OPINIÓN
No tenemos derecho a otro fracaso
La paz no es de izquierdas ni de derechas. Es una condición esencial y mínima para la convivencia y la vida humana.
Todas las guerras que ha conocido la historia degradan la vida. ¡Todas! Acaban con ella y son la clara expresión del atraso humano. Nos demuestran todo lo que nos falta para humanizarnos. Pero su efecto es sensiblemente más grande cuando abuelos, hijos y nietos hemos convivido con las masacres, los asesinatos y las desapariciones.
Por cada minuto de vida en el mundo se gastan dos millones de dólares en presupuesto militar. Con la mitad de esa plata podría acabarse el hambre para hoy y para siempre. Afortunadamente, la mayoría de conflictos están desapareciendo.
Sin embargo, prevalecen los dos más extensos y cruentos: el que sostienen palestinos y judíos desde 1948 y el nuestro que ya ha cobrado la vida de 166.000 personas en los últimos 30 años. De ellas, ocho de cada diez eran civiles.
Nos escandalizamos con las imágenes de refugiados en África, sin darnos cuenta que nuestras tasas de desplazamiento son superiores a las de cualquier país de ese continente. En el mundo sólo nos supera Siria.
Frente a ese desgarrador panorama todavía tenemos una oportunidad de parar el desangre nacional. Los seres humanos siempre tendremos conflictos. Aún así no debemos resolverlos a tiros nuestras diferencias, como tristemente hemos hecho hasta el momento en esta patria.
Yo pertenezco a la generación que creó el rock, liberó la sexualidad y transformó las relaciones familiares, para bien y para mal. Impulsamos una profunda revolución cultural sobre la tierra. Pero tal vez el sello que más nos distingue, por el que pasaremos a la historia, es el de ser la generación que más se ha movilizado por la paz.
Le dimos la vuelta al mundo para impedir que siguieran bombardeando Vietnam y para evitar que una nueva guerra mundial atentara para siempre con la vida. Ella es la emergencia más importante con la que contamos. Por eso, todos los seres tenemos que volvernos un solo hombre para detener cada guerra que surja.
La paz no es de izquierdas ni de derechas. Es una condición esencial y mínima para la convivencia y la vida humana. Tenemos mil razones para discutir con argumentos. Siempre teniendo en cuenta lo que decía Voltaire, “puedo estar en desacuerdo con sus ideas, pero haré hasta lo imposible para que las pueda expresar”. Allí radica la complejidad y la belleza de las democracias.
Quienes quieren usar las leyes para vengarse no han entendido que las guerras solo pueden detenerse cuando se desarman los espíritus. Quienes cometieron delitos de lesa humanidad tendrán que devolverle a la humanidad una parte de lo que le quitaron. Pero lo esencial será la verdad y el perdón. Es la única manera de evitar que tragedia vuelva a repetirse. La verdad tendrá que disminuir penas y el perdón deberá sustituir la intolerancia que hoy nos domina.
Millones de mariposas monarcas vuelan 5.000 kilómetros cada año desde Canadá hasta México para que vuelva a renacer la vida. Al año siguiente volarán los tataranietos, pues solo cuentan con cinco semanas de vida. ¿Por qué, entonces, los colombianos no podremos reconstruir nuestro tejido social?
Pudieron reunificarse los alemanes que vivieron 50 años separados por un muro de infamia. Estamos muy cerca de que Cuba y Estados Unidos restablezcan sus relaciones, aunque el primero expropió empresas, tierras, ingenios y petroleras norteamericanas. Pese a que a la CIA se le atribuyen 600 intentos fallidos de intentar asesinar al principal líder de esa revolución. ¿Qué de especial tendríamos que tener los colombianos para que no fuera posible el perdón, la reconciliación, la justicia y la paz?
Cada día que logremos parar la guerra salvaremos 15 vidas humanas, en promedio. Por ello, no debemos permitir que nadie nos arrebate esta ilusión de vivir en un país en paz. En estos momentos no puede haber objeción alguna, ya que ninguna ley debería perpetuar la muerte. Tiene toda la razón el Papa cuando clama que no tenemos derecho a permitirnos otro fracaso en la conquista de la paz para Colombia.
*Fundador y director del Instituto Alberto Merani
Para el debate
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