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La polarización política se toma las escuelas en Estados Unidos
En los colegios estadounidenses han aumentado los conflictos desde la llegada de Trump a la presidencia. Padres y educadores se preguntan hasta qué punto se debe llevar la discusión política al aula de clases.
“¿Donald Trump es un fascista?”. Esta pregunta, formulada por un profesor a sus estudiantes de décimo grado en la Escuela Superior de Saratoga Springs, en Nueva York, despertó una airada reacción de algunos padres de familia. Un grupo de madres, haciéndose llamar las “Conservative Chicks” (que se traduce como ‘Las chicas conservadoras’), incluso salieron en la televisión nacional denunciando a la institución de fomentar el “sesgo político”. El caso reflejó la división de la sociedad tras la victoria de Donald Trump: ya ni siquiera las escuelas se salvan de la terrible polarización política en Estados Unidos.
De acuerdo con las “Conservative Chicks”, el profesor mostró un par de caricaturas en las que comparó a Donald Trump con Hitler y Mussolini y habló de la “obsesión con la seguridad nacional” y “sexismo rampante”, dos enunciados con los que se tiende a identificar al presidente en los medios de su país.
Voceros de la escuela pública explicaron que el fin de la lección era plantear la discusión a los estudiantes sobre si Trump era o no fascista. Michael Piccirillo, el encargado de las escuelas distritales de Nueva York, dijo al columnista conservador Todd Barnes que “las caricaturas se mostraron como ejemplo para introducir el debate de por qué algunos medios dicen que el gobierno muestra signos tempranos de fascismo”.
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La defensa del funcionario solo enfureció más a los padres de familia que vieron en la propuesta del profesor un sesgo liberal. “Tanto estudiantes como padres tienen que lidiar diariamente con el adoctrinamiento político liberal que está sucediendo en nuestro sistema educativo”, alertó Julie Tellstone, representante del grupo de las ‘Chicas conservadoras’ en el canal informativo Fox News.
Este es solo uno de los casos que evidencia cómo la polarización política se ha trasladado a los colegios en este país.
Un caso similar se presentó en junio de 2017 en la Escuela Superior de Wall Township, New Jersey, donde una profesora eliminó con Photoshop los mensajes pro Trump de la foto del anuario de dos alumnos.
También en una escuela de Staten Island, la profesora Adria Zawatsky dejó una tarea en donde había que completar las siguientes oraciones: “El presidente Trump habla en una manera muy ____ y prepotente, insultando a muchas personas”, “Él tiene que ser más ____ para que los estadounidenses lo respeten y admiren”. Las respuestas correctas eran “arrogante” y “humilde”. Naturalmente, la tarea sacó ampollas entre los padres.
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“No creo que estuviera expresando mi punto de vista político” dijo la profesora Zawatsky. “Mi referencia al presidente era sobre su personalidad más que sus capacidades de gobernar. Los medios de comunicación hacen lo mismo. Esto se considera libertad de expresión y siento que tengo el mismo derecho que ellos”, agregó.
En general, la polarización en la sociedad estadounidense es bastante acentuada. Según el Southern Poverty Law Center, hubo 1.400 incidentes de sesgo político en los primeros tres meses después de las elecciones presidenciales del año pasado. Las denuncias realizadas de parte y parte han señalado con especial énfasis a medios, gremios, organismos gubernamentales y, prácticamente, cada sector de la vida pública.
Esta situación traslada a las instituciones educativas no son la excepción ha suscitado el debate sobre si este tipo de discusiones son aptas para el aula de clase. ¿Hasta qué punto las lecciones en los colegios son análisis políticos y no proselitismo?
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Salones de clase, el campo de batalla
El año pasado, una asamblea estudiantil en Oregon terminó convirtiéndose en un evento político después de que varios alumnos empezaron a corear: “¡Construyan el muro! ¡construyan el muro!”. En otro salón en California, un estudiante le espetó a un compañero de raza negra: “Ahora que Trump ganó, tendrás que volver a África donde perteneces”. En Dallas, un estudiante de sexto grado le dijo a un compañero judío que “un millón de sus vidas valen menos que 30.000 emails borrados”, refiriéndose a la controversia de los correos electrónicos de Hillary Clinton.
En junio, un reportaje elaborado por BuzzFeed encontró que varios estudiantes están usando el discurso de campaña de Trump para ofender a sus compañeros. Hay al menos 54 casos registrados en los últimos ocho meses. “En mis 21 años en el sector educación nunca había visto algo así”, le confesó Brent Emmons, rector de la Escuela Media Hood River a este medio digital estadounidense. Muchos estudiantes alegan que “si el presidente lo puede decir, ¿por qué no yo?”
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Algunos profesores también han declarado ser acosados por sus propios colegas por sus creencias políticas. “Me llamaban nazi”, dijo una profesora partidaria de Donald Trump a la estación radial WNYC.
Encontrar el punto medio
Para Andrew Jones, subdirector del Colegio Reach Free en Reino Unido, es bueno que los estudiantes piensen por sí mismos y expresen sus opiniones. Sin embargo, es importante mantener un diálogo armónico. “Una buena técnica es asegurar un debate balanceado es ejercer de abogado del diablo y explicar puntos de vista alternativos (así no coincidan necesariamente con los tuyos)”, sugiere en una columna en el diario londinense The Guardian.
En cuanto a los debates políticos en las clases, la línea puede ser muy delgada a veces, pero, para Jonathan Zimmerman, profesor de la Universidad de Pensilvania y autor del libro ‘El caso de la contención: enseñar asuntos controversiales en las escuelas’, el punto es que los maestros tienen que propiciar el debate.
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“Los profesores son sujetos políticos también, y hay momentos cuando está bien que revelen su opinión. Pero tienen que dejar claro que sus estudiantes no tienen por qué compartir sus opiniones. Si no, ya no son educadores; son propagandistas”, escribió en una columna de opinión publicada por el diario neoyorquino Daily News.
“Los maestros deberían poder preguntarle a sus estudiantes si Trump es un fascista”, argumenta Zimmerman, “pues como análisis académico es una pregunta válida que incentiva la discusión y la reflexión política en los estudiantes”. El problema según el experto es que “muchos padres no creen que los maestros sabrán diferenciar entre instruir y adoctrinar”, y agrega que casos como los de la profesora Zawatsky, donde evidentemente no había una intención analítica, le hacen un flaco favor a los educadores que sí quieren plantear un debate en las aulas.
Para el escritor, el profesor de Saratoga Springs “reflejó los más altos valores de la democracia, que requiere que los ciudadanos que poseen el conocimiento debatan cuestiones difíciles”. Pero, con el nivel de polarización social que está alcanzando la política estadounidense, esto es cada vez más complicado.
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