COLUMNISTA
El nuevo índice para evaluar la calidad de la educación
La propuesta del Ministerio de Educación Nacional puede impulsar el desarrollo de la calidad de la educación básica en nuestro país. Sin embargo, su papel sería aún más positivo si incluyera pruebas que evalúen el desarrollo del pensamiento y las competencias ciudadanas.
Muchos maestros piensan que no es posible comparar una institución educativa con otra que esté ubicada en un contexto social, económico o geográfico diferente. Tienen toda la razón, ya que nuestros niños y jóvenes viven en condiciones socioculturales disímiles, y si queremos una educación pertinente, necesariamente debemos tener en cuenta el contexto en el que se da la formación.
No son comparables, por ejemplo, los resultados de una institución privada de un alto nivel socioeconómico ubicada en una ciudad capital, a los obtenidos por una escuela unidocente rural de un municipio lejano que trabaja con niños deprivados socioculturalmente. Son diferentes por la diversidad cultural, socioeconómica y geográfica en la que se desenvuelven sus estudiantes, las familias y las propias instituciones educativas.
Aunque esta afirmación es cierta, por lo general viene acompañada de otra que es claramente equivocada: como enfatizan en la diversidad de contextos en los que se encuentran las instituciones, la mayoría de rectores y docentes del país no utilizan la valiosísima información que brinda el Icfes sobre el nivel alcanzado en las competencias básicas, la dispersión y los promedios que obtienen en las diversas áreas en los resultados o las tendencias que muestran estos frente a periodos de tiempo anteriores. De esta manera, el destacado trabajo realizado por el Icfes para evaluar la calidad de las instituciones educativas hasta el momento no ha servido para impulsar los procesos de transformación de la educación en el país.
Esto es bastante absurdo ya que muy seguramente es la entidad que realiza los mejores seguimientos a la educación básica y media en toda América Latina: tiene más de cuarenta años de experiencia, desde el 2000 usa pruebas de competencias, realiza seguimientos en los grados tercero, quinto, noveno, once y al culminar la educación universitaria, lo que nos permitiría hacer un seguimiento cuidadoso del valor agregado por cada ciclo educativo. Así mismo, las competencias evaluadas son cada vez más generales y básicas; incluso, desde el 2014 incluyen las competencias ciudadanas, esenciales en un país que las requiere con urgencia después del efecto nefasto que en la cultura ha generado la guerra más persistente y devastadora del continente.
Pese a esto, las pruebas Saber no han ayudado a mejorar la calidad de la educación. Todas las que hemos realizado nos demuestran una y otra vez lo mismo: así se hagan todas las trampas posibles para ocultarlo, como país estamos claramente estancados en la calidad de la educación que brindamos a los niños y los jóvenes. La evidencia es demoledora, pues son prácticamente iguales los resultados obtenidos en el año 2000 y los alcanzados 14 años después tanto en las pruebas Saber como en Pisa Pirls o Timss.
Para garantizar que las pruebas Saber contribuyan a la calidad de la educación, el Ministerio de Educación ha decidido crear un nuevo índice para evaluarla. La idea principal es que la calidad es un concepto compuesto y que, por consiguiente, es necesario recurrir a diversos componentes para evaluarla. Pese a la fortaleza conceptual y estadística del Icfes, las pruebas Saber solo evalúan algunos componentes de la calidad y por ello el índice incluirá dos nuevos aspectos esenciales: el ambiente escolar y el progreso que tiene la Institución educativa frente a sus propios resultados anteriores.
Es claro que dos instituciones de condiciones contextuales y culturales diferentes no son comparables, pero también es evidente que un centro educativo sí es comparable consigo misma en dos periodos de tiempo. De esta manera, independientemente de si hoy el colegio está ubicado en el puesto 5.000 o 10.000 entre todas las instituciones que presentan las pruebas Saber, lo importante es si está avanzando frente a sus propios resultados del año anterior y qué tanto lo está haciendo. Para evaluarlo se tendrá en cuenta cuántos estudiantes dejaron de estar en el nivel inferior entre un año y otro. Este criterio será esencial para impulsar un proceso de mejoramiento en la calidad de la educación del país.
