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Educación

Se buscan maestros que enseñen más y estudiantes que aprendan menos

El primer error del sistema educativo colombiano es que se aprende sin valorar la complejidad de enseñar. De hecho es extraño ver mensajes publicitarios tales como “Le enseñamos a bailar y cantar”.

Jose Lenis*
4 de julio de 2017

Los sistemas educativos internacionales y, en especial, el colombiano han priorizado en las últimas décadas el vocablo ‘aprender’ más que el de ‘enseñar’. Por ello, escuchamos con mayor frecuencia expresiones como: “aprender a aprender”, “aprendizaje significativo”, “aprender a descubrir” o “ambientes de aprendizaje”.

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De hecho, es extraño ver mensajes publicitarios alusivos a la enseñanza tales como “Le enseñamos a bailar y cantar” o “Se enseñan técnicas de estudio”. De esta forma, un gran número de padres de familia y personas minusvaloran la importancia de quien enseña. Y es ahí donde radica el primer error del sistema educativo colombiano: se aprende sin valorar ampliamente el significado y la complejidad de enseñar.

Para lograr un aprendizaje significativo, requerimos de una enseñanza significativa, que estimule la imaginación, la innovación, la creatividad y la capacidad para pensar críticamente. Son este tipo de competencias en las que los niños y jóvenes del país fracasan, como se evidencia en los resultados de las pruebas Saber y Pisa. Un alto porcentaje de niños colombianos son integralmente poco inteligentes a la hora de razonar, argumentar, inferir y comprender.

Si revisamos su desempeño en Pisa, Colombia está por debajo de la media en relación con el resto de estados americanos. En Ciencias, el país obtuvo un puntaje de 416 cuando el promedio es de 493. En Lectura la relación fue de 425 frente a 493, respectivamente. Finalmente, en Matemáticas, el puntaje de Colombia fue de 390, mientras que la media se estableció en 490.  

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Esta realidad indica que se debe seguir apostando por los programas que incentivan la excelencia docente. Recordemos que en la mayoría de países europeos, los mejores maestros se ubican en la primera infancia y su objetivo fundamental es enseñar bien, no que sus estudiantes aprendan más generalidades y sepan menos en profundización. Colombia necesita maestros que enseñen más y menos estudiantes que aprendan por medio de la repetición de saberes, sin preguntarse el sentido y la verdad de lo que les transmiten.

El término enseñar contrariamente de reducirlo o generalizarlo como mera transmisión de conocimiento requiere ser potencializado como movilizador de ideas, de saber comunicar,  saber despertar retos, interiorizar valores, generar deseos, contemplar experiencias, hacer ver-sentir-decir, asumir compromisos éticos o referir acciones políticas en quien aprende.

La escuela colombiana necesita regresar a la enseñanza como proceso de pensamiento deliberativo y planificado de  profunda reflexión heterogénea, no estandarizada y excluyente como inexplicablemente pretende la escuela contemporánea.  

Valorar el milenario oficio de enseñar o mejorar la enseñanza tiene que ser prioridad para un país que plantea como meta figurar entre los mejores educados de América Latina en 2025.

La formación de maestros necesita alcanzar mejores niveles de enseñabilidad. Es decir, construir equidad en la enseñanza al facilitar la comprensión de lo que se enseña, o hacer más didácticos los procesos de aprendizaje para todos los estudiantes.

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De los 320 mil maestros en el sistema oficial, el Ministerio de Educación ha becado 5.200 con maestrías educativas, y muchos de ellos ahora exhortan a la ministra Yaneth Giha a impulsar redes de investigación educativa como estímulo dignificador del oficio de enseñar y como reconocimiento a una meritoria profesión que es pilar social para la transformación del país.

Enseñar, según San Agustín, es sinónimo de educar o, lo que es lo  mismo, “sacar el corazón del formando de una situación de presente para llevarlo más allá, hacia su futuro como persona y como miembro de una comunidad”

Así pues, la enseñanza no es estandarizable, replicable o linealmente programable, ni es eficientista y excluyente de quien desea aprender. Enseñar es buscar la verdad.  

La sociedad moderna no puede desconocer la potencialidad del enseñante ni permitir que se deslegitime el oficio de enseñar como algo reemplazable e instrumental. No podemos dejar que este bello oficio se reconozca cada vez menos y sea más rechazado, vulnerado y hasta maltratado por algunos estudiantes, padres y empresarios educativos.

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Es sustancial resignificar la enseñanza porque hoy enseñar más, es literalmente aprender menos. En un lenguaje sencillo, es absurdo hablar de un buen aprendizaje sin pensar en una buena enseñanza.

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*Jose Lenis es profesor de la maestría en Educación de la Universidad Icesi.