostró optimista sobre el futuro de los BIS en América Latina.
“Los Bonos de Impacto Social impulsan a actores que no suelen trabajar de forma coordinada a unirse para resolver una problemática. Lo positivo en el contexto latinoamericano es que rompen los hilos tradicionales entre el gobierno y el sector privado, generando eficiencias en el uso de los recursos públicos y aprendizajes tanto del Estado como de las organizaciones de la sociedad civil”, ndicó.
“Considero que si logramos como región probar el modelo, con ejemplos exitosos como los del Reino Unido, podremos instalar esta nueva manera de trabajo conjunto entre el Estado y el privado”, anticipó.
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