CONGRESO
"El Congreso es el refugio de la clase media"
El senador Roberto Gerlein llegó al Congreso en 1968. Y piensa quedarse por lo menos hasta 2014. Le contó a SEMANA sus lecciones de estos 42 años.
SEMANA: ¿Cómo era el Congreso cuando usted llegó en el año 1968?
Roberto Gerlein: La Cámara de Representantes tenía un poder muy limitado, porque el período era de dos años. El Partido Liberal era mayoritario, pero también tenían asiento el Conservador, la Anapo y había uno que otro comunista. En esa época los proyectos no eran tan abundantes, se estudiaban más a fondo, eran más breves y el Congreso tenía una misión, que consistía en buscar acuerdos para que las leyes que se expidieran fueran de consenso. Era un Congreso más tranquilo, no había esos debates políticos tan duros como los que hoy existen.
SEMANA: ¿Cómo recuerda el debate de Nacho Vives?
R.G.: Fue el primer gran debate que se hizo contra un presidente en época reciente y eso estrujó a los colombianos porque Carlos Lleras Restrepo llegó al poder con la mayor opinión favorable que haya tenido un jefe de Estado. Además, conocía a fondo este país, conocía a los ricos y a los pobres, a los industriales y a los comerciantes, conocía las necesidades y las debilidades del Estado. El presidente Lleras, antes del debate de Vives, era un intocable y de pronto un senador de la costa atlántica armó un debate contra dos de sus ministros y eso conmocionó a la Nación que no estaba acostumbrada a esos acontecimientos.
SEMANA:¿Cuál ha sido el Presidente que más injerencia ha tenido en el Congreso?
R.G.: Julio César Turbay Ayala, Belisario Betancur, Misael Pastrana y, en su momento, Guillermo León Valencia. No tengo claro cuál fue el manejo que tuvo el presidente Lleras Camargo con el Congreso, pero sí recuerdo una frase de él que decía -con mucha inteligencia, porque ha sido el estadista más importante que hemos tenido en 100 años-, que "el gabinete era el instrumento que la Constitución le daba al Presidente para hacer las paces con el país". Quiso decir que si dejaron a Antioquia por fuera de este gabinete, en el próximo lo tendrán en cuenta; que si la costa atlántica tiene una importancia minera muy destacada, el ministro de Minas y Energía debe ser de la costa para manejar por lo pronto el carbón, el níquel y el gas. Que el poder presidencial contribuya a consolidar la unidad nacional.
SEMANA:¿Los presidentes se apoyan en el Congreso para tomar decisiones?
R.G.: Los presidentes siempre han sido muy celosos, sin excepción alguna, en el ejercicio de su fuero. Ellos nombran gente importante en un cargo, pero no salen a tocarles la puerta a los directorios políticos para que le den candidato. No es como cree mucha gente que los parlamentarios hacen cola en Palacio para que les nombren los ministros.
SEMANA: ¿Y quién le hace contrapeso al Presidente?
R.G.: Le escuché al presidente Pastrana Borrero decir que los partidos se dividen o se unen desde la Presidencia de la República. Eso es verdad, no hay sino que ver la historia reciente de Colombia. En 1930 había olayistas, lopistas y santistas, después aparecieron Carlos Lleras, Alberto Lleras, Gabriel Turbay, Julio César Turbay. Entonces, los nombres de los caudillos que eran elegidos o podían ser elegidos presidentes eran la fuerza de los partidos. Igual ha ocurrido en el conservatismo con Ospina, Laureano, Valencia, Alzate, Pastrana, Belisario. Los partidos en Colombia no se unen alrededor de grandes programas, se unen alrededor de los nombres de quienes pueden ser presidentes.
Yo soy hijo político del Frente Nacional y como tal me gusta el entendimiento entre los partidos sin que rechace la oposición.
SEMANA:¿Los congresistas siguen siendo poderosos en sus regiones?
