EDUCACIÓN
¿Por qué caen las matrículas en las universidades en Colombia?
El último reporte del Sistema Nacional de Información de la Educación Superior indica que para 2018 se matricularon 2.408.041 estudiantes, 38.000 menos que el año anterior. Esto ha encendido las alarmas en las universidades que buscan explicaciones a esta tendencia que se viene registrando en los últimos años.
Desde finales de 2017 empezó un fuerte rumor a sotto voce en el sector educativo: la caída de las matrículas de estudiantes en las universidades del país. La conversación fue subiendo volumen y el más reciente dato entregado por el Sistema Nacional de Información de la Educación Superior (SNIES) lo ratificó: para 2018 se matricularon 2.408.041 estudiantes, una disminución de 1,5 por ciento con respecto al año anterior. Es decir, 38.000 estudiantes menos.
Las cifras tienen encendidas las alarmas, en especial porque amenazan el cumplimiento de la meta del Gobierno de alcanzar el 57 por ciento de cobertura educativa en el país en el cuatrienio, que hoy está en 52 por ciento. Pero también porque forma parte de la compleja situación universitaria ante los cambios en la demanda de las empresas y los mercados de profesionales.
¿Se trata de una situación coyuntural o estructural? Varias explicaciones rondan para entender lo que está pasando. Por un lado, hay razones demográficas por el cambio en la población, que se ha envejecido, hecho registrado en el censo del Dane, en el que se registró que la población en edad de ingresar a la universidad es cada vez menor. En 1973 la población entre 15 y 19 años representaba el 11,8 por ciento, mientras que a 2018 bajó a 8,7.
Esta es una de las teorías más fuertes que algunos académicos mencionan. “La demanda de instituciones como la Javeriana, Los Andes, Eafit e Icesi, proviene de los estratos 4, 5 y 6. Si uno ve la cantidad de graduados en las estadísticas del Instituto Colombiano para la Evaluación de la Educación (Icfes), los estratos más altos están creciendo muy lentamente, porque las familias tienen pocos hijos. Ante eso, tienen que ampliar su espectro de demanda para que accedan personas de otros estratos”, dice Fabio Sánchez, profesor de la Facultad de Economía de Los Andes.
Por otro, justificaciones económicas apalancadas en gran parte en la difícil situación económica de muchas familias colombianas que hoy viven incertidumbre en materia laboral por los altos índices de desempleo del país. Al tema económico también se suma la desaparición del programa ‘Ser Pilo Paga‘, que permitió que muchachos de bajos ingresos pudieran acceder a universidades privadas de alta calidad. Lo reemplazó Generación E, pero aún no ha tenido el impacto esperado, para 2019 tenían presupuestado alcanzar los 80 mil beneficiarios, pero la cifra llegó a los 70 mil.
También hay otras circunstancias, como por ejemplo el desfase entre la oferta educativa y la demanda laboral o empresarial. Los jóvenes hoy registran casi 20 por ciento de desempleo, y lo que en el pasado era casi un contrato social en el que el grado universitario aseguraba el enganche laboral, hoy es más limitado e incierto.
¿Qué pasa en cada uno de esos escenarios? Por el lado demográfico, según el Dane, mientras en 2005 había 816.298 jóvenes de 16 años, en 2018 esa cifra bajó a 737.936. “En Colombia vivimos actualmente una rápida caída de la natalidad y por lo tanto nacen menos niños en números absolutos. Cuando alcanzan la edad para ingresar a la universidad, llegan en menor cantidad que hace pocos años. Esta situación es estructural”, explica Adolfo Meisel, rector de la Universidad del Norte, en Barranquilla.
Por su parte, la discusión tiene varias aristas. Por un lado, ciertamente la economía ha crecido en los últimos dos años después de un periodo complejo por la caída de los precios de los commodities, como el petróleo. Pero el desempleo no ha cedido y ya se ubica en doble dígito. Además, el Índice de Confianza del Consumidor viene en terreno negativo desde 2016, salvo unos meses de mitad de año de 2018.
