EL LADO OSCURO DE CALVIN KLEIN
Una escandalosa biografía sobre la vida del diseñador Calvin Klein revela su afición por los hombres y por las drogas.
A PRINCIPIOS DE la década de los 80, el diseñador Calvin Klein era una de las figuras más prominentes del mundo de la moda. Los éxitos en su vida profesional lo habían llevado a codearse en la pasarela con los mejores diseñadores del momento, su industria iba en ascenso, y se había coronado como el rey de los yines. En todo el mundo era conocido como el "Yves Saint Laurent americano". Pero lejos de las mesas de diseño, de las luces y los flashes, la vida personal del diseñador estaba sumida en la droga y en las relaciones homosexuales.
Según Steven Gaines y Sharon Churcher, dos reporteros estadounidenses que acaban de publicar una escandalosa biografía sobre el diseñador, titulada Obsession, el dormitorio que tenía Klein en 1978 refleja como una gota de agua su verdadera personalidad. El cuarto estaba dominado por una cama doble encaramada en una plataforma. A un lado de ella había una palangana de porcelana con cocaína de la más fina calidad y, en otra, una taza llena de pastillas alucinógenas que compraba en el mercado negro a cinco dólares cada una. Al pie de la cama tenía una pantalla gigante y una videocasetera equipada con una amplia colección de películas de cine rojo cuyos protagonistas eran, sobre todo, hombres homosexuales. Colgada de una pared había una pizarra cubierta con recortes de revistas de sus atrevidos anuncios, una fotografía de su hija Marci, y, en otra, uno de sus modelos con el torso desnudo. La habitación refleja, en sus cuatro paredes, al diseñador: Klein homosexual, Klein padre, Klein diseñador, Klein drogadicto.
Desde su niñez, Klein fue tímido y reservado. En lugar de jugar a los carritos y al baloncesto, como todos los niños de su edad, se quedaba horas enteras encerrado en el cuarto de costura de su abuela. Así fue como aprendió a coser vestidos para las muñecas de su hermana. Y le quedó gustando. Cuando terminó el bachillerato, el joven decidió dedicarse al mundo de la moda.
Aun siendo muy joven se casó con Jayne Centre, pero la suya no fue una unión feliz. Durante su matrimonio, Klein descubrió que podía amar a las mujeres, pero prefería compartir la cama con hombres. Esta dualidad sexual y su marcada obsesión por la belleza física lo impulsaron a tener constantes aventuras con sus modelos, con fotógrafos y también con una misteriosa hondureña de nombre Lizzette Kattan. En poco tiempo, su matrimonio se fue a pique. Klein se alejó de su esposa y de su hija, a quien define como "lo único que realmente quiero en la vida".
Después de que su divorcio se hizo oficial, Klein ya estaba en el centro de la atención del mundo de la moda estadounidense. Esta presión lo llevó a iniciarse en las drogas, pues descubrió que eran la mejor forma de desinhibirse. El vodka mezclado con cocaína fue la adicción que adoptó para conversar mejor, para sentirse más creativo y también para disfrutar mayormente del sexo. Gaines y Churcher sostienen que, a partir de este momento, su búsqueda por satisfacer su apetito sexual se volvió desenfrenada. No era un secreto para nadie en la sociedad neyorquina que Calvin pasaba noches enteras en la famosa discoteca Studio 54 buscando jóvenes musculosos y atractivos a quienes pudiera seducir con su fama, para después llevárselos a su apartamento. Cuando se sentía más ansioso, Klein frecuentaba bares donde tenía encuentros anónimos en misteriosos cuartos traseros. Y cuando no quería salir de su casa contactaba muchachos por teléfono gracias a una conocida proxeneta de Nueva York.
Uno de los más sonados affaires de Klein fue el que sostuvo con Perry Ellis, otro joven diseñador de éxito, quien murió contagiado de sida hace 10 años. El encuentro se produjo en 1975, y quienes lo presenciaron aseguran que fue un flechazo inmediato. El día en que se conocieron ambos duraron horas hablando. En las semanas que siguieron se les veía juntos en todas partes. Los rumores del romance entre los diseñadores se hicieron vox populi, pero todo terminó cuando Klein se enteró de que Ellis tenía reputación de cultivar amistades con hombres de éxito por simple interés. A tal extremo llegaron los constantes affaires homosexuales de Klein que su hija Marci debió soportar durante años las burlas de sus compañeras del exclusivo colegio Dalton, quienes le decían a coro: "Tu papá es marica".
Calvin llegó a obsesionarse tanto por los hombres, que en 1977 decidió comprar una elegante casa en la isla Fire Island Pines, una reconocida zona gay en Estados Unidos. Allí se reunía con sus modelos preferidos y con figuras del jet set internacional. De sus múltiples amoríos, el modelo que más cautivó a Klein fue el nadador Roland Hall. Fue tal la fijación por él que el diseñador decidió construir la piscina de su casa en Pines sólo para "tener el placer de verlo nadar todas las mañanas".
A ORDENAR LA CASA
Pero por toda esta vida de promiscuidad, como la describen los biógrafos, el diseñador ha tenido que soportar más de una vez publicitados rumores que anuncian que está infectado de sida. Y todo parece indicar que los chismes hicieron mella en el diseñador, quien decidió, desde hace algún tiempo, poner orden en su vida.
Lo primero que hizo fue dedicarle más tiempo a su empresa, que de unos años para acá se convirtió en un verdadero imperio de la moda y ha llegado a vender más de 2.000 millones de dólares al año. La otra gran decisión que tomó fue la de casarse. Después de mucho pensarlo, Klein escogió como esposa a la diseñadora Kelly Factor, a quien conoció cuando ella ingresó a trabajar en su taller de diseño. La boda se realizó en Roma en 1986. Sin embargo, todo era demasiado bueno para ser cierto. Los autores de la biografía aseguran que Calvin sólo decidió dar el paso definitivo cuando se enteró de que Kelly había pasado una noche con el actor Warren Beatty, por quien Calvin sentía una terrible atracción. "Es como si hubiera pasado una noche con él", afirmó una de las fuentes de los biógrafos.
A pesar de los esfuerzos por rehacer su vida, las obsesiones de Calvin Klein siguen latentes. Parece que la vida monógama no es su fuerte, y no son pocos los que afirman que a pesar de que la hermosa Kelly Klein aparece siempre sonriente, ella sabe mejor que nadie que a su marido lo tiene que compartir con hombres.