OPINIÓN
Sin ciencia no se garantizará el futuro
La decisión del gobierno Santos de cambiar la destinación de recursos asignados a la ciencia para orientarlos a la construcción de vías es provechosa para la clase política de las regiones, pero negativa para el desarrollo del país.
"El siglo XX será recordado por tres grandes innovaciones: medios sin precedentes para salvar, prolongar y mejorar la vida, medios sin precedentes para destruirla (…) y conocimientos sin precedentes sobre nuestra propia naturaleza y la del universo. Las tres evoluciones han sido fruto de la ciencia y la tecnología".
Con estas palabras, Carl Sagan inicia el capítulo 18 de su libro póstumo Miles de millones. No hay duda alguna, la ciencia del siglo XX cambió y prolongó la vida. Hoy la esperanza de vida es cercana a 80 años, cuando a inicios del siglo anterior era apenas de 45. Gracias al trabajo científico se lograron, entre otras, importantes mejoras en la alimentación y sanidad pública, en las vacunas, los antibióticos, los tratamientos médicos y el control de enfermedades. También se transformó por completo la vida con la aparición y generalización de los sistemas de planificación familiar.
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Por su parte, la tecnología, hija mayor de la ciencia, cambió por completo nuestra manera de comunicarnos, desplazarnos, convivir, recrearnos y trabajar. Celulares, televisores, carros y computadores, entre otros, modificaron para siempre nuestras formas de vida. Vivimos en una cultura basada en la ciencia, la cual incide de manera profunda en nuestras formas de conocer, pensar e interpretar el mundo.
Es por ello que todas las potencias de hoy realizaron enormes esfuerzos para constituir comunidades científicas que les ayudaran a interpretar y a construir la realidad, de manera que pudieran crear la tecnología que mejorará la calidad de la vida humana. Así lo hicieron, una a una, todas las actuales potencias económicas mundiales y así lo están haciendo todos los países que crecen a ritmos significativos en las últimas décadas, como China o los países del sudeste asiático. En América Latina, también Chile está fortaleciendo ciencia y educación, convirtiéndose, al mismo tiempo, en el país de mayor crecimiento económico de la región en las últimas siete décadas. Ellos saben que sólo así dejarán de depender de los vaivenes propios de los productos mineros y agrícolas, y se acercarán a la producción y exportación con mayor valor agregado: la proveniente de industrias y servicios.
Desafortunadamente, en Colombia, la ciencia, la investigación y la educación han estado a la zaga del desarrollo. Por ello, parece un chiste de mal gusto que digamos que seremos el país más educado de América Latina para el año 2025 y que al mismo tiempo hayamos estado 87 días sin ministra de educación y 103 días sin director en propiedad de Colciencias. A propósito, ¿cuántos días duraría el país sin Ministro de Hacienda o del Interior? En este simple dato se observan dónde están las prioridades del gobierno actual.
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Razón tenía Oppenheimer cuando concluía que la educación era algo demasiado importante para que fueran los políticos quienes tomaran las decisiones esenciales.
Digo lo anterior a raíz una decisión totalmente desconcertante que ha tomado el presidente Santos y mediante la cual anunció que 1,3 billones de pesos del Fondo de ciencia serían destinados a la construcción de vías. El gobierno ha dado un argumento falso para justificar el cambio de decisión. Dijo que no había proyectos suficientes y que, por ello, los recursos no habían sido ejecutados. Esto no es cierto. Proyectos hay muchísimos y de muy alta calidad, pero más del 80% no encuentra apoyo. Lo que sucede es que tenemos un sistema muy inadecuado de financiación de ciencia y tecnología, mediante el cual los gobernadores –por lo general totalmente distantes de la ciencia y la tecnología– deciden con criterios politiqueros qué proyecto aprueban y cuál no. Por ello, se han armado verdaderas mafias en torno al sistema de regalías, tan peligrosas como la que acabó con la vida de Jairo Zapa, director de Regalías en Córdoba, después que se aprobaran en tiempo récord más de 160.000 millones de pesos en proyectos avalados por la gobernación, pero hoy fuertemente cuestionados.
Lo que está en juego con la decisión del gobierno es el futuro de nuestra sociedad y no la deberían tomar los políticos por una razón muy sencilla que podemos argumentar con una idea de Churchill: Estadista –decía–es aquel que piensa en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones. Desafortunadamente, en Colombia hay muy pocos estadistas y demasiados politiqueros haciendo todo lo posible por ganar las próximas elecciones, así sea a costa de las próximas generaciones.
Los cinco años que lleva el sistema de regalías, creado al amparo de la Ley 1530 de 2012, es un tiempo suficiente para concluir que es un proceso que tiende a generar corrupción al ligarse exclusivamente a los poderes regionales. En realidad, se convirtió en una nueva manera de revivir los desacreditados “auxilios parlamentarios”, con los que ahora también se aceita la maquinaria electoral, obviamente con nulos impactos en el desarrollo regional.
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La ciudadanía debería respaldar la propuesta del ex rector de la Nacional, Moisés Wasserman: Las regiones, en cabeza del gobernador, deben presentar propuestas para favorecer el desarrollo de la salud y la educación en sus territorios, pero debe ser una comunidad científica la que evalúe y decida técnicamente su viabilidad y conveniencia. Por ello, lo que hay que hacer es fortalecer el Fondo Caldas de Colciencias y asignarle una nueva responsabilidad: evaluar técnicamente las propuestas generadas en las regiones. Si así lo hiciéramos, fortaleceríamos a largo plazo el desarrollo de la ciencia y, al hacerlo, pondríamos a los científicos y políticos a pensar en los problemas regionales y en cómo resolverlos.
Sin embargo, la propuesta de Wasserman tiene un escollo casi imposible de resolver: No serán los propios congresistas quienes limiten el poder que actualmente tienen para aceitar sus maquinarias electorales. Por ello, una excelente ocasión sería un proceso de fast track para que, un gobierno que piense en el futuro del país, tome la decisión de fortalecer la ciencia y la tecnología y no las maquinarias electorales regionales. El gobierno de Santos pudo tomar la decisión más importante para el país a largo plazo en las próximas décadas; por ello firmó los acuerdos de paz con las FARC e inició los diálogos con el ELN. Hay que aplaudir hasta el cansancio su decisión y hay que saludar que haya podido sortear la enorme resistencia que tuvo que enfrentar ante el insaciable apetito electoral del Centro Democrático. Pero no está tomando las mejores decisiones en otros frentes. Somos de los poquísimos países del mundo que invierte el 0,23% del PIB en ciencia – mientras que la mayoría invierte más del 3% y algunos hasta el 5%, como Israel o Corea–con el agravante de que ahora le han querido dar un zarpazo a estos menguados recursos. La razón por la que lo hacen es muy sencilla: Invertir en vías y en pavimento genera más votos que invertir en ciencia y tecnología, aunque es menos rentable para el desarrollo a largo plazo del país. Sólo por eso dicha decisión no debería estar en manos de la actual clase política colombiana.
*Director del Instituto Alberto Merani y Consultor en educación de las Naciones Unidas.
Twitter: @juliandezubiria
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