EDUCACIÓN
Un ajuste para que Ser Pilo fortalezca la equidad
El pedagogo Julián De Zubiría retoma el contenido de su columna anterior: Ser Pilo Paga. Reflexiona si es verdad o no que los jóvenes eligen entre las universidades privadas y públicas y propone un ajuste que ayude al programa a mejorar la equidad.
Mi columna anterior generó un amplio debate nacional. En ella mostré dos graves riesgos de Ser Pilo Paga (SPP): Dejar a las Universidades públicas sin los mejores estudiantes y limitar sus recursos financieros en el mediano plazo. Argumenté diciendo que los estudiantes y los recursos del programa ya estaban concentrados, casi en su totalidad, en las universidades privadas. El debate fue llevado a la televisión y en el programa Veredicto discutimos si era válida mi tesis. La defensa estuvo a cargo de Eduardo Behrentz, vicerrector de la Universidad de los Andes y del inspirador del programa, Roberto Zarama. Mi testigo fue el ex Secretario de educación de Bogotá, Abel Rodríguez. La votación fue concluyente: El 67% de los votantes consideró válidos la tesis y los argumentos que expusimos y tan sólo el 33% de ellos respaldó la idea de que el programa debería continuar tal como ha venido operando. En esta columna explicaré qué tan cierto es que los estudiantes pueden elegir libremente entre las universidades privadas y públicas y propondré un ajuste fundamental a SPP para garantizar que favorezca la equidad, algo que todavía no está logrando. Lo que sí lamento es que hasta el momento sólo hayan salido en defensa del programa directivos de las universidades privadas directamente beneficiadas.
¿Tienen los estudiantes de SPP libertad para elegir entre las universidades públicas y las privadas? Éste es uno de los principios fundamentales que lo inspiró y uno de los argumentos de sus defensores. Me temo que están equivocados, pues, tal como se demostró durante sus tres primeros años, los estudiantes optarán, cada vez más, por las universidades privadas. Hoy, el 85% de los “pilos” las eligen y, por tanto, éstas se quedan con casi la totalidad de los dineros públicos destinados al proyecto. Las privadas están muy contentas ya que reciben 40.000 nuevos estudiantes con excelente perfil por quienes cobran el 100% del valor de la matrícula. La pregunta es si esto es bueno para la equidad.
Daré 6 razones para explicar por qué creo que los “pilos” seguirán prefiriendo las universidades privadas:
La primera la formuló esta semana José F. Isaza como hipótesis en El Espectador y la acojo como propia. Él dice que, si se pone a elegir a un estudiante entre recibir un subsidio para estudiar en la Nacional o en los Andes, muy seguramente elija esta última, ya que dicha decisión le parece mejor por el puro beneficio económico. Para el joven, el precio por semestre de los Andes es 20 veces superior al que pagaría en la Nacional. El estudiante de la pública solo paga una pequeña parte de la matrícula, ya que –como es lógico– está subsidiada por el Estado; pero desde su perspectiva individual el joven no logra comprenderlo y tiende a suponer que, al elegir la privada, alcanza un mayor beneficio, independientemente de la formación que reciba.
La segunda razón está ligada con las expectativas laborales. En este aspecto, las privadas tienen una notoria ventaja frente a las públicas. Los salarios de “enganche”, las expectativas a futuro y las posibilidades laborales son, en éstas, significativamente más altas que las que tienen los egresados de las universidades públicas.
El tercer motivo es muy conocido por todos: Quien ingresa a las universidades públicas tiene mayor riesgo de no culminar a tiempo su semestre y su carrera. El cuarto es frecuentemente argumentado por las familias: Suponen que si sus hijos ingresan a las universidades de élite, se rodearán con “mejores personas” (término falso y excluyente, pero no por ello, poco usado). El presupuesto es que en las privadas encontrarán “mejores amistades”. Para comenzar a dudar de esta hipótesis es bueno también considerar en dónde se han graduado los grandes estafadores en la historia colombiana (empiezo por señalarles que Guido Nule se graduó de una prestigiosa universidad bogotana con tesis Laureada. El título no puede ser más paradójico con su vida: Responsabilidad social de los negocios: ética y educación). Sin embargo, las familias de Sisbén 1 y 2 presuponen que las privadas dan más garantías de ascenso social.
