Lo vivido en el último año les dio la oportunidad a las universidades de reinventar los procesos y adaptarse, en tiempo récord, a las nuevas exigencias del mercado.
Lo vivido en el último año les dio la oportunidad a las universidades de reinventar los procesos y adaptarse, en tiempo récord, a las nuevas exigencias del mercado. | Foto: Getty Images/iStockphoto

EDUCACIÓN

¿La educación superior evoluciona o se reinventa?

La crisis sanitaria ha sido una oportunidad para que las instituciones de educación superior (IES) se reconecten con su esencia y su papel frente a la sociedad y el conocimiento.

17 de abril de 2021

En medio de la difícil afectación que ha dejado la pandemia, se ha creado un momento histórico para la educación superior, permitiéndoles a todos sus actores hacer un alto en el camino y reflexionar sobre cómo impactar mejor, ofrecer más calidad en los procesos y garantizar mayor pertinencia, entre otros factores.

Aunque el desarrollo de la vida académica y universitaria en entornos virtuales ha significado un escenario de ensayo y error para las instituciones de educación superior, han sido más los aprendizajes que las malas experiencias.

En la búsqueda de las mejores prácticas pedagógicas y didácticas, muchas universidades se han reconectado con uno de sus objetivos misionales más importantes: la formación y el acompañamiento integral al estudiante.

Como explica Héctor Bonilla, vicerrector administrativo y miembro fundador de la Universidad Antonio Nariño, “la universidad no puede perder su esencia como institución corporativa, académica e investigadora, que promueve la universalización del conocimiento; de allí sus funciones sustantivas: formación, investigación y servicio a la comunidad”.

El primer viraje de la educación superior

Entre las reflexiones que, naturalmente, suscitaron los primeros meses de la emergencia sanitaria por la covid-19, una urgente reinvención acorde con las circunstancias inmediatas fue el primer viraje tomado por los directivos universitarios.

Desde aquel momento y hasta la actualidad, la educación mediada por las tecnologías (más precisamente, las TIC) es una realidad sin tiempo de caducidad.

Espacios como salones de clase, bibliotecas o laboratorios han migrado a la virtualidad con el uso de materiales interactivos, simuladores o softwares.

“El reto de esta nueva era tecnológica nos está llevando a encontrarnos otra vez con el propósito de la educación: educar, formar y conectar con las nuevas tendencias, sin dejar de lado el sentido de responsabilidad con el mundo y el entorno”, afirma María Clara Rangel, rectora de la Universidad El Bosque.

A pesar de los desaciertos en la manera como las instituciones han entendido y manejado la virtualidad en la emergencia, hoy miles de estudiantes y profesores que la pandemia relegó a sus casas desarrollan competencias y experimentan realidades formativas que, probablemente, no hubieran adquirido en el modelo presencial.

De acuerdo con Jaime Leal Afanador, rector de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD), “esta emergencia mundial aceleró la historia y demostró que lo virtual responde a lo que la modernidad demanda y que, si no hubiera sido por esta, la humanidad se hubiera sumido en una crisis educativa, social y económica sin precedentes. Desde hace más de cuatro décadas, la propia Unesco reconoció que la educación abierta y virtual es la que mejor se acompasa a la nueva sociedad, impregnada por la información y el conocimiento evolutivo. La pandemia ha confirmado esta realidad”.

¿Hacia una nueva pedagogía superior?

Si bien la cara más evidente de la reinvención actual de las universidades es su apuesta por las TIC, lo cierto es que sumarse a la educación mediada por la tecnología necesita de la transformación de las metodologías de enseñanza y aprendizaje.

En primer lugar, muchos docentes han encontrado en la pandemia una oportunidad de oro para familiarizarse con la tecnología, y así actualizarse y reinventar sus dinámicas de clase.

Bajo una lógica pedagógica que invita al alumno a ir explorando contenidos de manera autónoma, los profesores han sacado a relucir su faceta de “generadores de curiosidad” en sus estudiantes e, incluso, de motivadores.

“Estamos asistiendo a la posibilidad de poner en práctica múltiples estrategias pedagógicas y didácticas para la formación integral, que articulan diferentes tecnologías en los múltiples ambientes y objetos de aprendizaje predeterminados, con una alta usabilidad de repositorios digitales de consulta e investigación”, explica el rector de la UNAD.

De otro lado, los estudiantes se han empoderado de esta contingencia, mostrándoles a sus padres y maestros que, en la mayoría de los contextos, es posible aprender por medio de las pantallas y sin que el maestro esté conectado, como en jornadas asincrónicas.

Según la rectora de la Universidad El Bosque, “hemos visto cambios en la generación de nuevos proyectos en los procesos de formación, investigación y responsabilidad social. Esto ha permitido fortalecer estos procesos utilizando nuevos modelos de enseñanza-aprendizaje, y de esta manera, responder a los desafíos de la cuarta revolución industrial y a las consecuencias de la transformación digital”.

En palabras del rector de la UNAD, este complejo capítulo de la historia ha hecho “volar creativamente las pedagogías que Paulo Freire (pedagogo y filósofo brasileño) relaciona con la libertad para que las mentes de docentes y estudiantes se motiven por el valor social de los objetos de estudio, garantizando el desarrollo de procesos de interacción e interactividad colaborativa para el aprendizaje autónomo y significativo”.

De vuelta a la esencia: lo social en la educación superior

Coinciden los expertos en que el futuro de la educación superior pasa por seguir propendiendo la evolución de sus instituciones, a la luz de lo que el vicerrector administrativo y miembro fundador de la Universidad Antonio Nariño llama “contemporizar sus maneras de ser y hacer”; es decir, asimilar los desarrollos tecnológicos y didácticos sin perder de vista el desarrollo social.

“El desarrollo social debe ser la esencia del modelo pedagógico, teniendo como centro de acción al ser humano y su evolución. La educación tiene, además, una misión fundamental relacionada con la profundización y generación de nuevo conocimiento, en procura de unos resultados que impacten la calidad de vida y generen mejores escenarios de justicia y convivencia”, puntualiza Bonilla.

El futuro de la educación superior es híbrido

La posibilidad de compaginar campus físicos y virtuales con la flexibilidad y la agilidad en procesos de admisiones, matrículas y permanencia está al orden del día para las universidades.

Para la rectora de la Universidad El Bosque, “los cambios que se han generado a partir de esta contingencia deben continuar su proceso de transformación educativa y digital, puesto que nos han llevado a avanzar en la implementación de la tecnología”.

No obstante, permanecerá en el tiempo la necesidad de crear espacios de enseñanza-aprendizaje a partir del diálogo y la disertación de manera presencial, aprender a construir relaciones humanas, así como prácticas formativas.

“Perdurará también la humanización de los procesos de formación y la necesidad de sentir, ver y, en ocasiones, tener una mano amiga que le dé soporte, apoyo o una felicitación merecida”, concluye la rectora Rangel.