HISTORIA

La historia del beso

Para muchos un beso es una demostración de afecto, para otros de compromiso. Semana Educación le cuenta cómo surgió esta práctica que se ha mantenido a lo largo de los siglos.

18 de enero de 2016
La imagen de dos personas besándose era la favorita de los fotógrafos que cubrían la guerra y muchos animaban a las personas a posar así. Sin embargo, Alfred Eisenstaedt tomó este acontecimiento espontáneamente, que ocurrió en Times Square tras el anuncio del fin de la Segunda Guerra Mundial. | Foto: Youtube

Paul Géraldy, un poeta francés del siglo XX decía que “El más difícil no es el primer beso, sino el último”. Si bien los autores han ayudado a normalizar este acto romántico por medio de las historias de amor que marcaron sus vidas, es difícil determinar cómo apareció en la historia de la humanidad.

Según estudios avanzados de antropología, este aparece por primera vez en los homínidos como una forma instintiva de la madre de manifestar afecto y cuidado hacia su cría. De hecho, la mujer de Cromañón alimentaba a sus crías masticando primero la comida y, posteriormente, la pasaban a la boca de su cría desde la suya.

Existen otras teorías sobre este origen. Entre ellas que nació como un impulso de succión proveniente desde la infancia y la lactancia; una herencia de la costumbre de algunas tribus primitivas de olerse entre ellos; y hasta existe la hipótesis de que es una tendencia canibalística.

Lo cierto es que los primeros registros que se tienen de los besos provienen de India, precisamente fueron esculpidos en el año 2.500 a.C. en las paredes de los templos de Khajuraho. Además, el Kamasutra, libro sagrado de Vatsyayana que describe la divinidad natural del sexo, que data del III d.C, también incluía referencias a la práctica del beso como sexual. Este libro describe tres clases: el nominal, en el que los labios apenas se tocan; el palpitante en el que mueve únicamente el labio inferior; y el beso de tocamiento, en el que se emplean labios y lengua.

La teoría sobre la expansión cultural en la utilización del beso como práctica sexual ratifica esto mismo: que se originó en la cultura india y que llegó a Europa en el periodo clásico por las invasiones de Alejandro Magno.

Precisamente, en algunos escritos de la época como la Odisea y los escritos de Ovidio se hace referencia al beso como símbolo de afecto, amor o admiración. El beso también aparece en el folklore y la mitología tradicional griega en relatos como la historia de Pigmalión y Galatea.

Pero además de placer y amor, existen besos de codicia y traición como lo cuentan las historias de Jacob en el Génesis y Judas Iscariote a Jesús a lo largo de la Biblia.

Y es que el beso es distinto en cada cultura y época. Por ejemplo, los hombres persas en la antigüedad se besaban entre ellos en la boca, pero solo podían hacerlo las personas de un mismo nivel social para establecer pactos y uniones. Por otro lado, en la cultura celta se creía que el beso poseía propiedades curativas. Incluso en la Italia medieval, si un hombre besaba a una doncella en público estaba obligado a casarse con ella inmediatamente; contrario a lo que pasaba con la nobleza francesa, en la que se podía besar a cualquier mujer.

Posteriormente, durante la Revolución Industrial se globaliza la idea del beso como símbolo de cortesía y amor entre dos personas y retoma su papel como un elemento de estimulación sexual. Por esta razón, se le confinó a la intimidad: porque su práctica se consideraba ofensiva y escandalosa en público. La sociedad de auqel entonces y el código de etiqueta censuraron el beso.

En el siglo XIX prospera la corriente artística del Romanticismo, caracterizada por la expresión de los sentimientos por parte de los autores. La explotación del beso fue entonces frecuente debido a que el beso dejó de representar una práctica privada y pasó a convertirse en un elemento meramente estético.

Pero con la marcada sexualización de los medios durante las primeras décadas del siglo XX todo cambió. Durante esos años, la literatura, la pintura y hasta el cine comenzaron a utilizar el beso como un elemento lascivo. De esta época de cambio de paradigma es la fotografía que la revista Life masificó llamada The Kiss (el beso), en la que el fotógrafo Alfred Eisenstadt retrató a un marinero besando a una joven mujer vestida de blanco durante la celebración del Día de la Victoria sobre Japón en Times Square en 1945.

Toda esta revolución sexual mermó finalmente en los años 60, cuando se comienza a establecer esta práctica como algo natural y público. Pero no es hasta la década de los 90 que deja de representar algo ofensivo y se convierte en un acto públicamente aceptado. Por lo anterior, la sexualización de los medios llegó a formar parte de la cultura popular y el beso se convirtió en una práctica sexual de poco significado erótico.

No obstante, aunque todavía hay culturas conservadoras que quieren ocultar esta práctica, el beso siempre seguirá vigente en las relaciones, ya sea para demostrar afecto, cariño o amor.

Para el debate

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