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De lavar platos y ser albañil en su juventud, Aristóteles Onassis llegó a tener una fortuna de mil millones de dólares, que en los años 60 era una cifra mucho más impresionante que hoy.

Aniversario

El centenario de Midas

Aristóteles Onassis estaría cumpliendo 100 años. Sus romances y tragedias son tan impresionantes como su genialidad para los negocios.

27 de enero de 2006

Cuando algu-na vez le preguntaron a Aristóteles Onassis sobre su secreto para convertirse en uno de los hombres más ricos del mundo, el empresario naviero respondió con un ingenioso consejo: "Para lograr el éxito, mantenga un aspecto bronceado; viva en un edificio elegante, aunque sea en el sótano; déjese ver en los restaurantes de moda, aunque sólo se tome una copa, y, si pide dinero prestado, pida mucho". Esta estrategia podría parecer sólo el apunte de una celebridad que quiere hacer alarde de su sentido del humor, pero en realidad el magnate la puso en práctica para conseguir su fortuna. Porque antes de ser el millonario conquistador que, se dijo, sedujo entre otras a Greta Garbo, Marilyn Monroe, Eva Perón y María Callas, y antes de que en su mítico yate 'El Christina' pasearan Winston Churchill, el rey Faruk de Egipto, y todo el jet set de los 50 y los 60, Onassis había sido desde albañil hasta lavaplatos.

Nació en el seno de una acomodada familia griega de comerciantes de tabaco, en enero de 1906, en la ciudad de Esmirna (hoy Izmir, Turquía). Pero en 1922 la región fue ocupada por los turcos, y los Onassis perdieron todas sus propiedades. Su padre y sus tíos fueron recluidos en un campo de concentración y fueron liberados, según dicen algunos biógrafos, gracias a la simpatía de Aristóteles. El muchacho de 16 años se las ingenió para ganarse el corazón de la mujer del general que usaba la residencia de su familia, y el favor de los guardias, a quienes regalaba cigarrillos y alcohol de contrabando.

Poco después decidió probar suerte en el continente americano, al igual que muchos griegos, y se embarcó rumbo a Buenos Aires con 250 dólares en el bolsillo. Como en un principio no hablaba español, no le fue fácil conseguir trabajo. Empezó lavando platos en un restaurante, fue cocinero del ferrocarril y distribuidor de mercancía a los vendedores ambulantes hasta cuando, luego de falsificar su documento de identidad para parecer mayor, lo emplearon como operador telefónico en la United Telephone.

Como le correspondía el turno nocturno, su pasatiempo era escuchar las conversaciones, principalmente de apostadores. Fue así como interceptó una en la que dos financistas norteamericanos hablaban de la compra del más importante frigorífico de Argentina por parte de un grupo de Estados Unidos. A la mañana siguiente, Aristóteles contactó a un comisionista de bolsa para comprar acciones de la empresa. Sólo 48 horas después las acciones fueron liquidadas a tres veces el valor de la compra. Por ello ganó 7.000 dólares, una cantidad sorprendente para ese tiempo.

Con este dinero se le ocurrió importar tabaco desde Grecia. Pero también invirtió en su imagen: se mudó a un apartamento en la aristocrática avenida Alvear, se hizo dos trajes y empezó a visitar los sitios a los que asistía la gente influyente. En la ópera conoció a la soprano Claudia Muzio, quien habría sido no sólo su amante, sino un contacto con la alta sociedad de Buenos Aires.

Nuevamente Onassis usó sus habilidades de relacionista público al convencer al propietario de Piccardo, una importante tabacalera argentina, de incluir tabaco griego en la mezcla de sus cigarrillos. La primera orden de compra fue por 10.000 dólares y ya la segunda superó los 50.000, un éxito que motivó a otros fabricantes a sumarse a su negocio. Más tarde crearía la marca Grecos que se posicionó como el cigarrillo de la clase alta. En esa época lo nombraron cónsul en Buenos Aires.



El griego de oro

Su olfato lo llevó a ingresar a la industria naviera, su verdadera mina de oro. Empezó con dos barcos cargueros que bautizó con los nombres de sus padres, Sócrates y Penélope. Su primera táctica fue cambiar la bandera griega de una de sus embarcaciones por la de Panamá, estrategia que se popularizó en el nivel mundial para obtener ventajas tributarias.

En los años 40 hizo otra de sus jugadas maestras, cuando la Comisión Naval de Estados Unidos puso a la venta, por 550.000 dólares, los Liberty Ships, las famosas embarcaciones usadas durante la Segunda Guerra Mundial para transportar suministros a Europa. Muchos creían que esos desechos de guerra serían inútiles en la paz.Pero no Aristóteles. Sin tener el dinero ni los barcos, celebró contratos para transportar carbón en Suramérica, Francia y Alemania. Con estos contratos como garantía, el banco le prestó lo suficiente para comprar 16 buques.

