ELECCIONES 2018
“La paz, hasta el final de mis días”: Humberto de la Calle
El último mohicano de los liberales dijo que sería arrogante decirles a sus electores con quién irse en segunda vuelta. Invitó a Duque y Petro a “poner a Colombia primero”.
Llanto pero no silencio. Por el contrario, la gente lloraba y, a la vez, gritaba cada vez más fuerte la palabra “gracias”. Y, si se puede hablar de fiesta cuando se pierde, lo más parecido a ello fue lo que pasó en el Hotel Hilton de la calle 72 con carrera 7a. donde Humberto de la Calle escogió reunirse con sus seguidores tras los resultados de esta primera jornada electoral para escoger al próximo presidente de Colombia.
Vestidos de rojo de cabeza a pies, Luis Chaparro y Carmenza de Chaparro esperaban al candidato en el Hilton desde las 3 de la tarde. Luis fue por 11 años el portero del edificio donde vivió cuando era vicepresidente de Ernesto Samper y cuenta que lo reconoce donde lo ve. Sentados al frente de la tarima, en primera fila, agitaban banderitas rojas de papel. Y de vez en cuando, Carmenza secaba una que otra lágrima con un pañuelo de tela que tenía en sus manos.
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A su lado, Martha Ruiz, politóloga, y sus hijas Gabriela y Mariana, de 8 y 10 años, mostraban una cartelera amarilla, escrita por la niñas con la leyenda “De la Calle Presidente”. Ruiz lo sigue desde que fue delegado del Gobierno en la Asamblea Nacional Constituyente en 1991 y con un par de lágrimas a punto de desgajarse, dijo que el país no lo valoró. Hora y media después, cuando De la Calle subió a la tarima, Gabriela y Mariana lograron entregarle la cartelera y el candidato la levantó para el público.
A las 5:30 p.m. llegó al recinto con cara de emoción y agradecimiento en medio de tambores de batucada y banderas rojas que ondean a su paso. Recibía abrazos y besos de la gente. Era el único visiblemente feliz en su comitiva. Como si no hubiera perdido nada. O como si hubiera sabido lo que iba a pasar. Juan Fernando Cristo con un gesto adusto; Clara López, su fórmula vicepresidencial, con cara de tristeza, subieron a la tarima tras De la Calle, su esposa Rosalba, sus hijos y nietos.
El mensaje de De la Calle tuvo varios momentos que generaron una reacción grande entre quienes estuvieron en el recinto: cuando mencionó a César Gaviria y la gente no permitió que dijera su nombre completo e incluso tuvo que parar por los gritos de descontento. Y cuando ofreció disculpas a quienes creyeron en él. “ “Es mi responsabilidad”, dijo y tampoco lo dejaron terminar.
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De la Calle reconoció que esta no fue una campaña perdida porque la paz no es de un caudillo o un capricho sino que gira alrededor de un sueño de un país”. La gente volvió a gritar con llanto “gracias Humberto”, por varios minutos.
Las mismas gracias que, a las 11 de la mañana le dio Alejandro Echeverry, de 17 años, estudiante del colegio La Cumbre, secretario académico del Modelo de Naciones Unidas (MUN) de su institución, quien llegó al puesto de votación de Santa Ana, en Usaquén, al norte de la ciudad, donde votó De la Calle. Se le abalanzó a abrazarlo y decirle “usted es el arquitecto de la paz”.
A esa hora, De la Calle, con una calma que contrastaba con las caras de angustia de algunos de los que lo acompañaban, depositó su voto en la mesa número 2. Caminó lento, votó, saludó, conversó y salió del puesto con la misma calma con la que se mantuvo 5 años al frente de las negociaciones de la paz con las Farc.
Minutos antes lo había hecho Juan Carlos Pinzón, un par de mesas más adelante. Pinzón, fórmula vicepresidencial de Germán Vargas Lleras, estuvo de entrada por salida en el sitio.
Como si no hubiera límite en el tiempo, o como si ya se hubiera acabado, De la Calle se tomó una hora larga para atender a la gente, saludar a “Hache”, un labrador chocolate de dos meses cuyo propietario de 21 años, Nicolás Rico, le explicó que le puso ese nombre en su honor. Oyó atentamente a todos los que querían decirle algo. Se tomó cuanta foto le pidieron que se tomara y se fue caminando con Rosalba por entre los urapanes de la carrera sexta hacia el sur.
Antes de que volviera a aparecer nuevamente, esta vez en el Hilton, con Rosalba, su esposa desde que tenían 20 años y madre de Natalia, Alejandra y José Miguel, una joven de la campaña subió a la tarima y dijo “estamos del lado correcto de la historia”.
Sonaba el jingle que decía “la esperanza va a vencer el miedo” y dos jóvenes más estiraban una pancarta en la que se leía: “La paz continúa”. Algo más de cien personas, que fueron el doble cuando llegó el candidato, terminaron el día entre llanto y fiesta con unas palabras que solo podían salir de alguien que conoce el sentido de lo que dice.
“Colombia debe tener una segunda oportunidad sobre la Tierra y esa es la responsabilidad del próximo presidente... La lucha sigue por los que aún no entiende el significado del silencio de los fusiles”. Tal vez por eso la gente nunca dejó de llorar y decir “gracias”.