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Bogotá logró, tras la independencia, consolidarse definitivamente como la capital política y el centro del poder de Colombia. | Foto: JOSÉ SANTIAGO DEL CASTILLO. MUSEO DE LA INDEPENDENCIA – CASA DEL FLORERO

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El nuevo orden territorial que surgió luego de la independencia

La emancipación destruyó casi todas las ciudades más boyantes de la Nueva Granada. Eso permitió crear un nuevo orden en el que salieron favorecidas Bogotá, Medellín, Barranquilla, entre otras urbes y villas.

4 de agosto de 2019

El español fue un imperio urbano y los poderes económicos, políticos y sociales tenían su residencia en las ciudades. Esta es una razón para que la guerra de independencia se iniciara como una disputa entre metrópolis. La llamada Patria Boba (1811-1815) fue un conflicto entre urbes. En efecto, los cabildos de las ciudades asumieron la soberanía en respuesta a la crisis de legitimidad que acarreó el apresamiento del rey en 1808. Pronto, las villas también se sumaron a este movimiento autonómico, primer motivo de la guerra civil que enseguida inició. Arropados bajo el manto de lucha entre federalismo y centralismo, en el fondo se trataba de la continuación por la riña de los poderes provinciales y locales de los centros urbanos, que disputaban el control de recursos y el manejo de los tributos.

Mompox.

Por ejemplo, en 1810, las ciudades del hoy Valle del Cauca, Cali, Caloto, Buga, Cartago, Anserma y Toro –las llamadas “ciudades amigas y confederadas”– se aliaron contra la capital de la gobernación, Popayán, que se mantuvo realista. Se trataba de que confederadas fueran independentistas, sin embargo, aprovecharon la crisis para resolver las disputas de los controles que ejercía Popayán. En especial del dominio de los territorios mineros que ellas mismas abastecían, pero que eran explotados por mineros de esa ciudad.

Durante el siglo XVIII, la villa de Mompox trató de liberarse del control de Cartagena, capital de la gobernación. Para ello buscó, sin éxito, el reconocimiento como ciudad. Cuando comenzó en 1810 la crisis, este puerto fluvial proclamó la independencia absoluta, una estrategia para sacudirse el yugo de Cartagena, que rápidamente la invadió para someterla. El sitio de personas libres de Barranquilla aprovechó este enfrentamiento, a su vez, para proclamarse villa.

Santa Marta

En otras latitudes, en 1811 se convocó al Congreso de las Provincias Unidas, al que debían asistir las 13 provincias de la Nueva Granada. Y cuando el pueblo de Sogamoso manifestó su interés en enviar un representante, despertó la violenta respuesta de Tunja, la capital provincial. Así, entre 1811 y 1815, las disputas por las jurisdicciones entre villas y ciudades marcaron a esta primera república, mal llamada Patria Boba, que fue nuestra primera guerra civil.

La reconquista española de 1815 buscó controlar las urbes, comenzando por Santa Marta y Cartagena; luego, los puertos del río Magdalena, Antioquia y Santafé de Bogotá. El régimen del terror que implantó Pablo Morillo comenzó con la ocupación de los puertos marítimos, después los fluviales, para seguir con las capitales provinciales. Una ruta contraria a la que seguirían las guerras civiles del siglo XIX y las violencias del siglo XX, que se desarrollarían en los nuevos escenarios de las vertientes de los ríos en los que habría procesos de colonización. Entre 1810 y 1819, la lucha contra la dominación española se presentó en los centros del poder colonial: las ciudades. La campaña libertadora de 1819 tuvo el gran acierto de tomarse a Santafé luego de la batalla de Boyacá del 7 de agosto. Las comunicaciones entre los comandantes españoles acantonados en la Nueva Granada no registraron la batalla del Puente de Boyacá, sino la caída de Santafé. Porque el control de las ciudades realmente definía el éxito o fracaso de las acciones militares.

Cúcuta

La independencia significó la destrucción de las urbes más boyantes de la Nueva Granada, lo que reacomodaría los controles territoriales que tenían los centros urbanos. En la costa Caribe el remezón fue mucho más profundo que en el resto del país. La guerra asoló a la provincia de Cartagena, que por los cruentos y prolongados combates terminó en ruinas. Un viajero relataba en 1824: “Cartagena, que en su época de esplendor contaba con cerca de 30.000 almas, no tiene hoy más de 10.000”. Tenerife, ribereño del Magdalena, había sido un puerto importante en el siglo XVIII, y quedó destrozada en la reconquista española. Stewart, un viajero inglés que pasó por este lugar en los años treinta, la describió en ruinas. A varios días de viaje estaba Mompox, que en los últimos años de la colonia había sido el centro comercial del Bajo Magdalena. En 1818, alguien la describió como “empobrecida y desolada” a causa de los estragos de la guerra. En el sur, Pasto pagó muy caro su fidelidad realista, justificada desde los intereses locales. En castigo, Simón Bolívar emitió un juicio condenatorio a esta ciudad. En una carta a Santander, sentenció: “Los pastusos deben ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte, dando a aquel país a una colonia militar. De otro modo, Colombia se acordará de los pastusos cuando haya el menor alboroto o embarazo, aun cuando sea de aquí a cien años, porque jamás se olvidarán de nuestros estragos, aunque demasiado merecidos”.

Cartagena

En efecto, entre el 23 y el 25 de diciembre de 1822, el general venezolano Antonio José de Sucre, al frente del batallón Rifles, se tomó por asalto a Pasto, y ejecutó una masacre a sangre fría contra la población civil de la ciudad. Asesinaron vilmente a más de 400 personas, de todas las edades. Aún siguen sin reparación algunas de las atrocidades que cometió allí el ejército libertador. La ejecución de 14 dirigentes de Pasto, arrojados amarrados en parejas a los precipicios del río Guáitara, cerró esta jornada en la navidad de 1822. La urbe nunca olvidó este episodio, como lo acaba de representar la carroza que ganó el Carnaval en 2018, una alegoría de Bolívar asociada a un violento exterminio y a la muerte. La destrucción de Cartagena permitió que la naciente ciudad de Barranquilla ocupara el puesto de puerto sobre el Caribe y principal urbe de la costa norte, mientras a la Heroica le costó más de un siglo reponerse. Los puertos coloniales sobre el Magdalena, como Mompox, fueron reemplazados por nuevos terminales como Magangué y El Banco. Algo similar sucedió en el occidente, donde Cali reemplazó a Popayán. Antioquia, provincia por su aislamiento muy poco afectada debido a la guerra, también salió beneficiada de la crisis de Popayán. En efecto, extendió su zona de influencia sobre los distritos mineros de una parte del Pacífico norte y consolidó el manejo de los circuitos de contrabando de oro hacia Jamaica, por la vía de Urabá. Estas rutas, que existían desde el siglo XVIII, tomaron fuerza y alimentaron el comercio ilegal de esta provincia.

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Popayán

Bogotá ganó más que ninguna otra con las desgracias ajenas. En primer lugar, cuando se conformó Colombia con la unión de Venezuela y Ecuador, por su centralidad y porque era la ciudad menos afectada por la guerra, fuera del asalto de Bolívar en 1814. La suerte capitalina le permitiría continuar como una urbe de servicios administrativos y educativos definitivos para su evolución como ciudad capital.