De otro lado, es claro que una institución educativa puede obtener un alto resultado en las pruebas Saber, pero al intentarlo sacrificar el clima institucional. Puede esconder a los estudiantes sobre los que sospecha peor balance, puede abandonar áreas esenciales en la formación como artes o humanidades o puede debilitar los entrenamientos y las prácticas deportivas, para concentrarse exclusivamente en aquello que se está evaluando: matemáticas, ciencias y lenguaje. En los casos anteriores habría deterioro en la calidad educativa brindada a los estudiantes por carecer de integralidad, pero estas falencias no podrían reconocerse desde la perspectiva del actual sistema de evaluación de la calidad vigente en el país. Para tratar de corregir este problema, el Icfes incluirá en su nuevo índice la variable del ambiente escolar.
Según los estudios latinoamericanos, el clima del aula es la variable que en mayor medida incide en la calidad de la educación; con decir que incide más que todas las demás variables sumadas. Estudios que hemos realizado en Bogotá ratifican plenamente esta conclusión. Así pues, tener confianza y apoyo de los compañeros y profesores es fundamental para que los estudiantes aprehendan más.
En educación no basta que alcancemos los objetivos si estos no son pertinentes. De allí que un criterio de la calidad tiene que ser la pertinencia de los propósitos buscados. Educar es formar y por ello hay que asegurar integralidad en el desarrollo. De allí que la evaluación deba incluir aspectos cognitivos (desarrollo del pensamiento), valorativos (formación ética y ciudadana) y práxicos (acciones reflexivas). En educación solo alcanzaremos calidad cuando disminuyamos la inequidad según género y estrato, meta en la que todavía nos sigue faltando muchísimo por avanzar. Y, evidentemente, la calidad tiene que ver con alcanzar los logros, en mayor medida cuando estos se refieren a competencias básicas, tal como lo hizo el Icfes en Colombia desde el cambio de siglo. Por ello, acierta esta entidad al mantener en el nuevo índice los logros alcanzados en competencias básicas.
Lo que reconoce este nuevo índice es que una sola prueba no basta para evaluar un concepto compuesto como el de calidad de la educación. El cambio debe ayudar a los rectores y a las comunidades educativas a mirar cómo está la calidad y cómo avanza en la institución en general y en cada uno de los ciclos educativos. Es por ello que hay que saludar que el nuevo índice incorpore el ambiente escolar, que pondere la tendencia que presente la institución año tras año y que diferencie los resultados por ciclos del desarrollo.
Ojalá pronto reconozcamos que la educación básica debería concentrarse por completo en la meta de desarrollar competencias para pensar, convivir y comunicarse. Todo lo demás es secundario al lado de estos aprendizajes nucleares. Todo lo que se haga en la escuela debe estar articulado a un fin supremo: la humanización del hombre. El nuevo índice puede ayudarnos a conseguirlo, siempre y cuando no sigamos creyendo que pensar es resolver algoritmos aritméticos o repetir datos mecánicamente.
Por ello, bienvenido el nuevo índice, pero avanzaríamos mucho más si construimos pruebas que evalúen los niveles de conceptualización, deducción, inducción y argumentación de los estudiantes y no ejercicios de repetición que, precisamente por esta razón, se resuelven en segundos con los celulares o las calculadoras actuales. En segundo lugar, debemos reconocer que una tarea prioritaria de la educación en un país como el nuestro tiene que ser ayudarnos a convivir en paz. Por esta razón, antes de incorporar los resultados en operaciones matemáticas debemos incluir en estas pruebas el nivel de comprensión de sí mismo, de los otros y del contexto, o lo que algunos hoy llaman, las competencias ciudadanas.
*Fundador y director del Instituto Alberto Merani
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