La quinta razón tiene que ver con aspectos no esenciales en la calidad educativa, pero que tienden a ser sobrevalorados por las familias: infraestructura, dotación, laboratorios, cafeterías; campos en los cuales es notable la superioridad de las privadas.
La última está relacionada con los procesos de consolidación del inglés y de la internacionalización, lo que hipotéticamente podría ayudar a futuro a adelantar parte de los estudios en el exterior. En esto también la primacía de las privadas es sobresaliente.
También hay que considerar que las universidades públicas tienen serias debilidades al divulgar su imagen, porque, carentes de presupuesto, nunca han tenido que preguntarse cómo volverse atractivas para los jóvenes. Por otro lado, sin duda, en las regiones, estas universidades han sido captadas por los políticos. Debido a ello, se convirtieron en focos de corrupción. En consecuencia, su fortalecimiento también tendría que asociarse a condiciones que aseguren el mejoramiento de la calidad y el aislamiento de los politiqueros regionales.
En síntesis: Las universidades públicas, independientemente de la calidad educativa que ofrecen, no podrán competir con las privadas y, necesariamente, estas últimas terminarán por acaparar la casi totalidad de estudiantes “pilos” del país.
Dado lo anterior, mi propuesta a la nueva Ministra es que excluya a las universidades privadas de SPP y que concentre el programa en las públicas. No hay duda de que los “pilos” deben ser apoyados, ya que son jóvenes que, a pesar de provenir de hogares y regiones con notables dificultades, alcanzan extraordinarios resultados en las pruebas SABER. Hay que premiar el esfuerzo y los logros obtenidos. La pregunta es si es conveniente que la política pública en educación consista en fortalecer las universidades privadas y en quitarle los mejores alumnos y los escasos recursos a las universidades públicas.
En el 2012, los estudiantes salieron a las calles gritando la consigna “La educación es un derecho y no una mercancía”. En un país democrático, la población apoyaría su lucha, ya que los derechos, por definición, son universales. Colombia tiene que orientarse hacia la universalización de la educación superior y un programa como SPP no la consolida sino para el 2% de los egresados de la educación básica y media, aunque es cierto que otros se desplazan hacia el SENA y la educación tecnológica. Pero, tal como está diseñado, SPP no contribuye a la equidad. Que las universidades privadas se queden con la casi totalidad de los estudiantes más “pilos” del país, en la práctica, es el mismo proceso de privatización al que se opusieron años atrás los estudiantes liderados por la MANE.
Garantizar el derecho a la educación debe ser una meta de cualquier democracia. En Chile, por ejemplo, la presidenta Bachelet se comprometió a alcanzar la meta del 50% de los estudiantes becados para acceder a la Universidad. Si no lo cumple, difícilmente podrá terminar su gobierno. No le queda bien al gobierno colombiano presentar como el mejor programa educativo uno que sólo alcanza a garantizar este derecho al 2% de los egresados de la educación básica y media.
Señora Ministra: Ojalá escuche a los estudiantes y docentes que masivamente votaron por una reforma al programa educativo bandera del gobierno Santos. Garantíceles educación a todos los “pilos” de Colombia, pero hágalo fortaleciendo y no debilitando las universidades públicas. Para ello no tiene sino una opción: Debe excluir a las universidades privadas del programa, salvo casos excepcionales. Se lo agradecerán los jóvenes de hoy y de mañana, pero principalmente, la democracia colombiana, ya que es claro que la condición sine qua non de una democracia es fortalecer la educación pública. Ojalá usted nos ayude a enriquecer la democracia en el país y no a las universidades privadas más importantes del país.
*Director del Instituto Alberto Merani es consultor de Naciones Unidas en educación para Colombia. @juliandezubiria
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