SERVICIOS PÚBLICOS
El verano y la ausencia de acueducto tienen a Quibdó en una grave emergencia por falta de agua
A pesar de que en los últimos seis años este municipio recibió 230 mil millones de pesos de transferencias, el agua apenas se consigue de manera precaria. Es un contraste semejante ausencia de desarrollo en la zona más lluviosa del país.
Cada vez que hay verano, 70.000 habitantes de Quibdó (Chocó) se quedan sin agua. Ellos representan el 70 por ciento de la población y, aunque viven en la capital de un departamento, no saben lo que es un acueducto. Cuando el clima es normal, tienen que recoger el líquido de la lluvia.
Una situación francamente insólita sobre todo sí se tiene en cuenta las millonarias transferencias que han llegado al departamento. En los últimos seis años ese municipio recibió 230 mil millones de pesos de transferencias, según le dijo Eva María Uribe, superintendente de Servicios Públicos, a SEMANA.COM.
Tal y como sucede en cada época de calor, desde hace 15 días se prendieron las alarmas en Quibdó. La razón es que no ha llovido y todas esas personas se quedaron con sus canecas vacías.
“Por eso tuvimos que pedirles carrotanques al Inpec, el Seguro Social y la Policía. Con éstos, empezamos desde el miércoles a repartir agua de 8 de la mañana a 10 de la noche, pero no son suficientes”, comentó Nilson Mosquera, coordinador de Atención y Prevención de Desastres del municipio.
Por fortuna, ya llegaron ayudas. Este martes, la Superservicios envió otros cuatro carros cisterna. Dos son de la cooperativa de lecheros de Antioquia, Colanta, y otros dos son de la Empresa de Acueducto de Bogotá.
Con estos nuevos carros serán en total siete que tienen capacidad para transportar 61.000 litros de agua que tiene como principales destinos la salud, la alimentación y los centros educativos.
Por su parte, el otro 30 por ciento de la población, que son cerca de 30.000 habitantes, sí tienen acueducto. A sus casas llega agua del río Cabí impulsada por motobombas. El líquido pasa por un sistema de tratamiento y, al abrir la llave, sale agua potable.
No obstante, su situación también está mal. El río bajó el nivel de sus aguas y, según Mosquera, sólo hay servicio media hora por la mañana. “Estimamos que dentro de una semana ellos tampoco podrán recibir el líquido porque, si no llueve, el nivel del río seguirá bajando por el calor”, explica.
Así que los damnificados son todos. Incluso, ya empieza a llegar el desespero. Algunos están tomándose el río Atrato y las quebradas, lo que los ha llevado a sufrir diarreas. Otros rompieron las tuberías para sacar agua de contrabando.
Ese acueducto que hoy tiene dividido al municipio entre beneficiarios y recolectores de lluvias era manejado por las Empresas Públicas de Quibdo, que pertenecían a la Alcaldía.
Aquella institución pública fue liquidada hace cinco meses porque la Superintendencia de Servicios Públicos la encontró en precarias condiciones financieras. “No era viable, – dice Uribe-. Tenía altos costos laborales, problemas de mala prestación del servicio y endeudamiento excesivo. Además, su estado financiero no le permitía hacer inversiones para tener una cobertura del ciento por ciento”. El destino de los 230 mil millones de pesos de transferencias es un misterio.
Entonces se entregó el manejo a la empresa ETA Servicios, que desde ese momento opera el acueducto de manera transitoria. Su control sobre las redes de aguas terminará a mediados de este año cuando entre la Superservicios y la Alcaldía de Quibdó deleguen la administración a una empresa nueva. Ésta deberá invertir 33 mil millones de pesos que saldrán de los bolsillos de la Nación para arreglar el acueducto de ese municipio.
“Esa plata será para remodelar las redes y ampliar la cobertura. El 70 por ciento de Quibdó tiene tuberías que no van a ninguna casa ni tienen conexión con el sistema de bombeo. La tarea es conectarlas, mejorarlas y llevar el agua a toda la población”, explica Uribe.
Estas obras no empezarán hasta antes de mitad del año. Según eso, falta poco para que en Quibdó conozcan por fin lo que es abrir una llave y ver salir agua potable dentro de las propias viviendas.