CIENCIA

De cómo el plesiosaurio de Villa de Leyva encontró su cabeza

Por casi 70 años el cráneo de un plesiosaurio encontrado en Villa de Leyva estuvo en el Museo de Paleontología de la Universidad de California, en Berkeley. El Servicio Geológico Colombiano lo recuperó y hoy se exhibe junto con su esqueleto original en el Museo Geológico José Royo y Gómez.

Lisbeth Fog Corradine*
6 de abril de 2018
| Foto: Lisbeth Fog

Durante muchas décadas, la exhibición de un plesiosaurio, un reptil marino de casi seis metros de largo en el Museo Geológico José Royo y Gómez cautivó las miradas de los visitantes por su largo cuello, su pequeño cuerpo y cuatro especies de aletas, ‘armado’ sobre una camilla de arena. Vivió en el somero mar del cretácico inferior, hace unos 125 millones de años, afortunadamente porque era carnívoro y mejor no tener que encontrárselo de frente cuando nadaba bajo el agua buscando sus presas, posiblemente camarones, calamares, algunas ostras y unos peces de mayor tamaño.

Una mirada más profunda y curiosa podría haberse dado cuenta de que el cráneo de ese espécimen tenía una contextura diferente, más negro y más brillante. Los paleontólogos lo sabían: era una réplica y el original se encontraba en el Museo de Paleontología de la Universidad de California (UCMP) en Berkeley.

A Marcela Gómez, paleontóloga a cargo del Museo del Servicio Geológico Colombiano (SGC), experta en unos cuasi-primos del espécimen, los pliosaurios, le cayó como anillo al dedo un requerimiento del Ministerio de Cultura enviado a varias entidades del país para recuperar material que hubiera salido del país. Este era un caso que merecía una dedicación especial. Y hoy, luego de algunos meses de investigación y trámites administrativos, el esqueleto del plesiosaurio, conocido como Callawayasaurus colombiensis tiene su cráneo original con forma de botín corto y enormes dientes.

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¿Cómo había salido?

Esa fue la primera pregunta y las cosas se dieron, como dicen por ahí. El paleontólogo y profesor del Departamento de Geociencias de la Universidad de los Andes, Leslie Noè, experto en ambos grupos de organismos, tiene un interés especial: saber cómo se movían los cuellos de estos reptiles marinos prehistóricos. Pero también le inquietaba revisar específicamente el cráneo original del plesiosaurio encontrado en 1949, así como otro espécimen descubierto cuatro años antes también en Villa de Leyva. Las descripciones realizadas entonces podían ser mejor descritas hoy en día gracias al avance en el conocimiento.

Con recursos de su universidad para una estancia en California, viajó al Museo de Paleontología en 2017. Como buen investigador, no solamente entraría a los depósitos donde guardan los fósiles en diversos cajones y podría revisarlos con sus propias manos enguantadas, sino también tendría acceso a los archivos históricos donde encontraría la prueba reina.

Descubrió que desde 1938, durante los trabajos de exploración de la Richmond Petroleum Company, se reporta material paleontológico que llama la atención de la comunidad científica estadounidense. Son los geólogos de la Tropical Oil Company quienes hallan el primer plesiosaurio en 1945, lo excavan, y ese mismo año el propio José Royo y Gómez, entonces director del Museo Geológico lo entrega al UCMP para su estudio. Este holotipo, o primer ejemplar descrito de este grupo, viaja a California. Lo mismo sucede en 1949, pero en esta ocasión viaja solamente el cráneo del nuevo hallazgo y en calidad de préstamo. El paleontólogo Samuel Wells, del UCMP, es el encargado de preparar las piezas y en contraprestación provee al Museo Geológico de una réplica, comprometiéndose a entregar el cráneo original una vez termine su estudio y logre su publicación en la literatura científica, lo cual efectivamente sucede en 1962.

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Toda esta evidencia la comparte Noè con Gómez, su colega y esposa, la trabajan y la analizan conjuntamente, y luego ella la presenta a los miembros del Comité de Dirección del SGC, presidido por su director, Oscar Paredes, y la institución procede a reclamar la pieza. Luego de un proceso que duró unos meses, Gómez viajó a California y seis días después aterrizó en Bogotá con el cráneo. Esta semana la pareja de paleontólogos, con el apoyo de otros colegas del Museo, abrieron la valija, desempacaron una a una las diferentes piezas y armaron el rompecabezas hasta lograr el cráneo completo.

Los tesoros que nos pertenecen

Esta historia forma parte del interés del SGC por poner orden en casa, y proteger el patrimonio geológico y paleontológico de la nación. Además es su función, para lo cual tiene que actuar. “El decreto regula cómo se hará la excavación, que haya unos planes concretos, unos permisos para poder hacer las excavaciones, que quienes tienen fósiles los reporten y se registren y así poder tener un inventario de la riqueza que tiene Colombia”, explica Gómez a Semana.

Además, busca recuperar los tesoros geológicos y paleontológicos que se han encontrado en nuestro territorio y han salido del país, muchas veces llenando las arcas del comercio ilegal de estas piezas.

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El director Paredes explicó algunas de las acciones que ha emprendido para cumplir con esa función: creó el Grupo de Trabajo interno Museo Geológico e Investigaciones Asociadas, ahora tiene asiento en la Comisión Intersectorial Nacional del Patrimonio Mundial, que vela por el patrimonio cultural y natural de la Nación, y forma parte del Convenio Interadministrativo para Prevenir y Contrarrestar el Tráfico Ilícito de Bienes Culturales colombianos, Geológicos y Paleontológicos.

Paredes dijo a Semana que espera la suscripción del decreto en las próximas semanas, teniendo en cuenta que el trabajo empezó en 2014 y ha sido consultado con diferentes sectores de la sociedad.

¿De quién son los fósiles?

“En Colombia el subsuelo es del Estado o de todos”, explica Gómez.

En la vida real si usted tiene un fósil en casa, puede quedarse con él, siempre y cuando lo reporte ante el SGC y pida la ‘tenencia’, “lo que significa formalizar que la persona tiene parte del patrimonio, que eventualmente puede ser consultado por cualquier persona; existe también la posibilidad que lo entregue al museo más cercano, a una universidad o al SGC”, continúa.

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“Es importante destacar que el decreto no pretende entorpecer la investigación de carácter paleontológico”, aclara Paredes. Para la colecta, extracción y excavación de restos paleontológicos, las universidades colombianas acreditadas por el Ministerio de Educación Nacional con programa aprobado de geología, ingeniería geológica, geociencias o biología y los Centros de investigación geológica y paleontológica acreditados por Colciencias están exentos de solicitar autorización al SGC.

Y es que en realidad son tesoros que hablan de la evolución y extinción de las especies en nuestro planeta y su estudio puede dar pistas sobre nuestra propia especie. “Como seres humanos estamos interesados en conocer qué va a pasar con nosotros; también aparecemos y desapareceremos, queremos saber cuándo y por qué desapareceremos”, explica Gómez. “Estas son ‘ventanas’ del pasado que son muy raras; la idea del SGC es protegerlas y hacerlo tanto con el sitio donde se encuentran como con las piezas que se encuentran en esos yacimientos paleontológicos”.

Y remata: “Lo importante es que no pase lo que sucedió con este cráneo”, remata Gómez. En medio de todo, éste fue un caso fácil.  

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