La Comisión Naval también ofrecía buques petroleros por 1.500.000 dólares, pero únicamente para compradores de Estados Unidos. Onassis evitó este obstáculo al crear una empresa con socios norteamericanos llamada United States Petroleum Carriers. Más adelante, su flota de transporte petrolero en el Golfo Pérsico multiplicó sus millones y luego incursionó en el mundo de la aviación, con la aerolínea Olympic Airways. Su fortuna llegó a los mil millones de dólares en los años 60, lo que si bien hoy es una cifra casi rutinaria en el mundo de los negocios, era absolutamente espectacular en aquella época.

Sin embargo, no siempre se salió con la suya. En 1954, el FBI lo investigó por fraude contra el gobierno norteamericano. Fue acusado de violar la ley según la cual las embarcaciones de bandera de Estados Unidos deberían ser de propiedad de ciudadanos del país. El magnate se declaró culpable y pagó una multa de siete millones de dólares. Años más tarde tuvo un fuerte enfrentamiento con el príncipe Rainiero de Mónaco, que acabó con el poderío del griego en Montecarlo. Onassis se había convertido en el propietario del 52 por ciento de la Société de Bains de Mer, que controlaba la mayor parte de los activos del principado, como el casino, clubs y hoteles. La idea de Rainiero era crear nuevas acciones propiedad del gobierno, una política que Onassis no vio con buenos ojos, pues no quería perder las riendas del emporio. Finalmente, al verse en minoría, Onassis decidió vender sus acciones, por las cuales recibió 100 millones de dólares. Abandonó Mónaco para siempre y pasó el resto de su vida diciendo que lo habían robado.



Coleccionista de mujeres

Aristóteles Onassis se hizo famoso no sólo por rico, sino también por mujeriego. En 1946 se casó con Athina Livanos, 20 años menor que él, hija del magnate naviero griego Stavros Livanos y con ella quien tuvo dos hijos: Alexander y Christina. Al parecer, el matrimonio no soportó las múltiples infidelidades de Onassis, de quien se dice habría tenido, entre otros, un affaire con Eva Perón en Italia. "Onassis pasó una noche con su primera mujer-mito. Pagó 10.000 dólares en concepto de donativo a los desposeídos por un revolcón y una tortilla cocinada por las manos de Evita", señala el periodista Enric González en su libro El coleccionista de mujeres.

Su romance con María Callas, la gran diva de la ópera de origen griego, fue el más sonado. La pareja se conoció a finales de los 50 en una fiesta, y el magnate no tuvo reparos en invitar a ella y a su esposo a un crucero por el mar Egeo a bordo del yate 'Christina', donde habrían comenzado su idilio, pese tener a sus cónyuges en el mismo barco. La relación provocó el fin de ambos matrimonios y una avalancha mediática. Según Nicholas Gage, periodista del diario The New York Times y autor del libro Fuego griego, en 1960 Callas habría tenido un hijo de Onassis que murió en Milán pocas horas después de nacer. Entre los muchos desplantes que el empresario le hizo a la artista, el más doloroso fue cambiarla por Jacqueline Bouvier, la viuda del presidente John F. Kennedy, lo que sumió a la diva en una depresión tan profunda, que nunca logró reponerse.

En agosto de 1963 Onassis invitó a la primera dama y a su hermana Lee Radziwill (de quien se rumora que había tenido un affaire con el magnate) a dar un paseo a bordo del 'Christina', supuestamente para que se recuperara por la pérdida de su hijo Patrick, que murió a los pocos días de nacido. De ahí comenzó una amistad que desembocó en romance después del asesinato del Presidente. La relación se mantuvo en el más estricto secreto hasta cuando la pareja sorprendió al mundo con la noticia de su boda, en 1968.

El matrimonio causó una gran polémica mundial: ella era el símbolo de la pureza por ser la esposa del mártir caído, mientras que él hasta tenía problemas con las autoridades norteamericanas. "Es la pareja perfecta. Mi papá ama el prestigio y ella ama el dinero", expresó Alexander Onassis con motivo del enlace. Cuando en una oportunidad le preguntaron cómo la viuda de Estados Unidos podía casarse con un "nuevo rico" que tenía negocios controvertibles, ella respondió: "¿Con quién quieren que me case, con un dentista?" y agregó que la fortuna de Onassis la hacía sentir protegida.

En 1973 Onassis recibió el más duro golpe de su vida. Alexander, su hijo y heredero de la dinastía, murió en un accidente cuando piloteaba su avioneta. Dicen que el armador estaba tan afligido, que llegó a culpar a Jackie de haberle transmitido su maldición. Por ello se distanciaron a tal punto, que ella no estuvo al lado de su esposo cuando murió, en Francia, el 15 de marzo de 1975, a causa de una enfermedad neuromuscular. Algunos biógrafos relatan que Jackie y Christina llegaron al entierro en la misma limusina y que la viuda habría empezado a hablarle a su hijastra de la herencia, lo que le habría causado un disgusto tan grande, que la hizo bajarse del auto. Finalmente, a Jackie "sólo" le correspondieron 26 millones de dólares.

Aristóteles Onassis fue el Midas moderno que simbolizaba la riqueza y el esplendor mundanos a mediados del siglo XX. Sus restos reposan en la isla Skorpios, una de sus más queridas propiedades y símbolo del imperio que construyó con una combinación de encanto, talento y audacia. n