EL JET SET DE LA URSS
Los privilegiados soviéticos no pueden competir con los ricos occidentales, pero tienen un privilegio que estos no pueden ni soñar: que son privilegiados en un país sin privilegios.
Oleg Vinogradov, director del mundialmente famoso ballet Kirov de Leningrado, tiene un yate. No se compara con el fastuoso "Nabila" del magnate árabe Adnam Kashogui, por supuesto: es un yatecito para ocho personas, azul y blanco, que cabecea en el Neva con su dueño a bordo. Pero es el único yate privado de todo Leningrado, que tiene cuatro millones de habitantes.
Ilya Glazunov, retratista de personajes célebres -Indira Gandhi, los reyes de España, varios miembros del Politburó del PCUS- tiene un apartamento triplex en Moscú, con estudio incorporado, en un extremo de la Perspectiva Kalashny. No es la mansión de treinta cuartos y dos piscinas, estudio de grabación y cancha de tenis que ocupa Julio Iglesias en las Bahamas. Pero en Moscú, donde el promedio es de dos familias y media por apartamento, el de Glazunov es digno de las "Mil y una noches".
Boris Pasternak, el difunto autor de "El doctor Zhivago", tiene su tumba en el cementerio de la aldea de Peredelkino, a veinte kilómetros de Moscú. No parece mucho. Pero es que Peredelkino es el lugar donde se encuentran las dachas (casas de campo) de los más privilegiados de entre los privilegiados de la Unión Soviética: secretarios del partido, poetas o astronautas. Y el cementerio sólo lo comparte Pasternak con media docena de Viejos Bolchevikes (miembros del partido desde antes de la Revolución de Octubre) y con el Soldado Desconocido de la guerra de Afganistan. El privilegio, en consecuencia, es asombroso .
Que haya privilegiados en la "sociedad sin clases" de la URSS no es cosa nueva. Dachas, carros (sólo un 3% de la población puede tenerlos), champaña, si no francés, por lo menos búlgaro, son cosas al alcance de unos pocos, los miembros de la llamada "Nomenklatura". Lo que es relativamente novedoso es que la nomenklatura no se limita ya a los altos funcionarios del partido o los generales de las Fuerzas Armadas, sino que forman parte de ella ciudadanos "rasos" para los cuales el origen del privilegio no está muy claro. "Es de la KGB", es la explicación más habitual y más cínica. Pero parecen existir razones más sutiles que la de estar conectado con los servicios secretos.
El caso del pintor Ilya Glazunov es un excelente ejemplo: sus privilegios se los debe "a que Gina Lollobrigida quería que yo le hiciera un retrato" -explica Glazunov a un periodista de la revista norteamericana M (y ese es quizás el privilegio más difícil de lograr en la URSS: el de poder hablar con periodistas de Occidente). Cuando hizo suprimera exposición, a los 24 años, Glazunov fue considerado "decadente" por la crítica oficial y en consecuencia no se le permitió hacerse miembro de la Unión de Artistas Soviéticos. Pero en 1961 la actriz italiana Gina Lollobrigida, invitada a Moscú, conoció su pintura e insistió tanto con los funcionarios del cine soviético que obtuvo para el pintor el permiso para viajar a Roma (viajar al exterior: otro inaudito privilegio para un soviético) a pintar el retrato de la actriz. La prensa italiana se ocupó mucho de él. Y a su vuelta a Moscú, el Ministerio de Cultura estaba muy impresionado y le dijo a Glazunov que podia pedir lo que quisiera. El artista, discreto, se contentó con solicitar un estudio de pintor -y el derecho a ser miembro de la Unión de Artistas. Lo demás vino después. "Lo difícil es pasar la puerta del privilegio -explica Victor Tagashov, periodista y traductor oficial. De ahi en adelante, todo es posible".
"Todo" no es demasiado, la verdad sea dicha. Pero es, por ejemplo el acceso a las tiendas especiales para altos funcionarios, o, más codiciado aún, el acceso a las tiendas de fuera de la Unión Soviética: Sergei Obraztsov, el octogenario director del Teatro Central de Títeres de Moscú, no se desprende nunca de los zapatos Adidas de hacer jogging que compró en un viaje a Tokio.
Un caso espectacular de privilegio es así, por ejemplo, el de Yulian Semionov, autor de novelas de espionaje de gran éxito. Semionov no solamente tiene cosas totalmente inaccesibles para la inmensa mayoría de sus conciudadanos -apartamento en Moscú, dacha en Yalta, sobre el Mar Negro, un Volvo de modelo reciente, libertad para viajar a París, a La Habana, a Londres, o inclusive a la "cumbre" de Ginebra del año pasado en compañía de Gorbachev-, sino que puede hacer cosas que para los demás son ilegales. Puede mantener una cuenta corriente en divisas, tener en su casa armas de fuego, recibir extranjeros a dormir en su casa sin permiso oficial, y, colmo absoluto del privilegio en la URSS, cazar osos polares, que son la especie más protegida de la fauna soviética. O por lo menos cazar un oso polar. Semionov no es guardabosques ni explorador polar ni nada por el estilo: es simplemente un novelista que tiene a Hemingway como su ídolo. Pero esa fue la razón que le permitió viajar especialmente al Círculo Polar Artico siberiano para cazar su oso. "Era un oso muy agresivo -dice. Atacó varias veces a un campamento de meteorólogos cerca al Polo Norte, y finalmente el director del campamento recibió autorización para matarlo. Entonces me llamó a mí".
Pero ni siquiera la piel del oso polar es el privilegio más notable de que se puede enorgullecer Semionov. Ni su colección de escopetas de cacería que pertenecieron al zar Nicolás II, al rey Miguel de Rumania, a Jorge V de Inglaterra o al primero de los astronautas, Yuri Gagarin. El más notable es que sus novelas no se venden al público.
Como todos los libros rusos, su impresión está limitada a cien mil ejemplares por edición. Y son tan populares que nunca consiguen llegar a los estantes de las librerías: se venden a un precio "negro" que puede llegar al equivalente de 300 dólares el ejemplar, a través de canales de distribución reservados para privilegiados.
LOS PRIVILEGIOS DE LA NOMENKLATURA
-Un Mercedes, un BMW, o por lo menos un Volvo.
-Zapatos deportivos Adidas.
-Aparatos estereofónicos Technics Panasonic o Hitachi.
-Vino francés.
-Ropa francesa.
-Marlboros americanos.
-Fotos de ellos mismos con occidentales famosos.
-Traducciones de libros ingleses o americanos.
-Iconos
-Una vajilla completa.
-Caviar Beluga.
-Pieles de animales (si es posible, cazados por ellos mismos).
-Primeras ediciones de escritores rusos contemporáneos.
-Una dacha en Yalta o en Sochi.
-Un grado de la Universidad de Moscú.
-Teléfonos de colores.
-Acceso a entradas para el Bolshoi o el Kirov.
-Tomates en invierno.