EDUCACIÓN
Robots hechos en Chocó compitieron en mundial de robótica en China
Un grupo de jóvenes de este departamento viajaron a China, donde participaron en un mundial de robótica. Sobrepasaron a más de 700 delegaciones y se ubicaron entre los 20 más destacados de la competencia. Esta es la historia.
Desde una ventana en un hotel en Conghua, China, 13 jóvenes chocoanos vieron cómo construían un puente de alta tecnología en cuestión de días. “Si en el Chocó pudiéramos hacer obras con esa velocidad, muchos de nuestros problemas estarían resueltos”, dijo uno de los niños sorprendido. Hasta esa ciudad, en la que descubrieron lo que se podría lograr a punta de ingenio, viajaron para poner a prueba el de ellos.
Meses atrás, estos niños habían ganado su pase de participación al RoboRave International 2019, cuando lograron el tercer lugar en un campeonato nacional de robótica. A China viajaron con dos entrenadores y con Jimmy García Caicedo, fundador y director de la Corporación Centro de Innovación del Pacífico.
García, un ingeniero de sistemas chocoano, abandonó hace tres años, junto con su familia, la vida que habían construido en Medellín para embarcarse en crear una escuela de innovación en su departamento. Esa idea había echado sus primeras raíces en la capital paisa, donde Jimmy enseñaba en un colegio y tenía un semillero de robótica con algunos de sus estudiantes.
En 2015, año en que muchos de ellos se graduaron y obtuvieron becas para estudiar en la universidad, Jimmy supo que los mismos resultados podrían ser obtenidos por los jóvenes del Pacífico colombiano si tenían una educación con programas extracurriculares como ese.
Así que empacó maletas y se fue a tocar puertas en Quibdó. Le propuso a la Secretaría de Educación adaptar su iniciativa a los programas educativos de la ciudad, pero la entidad respondió que no contaba con los recursos. Tampoco se abrieron otras puertas que tocó. Entonces, decidió iniciar el proyecto con sus propios medios.
Para muchos era inimaginable que jóvenes chocoanos pudieran empezar a construir su futuro en el camino de la programación. Pero Jimmy creía que si ya lo había logrado con niños antioqueños, lo mismo podría pasar con los de su tierra.
Lo arriesgó todo, incluso la estabilidad económica de su familia, y emprendió el piloto como un modelo de formación en liderazgo y clases de robótica. García apadrinó a un grupo pequeño; sin embargo, después de tres meses, la escuela se convirtió en una realidad y así vio la luz un taller de innovación comunitaria.
Paradójicamente, el Massachusetts Institute of Technology (MIT) fue uno de los primeros aliados de ese taller. Gracias a la Fundación Manos Visibles, lograron que la prestigiosa institución los apoyara con su programa de liderazgo y generación de valor social. Luego recibieron el respaldo de organizaciones como Usaid, Innovation Girls, Detonante y ACDI/VOCA.
Su departamento los recibió con orgullo tras nueve días de un viaje lleno de aprendizaje y creatividad.
En 2016, Jimmy tenía claro el objetivo de la escuela: enseñar a los jóvenes del Chocó a utilizar la tecnología como una herramienta para solucionar los problemas de su región. Con la experiencia ganada, el proyecto se convirtió en un centro de innovación con tres líneas de incidencia: la escuela de robótica, donde los niños plantean soluciones a las problemáticas; el laboratorio de innovación social, en el que construyen esas soluciones; y un espacio de emprendimiento, con el que monetizan sus iniciativas. El grupo, de poco más de 40 integrantes, ha diseñado sus creaciones para resolver los problemas de su comunidad.
Tres años después, ese objetivo materializado los llevó hasta China. Jimmy voló con 13 jóvenes para representar al país en una de las competencias más importantes de robótica. El desafío de embarcarse en ese viaje parecía insuperable. Para participar, el equipo chocoano necesitaba 150 millones de pesos. Y plata no había.
“Lo más difícil –recuerda Jimmy– era decirle a un niño que se la jugó toda en el campeonato nacional que no podía viajar a China porque no teníamos los recursos. Ese era el dolor de mi corazón”.
Días después de clasificar al RoboRave International realizaron diversas actividades para cubrir los gastos del viaje, desde rifas y ‘vacas’ hasta lechonas robóticas. “Finalmente recibimos un gran apoyo de la embajada de China en Colombia, que decidió contribuir con el dinero que necesitábamos, y así pudimos reunir los recursos para viajar”, explicó Jimmy.
Cuando recibieron su pasabordo, sabían que habían superado la prueba más difícil. Pero el trayecto a China estaba por jugar en su contra nuevamente. Muchos de los materiales que llevaban a la competencia se dañaron durante el vuelo y los repuestos que tenían no eran suficientes. “Estábamos en la cuna de la tecnología; pero no era como en Colombia, donde podemos conseguir cualquier repuesto en una ferretería. Si nos hacía falta algo lo debíamos pedir por internet, y no teníamos tanto tiempo”, recuerda Jimmy.
Como docente, Jimmy reconoce que sus chicos han aprendido sobre todo que el conocimiento no es una competencia. Quiere dejarles de legado a sus alumnos que aprendan a compartir el saber. Y eso precisamente hicieron en China. Cuando a algún equipo le hacían falta materiales, ellos tomaban de sus herramientas y las compartían.
“Durante los dos días de competencia, estos jóvenes tuvieron la significativa experiencia de romper algunas de las barreras mentales con las que muchas veces viven en su región”, contó García. Naturalmente, ninguno de ellos hablaba mandarín, pero eso no les impidió comunicarse. Ellos les narraban a las demás delegaciones cómo era el Chocó que representaban, sus historias y parte de su cultura.
A China llevaron tres robots. En la competencia, cada aparato debía recorrer, en el menor tiempo posible, una línea negra sobre una pista blanca, para ubicar unas pelotas en una torre. El equipo chocoano participó con un robot seguidor de línea, dotado con sensores infrarrojos, que diferenciaba entre colores oscuros y claros para identificar el camino que debía recorrer.
Por medio de sensores y la programación, el robot podía transitar el camino y evadir los obstáculos, mientras cargaba un contenedor con 300 pelotas de ping-pong que debía depositar en una caja al final de la pista. Al terminar la competencia y a punta de ingenio, el equipo chocoano había superado a más de 700 delegaciones para ubicarse entre los 20 mejores equipos.
Jimmy y sus jóvenes regresaron a Colombia con un logro para su departamento, que los recibió con orgullo tras nueve días de un viaje lleno de aprendizaje y creatividad. “Ahora nos tocó a nosotros; pero vienen muchos otros procesos educativos y culturales, muy buenos para nuestra región, que ya saben que sí es posible lograr las metas, por difícil que parezca el camino”, dijo Jimmy. García hoy da ejemplo de sacrificio y liderazgo en una tierra que les enseña a sus nuevas generaciones que hay que perseguir los sueños hasta China, si es necesario.