RELACIONES
El divorcio es contagioso
Un nuevo estudio plantea que, al igual que la gripa, las separaciones pueden transmitirse entre la familia o los amigos.
Cuando se supo hace pocas semanas que el ex vicepresidente de Estados Unidos Al Gore se iba a divorciar de su esposa Tipper, la noticia sorprendió a más de uno. Y no era para menos: después de 40 años de un matrimonio que parecía ejemplar, la pareja había decidido ponerle fin a su relación. Sin embargo, el asombro siguió cuando pocos días después la hija mayor de la pareja, Karenna Gore, anunció a los medios que se estaba separando de su marido, el médico Andrew Schiff, con quien había contraído nupcias hacía 13 años y tenía tres hijos.
Aunque para muchos estos hechos son solo uno de los tantos rompimientos que ocurren a diario, para un grupo de expertos esta seguidilla de separaciones en menos de un mes puede tener una explicación. James Fowler, profesor de Ciencia Política de la Universidad de California, junto con Nicholas Chistakis, de Harvard, y Rose McDermott, de Brown University, encontraron que la decisión de una persona de divorciarse de su cónyuge puede ser contagiosa e influir en su círculo de amigos y familiares, hasta llevarlos a que se separen también. La idea se basa en la teoría del contagio social según la cual una conducta o una emoción se propaga a través de un grupo, en una especie de efecto dominó. "Es un contagio como el de la gripa. Cuando uno se infecta con el virus es muy probable que se propague a otras personas. Y esto mismo ocurre con muchos comportamientos sociales", dijo Fowler a la cadena CNN.
Para llegar a esta conclusión, Fowler y sus colegas utilizaron las estadísticas del estudio Framingham, una investigación que se inició en 1948 en una población pequeña en una ciudad de Massachussetts, para explorar el riesgo de las enfermedades cardiacas. De allí, los expertos tomaron los datos de un grupo de 5.000 personas en un periodo de 32 años, y encontraron que si una pareja se divorciaba, sus amigos tenían un 75 por ciento de probabilidades de que tomaran la misma decisión. También observaron una influencia en las amistades de segundo grado, es decir, el amigo del amigo, cuyas posibilidades eran del 33 por ciento. La cifra en las personas que tenían un hermano divorciado era del 22 por ciento, y aquellos que tenían un compañero separado en el trabajo eran el 55 por ciento más susceptibles de seguirle los pasos. Durante el estudio no hubo una diferencia entre géneros, pero lo que sí encontraron es que los divorciados pierden el 10 por ciento de sus amistades y son vistos por algunos como una amenaza social para el grupo y pierden popularidad. Por el contrario, las personas que gozan de cierta notoriedad dentro de un grupo son menos proclives a partir cobijas, y lo mismo sucede en las parejas con hijos.
La explicación para este efecto dominó del divorcio es que cuando una persona le cuenta a otra sobre su separación, la persona casada conoce información sobre las ventajas y los inconvenientes de esta situación, e inconscientemente hace una valoración de su matrimonio. "Cuando alguien está pasando por un proceso de separación, el otro puede empezar a evaluar la idea, a ver semejanzas con su relación y, de acuerdo con la experiencia del otro, saber sobre algunas ventajas de estar separado, como ponerles fin a las peleas conyugales", dice el experto. Además, aclara que esto no solo sucede con las separaciones sino que es un efecto que tienen las redes sociales en otros aspectos de la relación: "Si dentro de un grupo de amigos hay una pareja que se casa, es muy probable que los otros también se unan, y así ocurre cuando alguien decide tener hijos. En los temas de sexo la influencia es más poderosa y por eso es común ver en un grupo de jóvenes que cuando hay unos que empiezan a tener relaciones sexuales, los otros también lo hacen" dice, Fowler a SEMANA.
De hecho, desde hace varios años él y Chistakis han investigado el contagio de ciertos comportamientos en los grupos de amigos o familiares, y en un libro llamado Contacto muestran que el consumo de alcohol, la felicidad o la obesidad también se trasmiten dentro del círculo de allegados. Además, varias investigaciones han demostrado el efecto que tiene una separación de persona a persona, sobre todo de padres a hijos, lo que se conoce como la transferencia intergeneracional del riesgo de divorcio. Esto supone que los nacidos de papás divorciados son más propensos a que sus matrimonios se rompan, sobre todo si la otra persona también creció en un hogar dividido.
Aun así, esto no quiere decir que apenas un hermano o un amigo termine una relación automáticamente hay que llamar a un abogado para empezar los trámites de la separación. El estudio dice que así como existe la posibilidad de que las personas divorciadas promuevan la separación en los demás porque les trae beneficios en su vida personal, también puede producir el efecto contrario. Para algunos romper con su pareja conlleva graves problemas tanto económicos como sentimentales, lo que, según los expertos, genera un efecto inhibidor en los demás y al ver por lo que está pasando su compañero deciden no experimentar lo mismo.
Para Fernando Ferguson, presidente de la Sociedad Colombiana de Psicología, lo anterior se debe a que las personas por lo general actúan según los efectos que esa acción tiene en su vida. "Las consecuencias de un acto pueden cambiar fácilmente una conducta. Si una persona ve que su compañero recién separado está más libre, vive solo, se puede tomar sus tragos, y él quiere ese estilo de vida, lo más seguro es que termine imitándolo -dice Ferguson-. Uno repite un comportamiento siempre y cuando este le represente una ganancia y no un castigo", agrega.
El caso de María Victoria Forero ilustra esta situación. Su hermana estaba pasando por problemas con su esposo, y un día decidió acabar su matrimonio. "Yo esperé para ver qué reacción iban a tener mis padres por la situación de mi hermana -cuenta María Victoria-, pero al ver que lo asumieron con tranquilidad y que le dieron apoyo, yo también decidí separarme de mi marido porque la relación no estaba funcionando".
Para Antonio González, terapeuta de pareja, aunque la sicología reconoce la influencia de los estados emocionales sobre las personas y los grupos, en los casos de divorcio no cree que pueda hablarse de un contagio. "Las motivaciones por las que una pareja establece un vínculo tienen mayor influencia que los estados emocionales que circulan en el ámbito colectivo", expresa González. Además, señala que quienes atribuyen su divorcio a la influencia de sus familiares o de sus amigos buscan una justificación para no afrontar la resolución de un conflicto o porque no lo asumen como una opción personal.
Según Gloria Cajiao, sicóloga clínica de la Universidad del Bosque, es difícil pensar que hay personas tan vulnerables como para divorciarse por simple imitación. "Esto sucede siempre y cuando la relación esté atravesando por un mal momento y al ver que alguien tomó la decisión, se siente animado para hacer lo mismo", dice Cajiao. La experta considera que este tipo de comportamientos sucede en distintas circunstancias, como cuando hay que elegir una carrera profesional, y lo que demuestra es que la persona depende mucho de lo que digan los otros y es insegura para decidir.
Para los investigadores, la importancia de este hallazgo es que puede contribuir a poner fin a lo que ellos llaman una "epidemia" de divorcios. Después de todo, como dice Fowler, el divorcio es como una enfermedad que se propaga entre varios, y tiene que entenderse como un problema público y social.