La incertidumbre marca hoy la agenda y ya algunos analistas señalan la fragilidad del crecimiento, pues está basado en los créditos que mueven el sector financiero, pero con el riesgo de que el desempleo crezca y la cartera morosa pueda aumentar. Esta circunstancia cambiaría en la medida en que la economía se dinamice y registre crecimientos por encima de 3 por ciento. Sin embargo, ya las expectativas, que en principio mostraban mejores resultados para 2020 que para este año, están cambiando con tendencia a la baja.
En 2007 el costo de la matrícula para un estudiante de primer semestre de cualquiera de las primeras 30 universidades privadas colombianas en el ranking QS era de 13,1 salarios mínimos mensuales legales vigentes (smmlv), en promedio, según el Observatorio de la Universidad Colombiana; mientras que para 2014 pasó a 14,44 smmlv. Aunque no se tienen datos más recientes, la tendencia parece ir al alza.
De acuerdo con la firma consultora B.O.T., el precio de las matrículas también ha subido por encima de la inflación en los últimos años. Entre 2009 y 2015, la inflación fue de 2,8 por ciento promedio anual, mientras que en promedio las matrículas subieron 4,8 por ciento anual. En el efecto acumulado y de manera ilustrativa, una matrícula que costaba 100 pesos en 2009, en 2015 ya valía 132 pesos y solo debería valer 118 si se ajustara por inflación.
No todos comparten esta visión. Meisel considera que se trata sobre todo de un problema de demanda y no tanto de costos, pues afecta también a las universidades públicas, donde las matrículas son menos costosas.
Pero no es la única visión desde el lado económico. “Universidades como la nuestra han disminuido el número estudiantes, y tengo una explicación: se llama Icetex y Ser Pilo Paga”, dice Francisco Piedrahíta, rector de Icesi, en Cali.
Señala que la universidad tiene un programa de becas apalancadas con créditos del Icetex: el estudiante toma 75 por ciento con el Icetex y la universidad le da 25 por ciento de descuento como beca, con ayudas adicionales como alimentación y un subsidio de un salario por semestre. “Esa beca viene disminuyendo desde 2014 y se ha reducido en un 75 por ciento el número de beneficiarios del Icetex que acceden a ella”, explica Piedrahíta. El rector de la Icesi agrega que el cambio del programa de Ser Pilo Paga a Generación E también ha impactado porque el nuevo es una fracción del original.
Para algunos, otro argumento tiene que ver con la oferta educativa de las universidades y la poca pertinencia de los programas en medio de una profunda transformación tecnológica y la llegada de la cuarta revolución industrial.
“Seguimos educando a los profesionales con metodologías y procesos del siglo pasado y estamos en la época del humanismo digital. Es un nuevo mundo”, dice el exministro Diego Molano. Considera que este es un momento para la transformación de la educación superior. “Unas universidades –agrega– se pueden enfocar en las nuevas realidades de los mercados; otras, en investigación, y unas más cambiar hacia la educación para el trabajo”.
Aunque hay quienes no creen en las cifras. Para Piedrahíta, el Ministerio de Educación tiene que sincerarse. “Lleva varios años transformando el Sistema Nacional de Información en Educación Superior y las universidades están tratando de actualizar información. Esto ha generado distorsiones”, advierte Piedrahíta.
Más allá de las explicaciones y preocupaciones, las universidades enfrentan esta situación, que ya ocurrió hace varias décadas en Estados Unidos y Europa, con varias estrategias. Una de ellas, reforzar la educación de posgrados y cursos de extensión. También aumentar ingresos con la consultoría y con nuevas donaciones, en el caso de las universidades privadas.
No obstante, la preocupación permanece y las universidades buscan caminos para mantener la relevancia que por siglos han construido.