ENTREVISTA
"Descalificar a los jóvenes es torpe, excluyente y de ignorantes políticos"
El experto en pensamiento estratégico aplicado Jorge Gaitán Villegas dice que la publicidad masiva, el clientelismo y las redes sociales serán motores de las elecciones. Advierte que en un eventual resultado estrecho, el riesgo de fraude es mayor.
En entrevista con Semana.com, el consultor experto en pensamiento estratégico Jorge Gaitán Villegas advierte que ante la alta probabilidad de un resultado parejo en las elecciones, aumenta la tentación del fraude. Gaitán aduce que la ‘Ola verde’, como se denomina al ascenso de la intención de voto por Antanas Mockus, venía creciendo desde tiempo atrás, y analiza la incidencia de la publicidad, el clientelismo y las nuevas tecnologías en estas elecciones.
Semana.com: ¿Qué está en juego en las próximas elecciones?
Jorge Gaitán: Considero necesario volver a lo más elemental para contestar esta pregunta: lo que está en juego es el poder, es decir, el control de la rama ejecutiva. En las elecciones parlamentarias de marzo, ya quedó definido cómo y quién va a controlar la rama legislativa.
Pero en Colombia, el Presidente o Jefe del Estado y del Ejecutivo tiene facultades que le dan un poder descomunal, en comparación con la forma como se organizan milimétricamente los contrapesos y los controles mutuos entre las diferentes ramas del Estado en otras democracias.
De manera que el análisis de los riesgos debe partir de lo básico: una coalición heterogénea ha tenido un poder omnímodo en Colombia desde 2002, porque ha controlado tanto la rama legislativa como el Ejecutivo, y ha tratado de neutralizar a la rama judicial, todavía relativamente independiente.
El riesgo real que corre ahora era impensable hasta hace pocas semanas: está a punto de perder el poder, que en principio no estaba en juego.
Semana.com: Usted ha dicho que en las elecciones se enfrentarán dos generaciones y modelos de pensamiento distintos…
J.G.: El proyecto político de largo plazo del uribismo consiste en instaurar en Colombia un Estado comunitario, de corte corporativista, en el que las diferentes funciones del Gobierno se le delegan a grupos de poder con intereses particulares revestidos en nombre de la Patria: latifundistas, banqueros, contratistas, industriales, sectores afines al narcotráfico, todos esperan obtener beneficios de una gestión pública de sus intereses privados, pues todos son cazadores de rentas que provienen ya sea del manejo del presupuesto, de la orientación de la política económica, de la regulación y la vigilancia de sectores claves o directamente de la administración de instituciones públicas que generan ingresos propios. Este proyecto tenía perspectivas de triunfo. No tenía ninguna amenaza en el horizonte.
De repente, emergió de las entrañas de la sociedad colombiana un fenómeno político que se venía gestando en forma subterránea: el empoderamiento de los jóvenes y la toma de conciencia de la fuerza que puede representar su acción política coordinada.
La convergencia de diferentes factores ha levantado rápida y fuertemente esta oleada de entusiasmo juvenil por participar activamente en la vida republicana y sacar la cédula del bolsillo para algo distinto de mostrarla a la entrada de los bares. Y están poniendo en peligro de muerte al proyecto político del Estado Comunitario.
Semana.com: Hay quienes critican el fenómeno de la ola verde calificándolo de una intención de voto basada en la emotividad, no cualificada. ¿Usted cómo ve el fenómeno de la ola verde?
J.G.: La hoy famosa ‘Ola Verde’ –que suena a eufemismo típico colombiano con matices futboleros- se fue preparando durante todos estos años de tradicionalismo atávico, asociado a valores como la familia, la religión, la autoridad, el militarismo, la preponderancia de lo económico, el asistencialismo, todo mezclado en un coctel suave de paternalismo adormecedor.
Mientras tanto, los jóvenes, digamos los que hoy están en el rango de entre 18 y 29 años, han evolucionado por su lado: internet, música, rumba, redes sociales, acceso a la educación y a las nuevas tecnologías, visión más globalizada del mundo, individualismo, look, estilo personal, poco interés por lo público y alergia a todo lo estatal. Un rechazo solapado a tanta corrupción y un sentido auténtico de qué está bien y qué está mal, aunque no se pudiera hablar sino susurrar.
