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Cuando el profesor es la víctima de matoneo

Los casos de jóvenes que se enfrentan o amenazan a sus maestros en entornos académicos son cada vez más comunes. El #RegresoAClases también afecta a los docentes.

11 de enero de 2017
| Foto: Ingimage

De repente se forma un tumulto en medio del recreo. Ahí está Manuel, de 12 años, tirado en el suelo, lanzando patadas a dos profesores que tratan de inmovilizarle. Finalmente, tras forcejear durante varios minutos, se lo llevan escoltado a la rectoría.

Lo de Manuel sucedió hace una década. En ese momento era un caso aislado porque los niños tenían una noción férrea sobre el respeto a los maestros. A él lo expulsaron del colegio por mal comportamiento y sus padres no cuestionaron la decisión.  

Hoy en día, cada institución educativa cuenta con su propio Manuel. Solo hace falta acudir a internet, escribir “alumno golpea a profesor” y la lista de vídeos que devuelve el buscador no termina. Los expertos alertan que las redes sociales ayudan a normalizar estas situaciones de agresiones en el ámbito educativo.

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Que la docencia es uno de los trabajos más desagradecidos del mundo es una frase recurrente en el discurso de los profesores consultados para la elaboración de esta nota (una decena). Dicen que, además de cobrar mal —en el caso de los colegios del sector oficial, por ejemplo, el salario no supera de promedio el 1.500.000 pesos mensuales—, tienen que afrontar en muchas ocasiones las agresiones y amenazas de estudiantes, de sus familias, y que la institución a la que representan cuestione su labor.

Liliana Ladino, exdocente de Nutrición de la Clínica Pediátrica de la Universidad Pontifica Javeriana, recibió en mayo de 2013 una llamada anónima en la que se le advirtió que “pasara a todos los alumnos en este semestre. En caso contrario —prosigue la conversación grabada a la que Semana Educación tuvo acceso—, la vamos a matar. Le estamos advirtiendo. Tenemos ubicada a toda su familia”.

En la denuncia que remitió a la Fiscalía, Ladino anexa una certificación médica en la que expone cómo, debido a esta situación, “padece un trastorno de estrés agudo con episodio de pánico y se encuentra en tratamiento psiquiátrico”. En junio, la universidad le hizo llegar su carta de despido sin “causa justa”. Tras su expulsión, todos los estudiantes que atendían su clase superaron el semestre. Para la profesora, esta posición del consejo académico mandó un mensaje erróneo: “Que los actos de coacción de los estudiantes sobre los profesores cumplen con su cometido”.

La Javeriana no quiso pronunciarse sobre este hecho cuando esta publicación se puso en contacto con ellos. 

Quien sí lo hizo fue Asociación Distrital de Educadores, que agrupa en la capital a los profesores sindicalizados, y que alertó en su último informe que cada vez son más los docentes que se aquejan de problemas de salud mental a causa del estrés que les genera su trabajo y la relación con sus alumnos. Entre julio y diciembre de 2014 se registraron 5.096 consultas para medicina laboral, la mayoría por causas de ansiedad y depresión.

De acuerdo con una investigación del Centro de Estudio y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana (Ceacsc), en 2012, 146 profesores presentaron solicitudes de traslado. ¿El motivo? "Temían por su vida". El 66 % de los denunciantes fueron mujeres.

Otro dato que arrojó el estudio es que el 35 % de las amenazas que reciben los docentes se hacen bajo la protección que brinda el anonimato. Del total de intimidaciones reportadas, el 25 % provenían de los alumnos.

Por su parte, el Ministerio de Educación (MEN) alertó que, solo entre enero y agosto de 2016, 413 profesores denunciaron haber sido víctimas de matoneo ante las Secretaría de Educación de todo el territorio. 

El cambio en la relación entre maestro y estudiante ha dado un giro de 180 grados en los últimos años, indicó Obdulio Velásquez, rector desde hace diez años de la Universidad de La Sabana y docente desde hace 25. “Uno de los problemas es el cuestionamiento de la autoridad, de las reglas, de lo establecido. Los estudiantes piden aplazamiento de exámenes, de tareas, y las metas empiezan a negociarse. Ahora todo es negociable”.

Asegura que otro punto preocupante de esta transformación en las relaciones en el ámbito académico es la actitud de muchos progenitores, que avalan la conducta inapropiada y violenta de sus hijos. “Los padres de familia entran en una dinámica de presionar a las instituciones. Piden que se ayude al estudiante a pasar el año, amenazan con cambiarle de centro o se vienen a discutir con abogados sobre temas disciplinarios o de notas”.

Semana Educación quiso conocer la versión de algunos estudiantes que en su día se enfrentaron a la autoridad de sus profesores en el aula de clase. La mayoría les responsabilizó de su actitud con frases como “es que él me hacía bullying”, “eran ellos los que me la tenían montada” o “peleaba mucho con los docentes porque reclamaba mis derechos, lo que consideraba justo”.  Otros indicaron que este tipo de actitudes son "algo propio de la edad" o que es "una consecuencia lógica de la rebeldía propia de los niños".

“Sí, yo era un poco explosivo con mis profesores”, concluyó uno de los jóvenes consultados que reconoció haber tirado una silla a la cabeza de su maestro cuando estaba en primaria. Tenía 11 años.

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