De asesina a már-tir y de mártir a asesina. Así ha oscilado la vida de Amanda Knox desde hace seis años. La bella estadounidense “cara de ángel”, como la llaman algunos medios, fue condenada en Italia en 2009 a 26 años de cárcel por asesinar a su compañera de cuarto durante un ritual erótico.
Aunque la Justicia de ese país la dejó en libertad en 2011 por vicios de procedimiento, y pudo regresar a su natal Seattle, en días pasados la Corte Suprema reabrió el caso y anuló la sentencia absolutoria. De ser hallada culpable, lo más seguro es que sea pedida en extradición.
Todo empezó en el verano de 2007 cuando Knox viajó a Perugia para aprender italiano. Al llegar se instaló en un apartamento con otras tres jovencitas, entre las que se encontraba la británica Meredith Kercher. A los pocos meses la estadounidense conoció a Raffaele Sollecito, con quien sostuvo una apasionada relación en medio de una agitada vida nocturna.
Pero el primero de noviembre de ese año Knox pasó de ser una estudiante anónima a la protagonista de uno de los escándalos judiciales más mediáticos de los últimos tiempos. En la madrugada encontraron a su compañera de cuarto muerta con 43 puñaladas y semidesnuda. Las evidencias apuntaban a Amanda y a su novio, pues la Policía encontró ADN de la norteamericana en el cuchillo usado en el crimen, así como material genético de Sollecito en el brassier de la víctima. Entonces, la Fiscalía concluyó que la pareja había asesinado a la británica porque no quiso participar en su juego sexual.
Aunque los novios lo negaron, sus declaraciones contradictorias alimentaban las sospechas. Según la primera versión de Amanda, esa noche vio manchas de sangre que conducían al cuarto de Meredith y no les puso mucha atención. Culpó al jefe del bar donde ella trabajaba, pero varios testigos afirmaron verlo en el local cuando ocurrieron los hechos. Ella luego se retractó y aseguró que había pasado la noche en casa de su novio. Aunque Sollecito la apoyó en un principio, después la desmintió porque, según él, se quedó dormido y no volvió a saber de ella por un largo rato.
Justo cuando la pareja estaba acorralada, apareció un tercer sospechoso: el vendedor de drogas marfileño Rudy Guede. Ese día Meredith y él se citaron en casa de ella. Guede dice que solo estuvo allí un rato durante el cual sostuvieron relaciones sexuales. Un fuerte dolor de estómago lo obligó a entrar al baño y a la salida vio una silueta masculina que huía después de atacar a la joven. Sin embargo, los investigadores no confían en su versión y creen que Guede la violó mientras Sollecito la sostenía y Knox la acuchillaba. El africano fue condenado a 16 años de prisión y sus cómplices recibieron 25 y 26 años.
Paralelamente la prensa hizo su propio dictamen. Mientras en Europa la condenaron, en Estados Unidos sucedió lo contrario. Su familia gastó casi un millón de dólares en campañas publicitarias y a los ojos de los norteamericanos Amanda se convirtió en una víctima más de la débil Justicia italiana. Ella y su novio pasaron cuatro años en la cárcel hasta que sus abogados lograron convencer a los jurados de que las muestras que involucraban a sus clientes no fueron manipuladas correctamente. Contra todo pronóstico, Amanda volvió como un ídolo a su país y con una propuesta millonaria para escribir su historia.
Por ahora la defensa de ambas partes se prepara una vez más para el juicio interminable. SEMANA consultó a Giulia Bongiorno, abogada de Sollecito, quien se abstuvo de dar declaraciones “mientras no se interponga la casación”. Entre tanto, Amanda se resiste a dejar de ser una estrella. El regreso de su pesadilla no ha aplazado el lanzamiento de su libro previsto para el 30 de abril. Ese día Amanda le gritará al mundo que hoy más que nunca está “esperando ser escuchada”, como se titula su autobiografía.