De manera que descalificar a estos jóvenes por emocionarse ante la perspectiva de jugar en serio no sólo es torpe y excluyente, sino propio de una gran ignorancia política que refleja un pasado superado hace cien años, cuando el voto debía ser cualificado y sólo tenían derecho a votar los hombres que tenían propiedad privada y eran cultos.
Semana.com: ¿De qué manera jugarán los indecisos en las elecciones?
J.G.: Los distintos escenarios que pueden ser analizados a través del modelo de simulación dinámica que me sirve de herramienta para realizar análisis cuantitativos del proceso electoral, más o menos aterrizados y alejados de la carreta de los ‘líderes de opinión’, me muestra que el margen actual de indecisos del orden del 8 por ciento en promedio, medido por las encuestas más recientes, puede resultar determinante para inclinar la balanza hacia cualquier lado, puesto que esa es más o menos la ventaja promedio que parece haber tomado Mockus frente a Santos, a unas largas semanas de las elecciones para primera vuelta.
Semana.com: ¿Qué opina de la llegada de J. J. Rendón a la campaña de Juan Manuel Santos?
J.G.: Sólo se me ocurre decir que denota un estado de desesperación tal de la campaña de Juan Manuel Santos, que probablemente lleve a recurrir a prácticas indeseables o a lo impensable: la ruptura del ordenamiento institucional en Colombia, para impedir el acceso al poder de la oposición. Todo indica que Rendón es un tramposo inteligente.
Semana.com: Se espera una participación inusitada para ambas vueltas. ¿Qué estímulos cree usted motivarán a la gente a votar?
J.G.: El primer factor es la publicidad masiva, que trata de ser creativa e incitativa, centrada en la persona del candidato. Lo venden como a cualquier producto de consumo masivo con mensajes tejidos alrededor de incentivos indirectos y simbólicos. Su real eficacia creo que va bajando, pero como todos los competidores se ven obligados mutuamente a utilizar la publicidad política pagada (con nuestros impuestos), entran en una espiral de gastos gigantescos, con la complicidad de los medios masivos interesados en facturar semejante lotería.
El segundo factor movilizador es el clientelismo, que consiste en movilizar a través de incentivos particulares y directos a mucha gente, normalmente de estratos bajos, niveles mínimos de educación y grandes necesidades básicas insatisfechas. Esos incentivos pueden ser muy eficaces, pues van desde promesas vagas hasta plata en mano, pasando por amenazas veladas de perder beneficios como el Sisbén o los subsidios muy variados de Familias en Acción. También existe el clientelismo armado, donde los incentivos consisten en votar para salvar la vida ante la amenaza directa y descarada de los depredadores locales.
Y por último, la disponibilidad amplia y a bajo costo de las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones y el acceso masivo por parte de los jóvenes han generado un nuevo vector movilizador: el networking, es decir, la adaptación para fines políticos de técnicas de redes sociales ya existentes que muchos usuarios estaban acostumbrados a utilizar en el manejo de sus relaciones interpersonales, desde el celular hasta internet, con toda su inmensa variedad.
En función de su grupo de edad, los votantes potenciales pasarán a ser votantes efectivos dependiendo del efecto combinado de los tres factores. Falta por ver si, por ejemplo, el entusiasmo de la ‘Ola Verde’ se traduce en coordinación inteligente y votación real.
Semana.com: Y finalmente, usted ha dicho que sería peligrososi hay un estrecho resultado en la segunda vuelta. ¿Por qué?
J.G.: No tengo la menor duda de que vamos a atravesar aguas peligrosas: es evidente la tentación de utilizar la ley del más fuerte en un país militarizado y obsesivamente trabajado en su siquis colectiva durante años, tejiendo fantasmas sobre el miedo (con el eufemismo de la ‘seguridad democrática’). Lo impensable no es descartable. Y todos sabemos lo que ya ha pasado y de lo que son capaces.