Enfermedad

El mito de la silla caliente

Nathan Russo, un estudiante gringo que vive en Bogotá, derriba la creencia de que sentarse en una silla caliente puede causar enfermedades.

19 de mayo de 2007

Cuando me subí en un bus en Bogotá la primera vez estaba nervioso. La metrópolis causa algo de ansiedad para cualquier visitante, y el ritmo y el caos de los buses no facilita tranquilizarse. Así es en cualquier ciudad grande del mundo, y seguramente iba a acostumbrarme y aprender el laberinto de las rutas y las pautas básicas. Pero después de un tiempo, y cuando ya se acabó la ansiedad, me quedé con una sensación de que había algo fuera de lo normal.

Puse más cuidado y me percaté de algo que nunca había visto en mi vida. Un señor se paró para bajarse y dejó su asiento disponible. Una joven que estaba esperando en el pasillo del bus ocupó este espacio, pero no se sentó. En cambio, se quedó parada, apoyándose en el espaldar de la silla vacía. Me preguntaba: ¿por qué no se sentó? ¿Será que estaba haciendo yoga antes de sentarse? ¿Estaba dejando escapar un gas? ¿Los dos? La inquietud aumentó cuando en este viaje, el siguiente y el siguiente, se subían más personas que repetían la misma acción. Se recostaban sobre las sillas desocupadas, creando un patrón inexplicable que me hizo sentir que el loco era yo.

Decidí intentar resolver el misterio. Conozco a un italiano que sabe mucho sobre Colombia y Bogotá. Le pregunté por qué la gente se para sobre las sillas antes de sentarse. Se rió, y su novia, colombiana y muy querida, me dijo: "Hay un mito acá que dice que si uno se sienta en el calor de otra persona puede contraer hemorroides". Interesante, pero a pesar de las miles de veces que me senté justamente después de alguien, no tengo hemorroides.

Tal vez soy yo el ingenuo, porque en Estados Unidos si uno se encuentra una silla caliente, piensa: "¡Qué rico, todavía está calientica!". No había satisfecho mi curiosidad y cada vez que me encontré con otro extranjero le pregunté si sabía qué hacen los bogotanos en los buses. Un amigo australiano me dijo que inicialmente pensó que la gente espera a que el bus se pare para sentarse con seguridad. Un compañero mío, de Indonesia, cree que tal vez se trata de alguna clase de ejercicio para tonificar la cola. Un alemán pensó que la gente mira si hay un anciano o una mujer embarazada que merece el puesto, antes de ocuparlo. Cuando le conté a mi amiga inglesa me dijo que en Inglaterra creen que se pueden contraer hemorroides sentándose en sillas frías.

Después de haber hablado con ellos me sentí un poco mejor, pero decidí rematar el asunto. Pedí una cita con un conocido que es médico. Cuando le pregunté sobre si es posible contraer una enfermedad por el calor atrapado en la silla de un bus me contestó, "claro que no. Ésto es un estupidez que cree la gente. Es totalmente imposible". Finalmente, un veredicto que puso fin a mis dudas. Tranquilo, me subí en el bus para acompañar al médico a un evento. Salieron dos tipos, que dejaron dos sillas disponibles. Me senté de una vez, pero el médico se quedó parado encima de la silla. Le dije, "pero me acabas de decir que no hay ningún riesgo de enfermarse por el calor". Me respondió, "sí, pero me da asco".