R.G.: El poder vertical que existió y se expresaba en una línea de mando que funcionaba desde el Presidente hasta los corregidores se interfirió con la elección popular de los gobernadores y alcaldes, que se han convertido en los verdaderos jefes políticos y administrativos de los departamentos, de los municipios y de los distritos.
SEMANA: ¿Cuál ha sido el momento más crítico en la historia del Congreso en estos 40 años?
R.G.: Es el que estamos viviendo hoy con el tema de la parapolítica. Ha sido complicado para el Congreso poder atravesar las dificultades que la parapolítica le ha creado.
SEMANA: ¿A qué atribuye usted que los congresistas no puedan ser nombrados ministros o embajadores?
R.G.: A que la clase política ha perdido mucho poder. Creo que el Congreso está llamado a ser el último refugio de la clase media colombiana. En el Congreso no se ve a los ricos, ni a los presidentes de las compañías, ni a los directores de las cámaras de comercio. Los grandes propietarios, la gente que dirige la industria y la banca no tienen presencia en el Congreso y por eso perdió poder. Esas personas son las que tienen hoy acceso al gabinete y a la Junta Directiva del Banco de la República.
SEMANA: ¿Cómo devolverle al Congreso el poder que perdió?
R.G.: Hay que devolverle unas competencias que antes tenía, como la posibilidad de que sus miembros puedan ser ministros, gobernadores o embajadores, y debieran tener la posibilidad de expedir unas leyes que actualmente solo pueden ser de iniciativa presidencial. Hoy lo que hay es una clase política que se elige y se reelige porque no tiene más alternativa.
SEMANA: El Senado se renovará en el 60 por ciento, ¿cree que eso será traumático para la labor legislativa?
R.G.: Creer que porque se renueve el estamento humano van a cambiar las instituciones, me parece un poco optimista. No se debe caer en el lugar común de pensar que en el Congreso no se expiden leyes importantes. Pero ha hecho carrera en los medios decir que el Congreso no expide leyes, que todo se resuelve con pupitrazos.
SEMANA: ¿Si la Corte hubiera aprobado el referendo y el Presidente hubiera podido aspirar, se habría creado un desequilibrio entre las distintas ramas del poder público?
R.G.: Las ramas funcionan autónomamente. Conversaba con frecuencia sobre este tema con Víctor Renán Barco, que fue un gran amigo. Él me decía: "Roberto, aquí todo mundo habla mal del Congreso, pero todo el mundo quiere a los congresistas. Alguien tiene que pagar los platos rotos de los desajustes nacionales y qué mejor que responsabilizar al Congreso de esos desajustes, porque no tiene dolientes, el Congreso está dividido, por dentro hay toda suerte de facciones. Al Congreso todo el mundo lo empuja, todos lo golpean, lo maltratan". Eso lo ha convertido, para mal del país, en la rama débil.
SEMANA: ¿A qué político colombiano le hubiera gustado ver como Presidente?
R.G.: A Álvaro Gómez Hurtado, porque era una inteligencia fenomenal, era un hombre de una cultura ecuménica, porque conocía este país centímetro a centímetro, porque había estado en todas las etapas políticas que vivió la Nación desde 1946 hasta el día que se murió. Creo que nadie ha expresado tantas opiniones sobre Colombia como Álvaro Gómez Hurtado.
SEMANA: ¿Cuál ha sido la reforma más importante aprobada en estas cuatro décadas?
R.G.: Creo que la reforma política más importante que se ha hecho en Colombia es el acto legislativo N.º 1 de 1991 que derogó la Constitución de 1886. No soy amigo de los cambios permanentes de legislación constitucional, hay que dejar que las instituciones se asienten, que produzcan los efectos que se buscaron. Tampoco soy amigo de la hemorragia legislativa que con frecuencia veo en el Congreso. La Corte Constitucional cada vez que dicta sentencia modifica un montón de disposiciones legales, cada juez interpreta la Constitución como a bien tenga. Colombia es el único país del mundo donde hay una empresa que envía a los abogados una serie de hojas para que modifiquen los códigos que tienen sobre sus escritorios.