EMPRENDIMIENTO
La moda sostenible se toma las pasarelas
Los emprendimientos sociales también están en la confección y en el diseño. Impactan y ayudan a comunidades y al planeta.
La industria de la moda tiene una nueva tendencia. Y parece que va a durar más de una temporada. Se trata de la sostenibilidad, pero no solo como una iniciativa verde, sino también como una apuesta económica y social. El objetivo es hacer de la moda -la segunda industria más contaminante del planeta- un negocio consciente de su impacto en todas las etapas del proceso: desde la tierra donde se cosecha el algodón hasta las vitrinas que exhiben las prendas.
En Colombia, cada vez son más los diseñadores que conciben sus marcas desde principios sostenibles cargados de identidad nacional. Entendieron que un bolso, una chaqueta o un collar pueden contar las historias de este país multicultural. No se trata de un nacionalismo caprichoso y político, sino de un proceso creativo e histórico que va mucho más allá de una bandera.
Y es que el negocio de la moda genera ventas acumuladas superiores a $18 billones, según Martha Gracia, vocera de la Cámara de Comercio de Bogotá en el Bogotá Fashion Week (BFW), evento en el que se esperan negocios por US$600.000.
Dinero conversó con cuatro emprendedores que presentan sus últimas colecciones en el BFW, y que a lo largo de su trayectoria han trabajado para reivindicar relatos y técnicas ancestrales de los indígenas y campesinos colombianos.
Socarrás o el viajero que cuenta historias
Juan Pablo Socarrás tiene claro su siguiente paso: conquistar el mercado latino. Le interesan Perú, Panamá, Guatemala y Salvador, donde la moda colombiana es muy respetada.
La tía abuela de Juan Pablo Socarrás, el diseñador bogotano con raíces costeñas, inspira su última colección: “La Nena”. Su nombre es Antoinette, y es hija de inmigrantes árabes, griegos e italianos. En una época en que la mujer dependía del hombre, ella era independiente: se dedicaba a la apicultura y tenía una floristería. Por esto, las telas se inspiran en los mosaicos árabes y en las colmenas de las abejas. Más que otoño-invierno es una colección para una mujer que viaja por el río y el mar y guarda en su maleta prendas para cada momento.
Él tiene una mirada local con proyección mundial. Lo suyo es el movimiento: ha viajado hasta en chalupa a los pueblos más olvidados del país y ha trabajado con comunidades artesanales, indígenas y desplazados. Cree que la clave para volver rentable un emprendimiento en moda sostenible es, además de tener una estructura empresarial, contar la historia de cada prenda y de las manos que la hicieron.
Lleva 13 años trabajando. Empezó en Artesanías Colombia, donde entendió que su trabajo debía impactar a las comunidades, pues eran ellas quienes, con sus tradiciones, contaban la historia del país. El año pasado ganó el premio Women Together de la ONU y en su trayectoria ha dictado conferencias en más de 90% del país. Después de haber quebrado en su primer intento de ser independiente, se ha reinventado y ahora dicta charlas sobre cómo ser un emprendedor exitoso. Lo resume en dos pasos: tener pasión e inteligencia emocional.
Pero lo que tenía de creativo le faltaba de empresario. "Primero debes ser sostenible tú para hacer sostenible al otro", le dijo alguien en una gala en Nueva York. Fue así como decidió empezar un proceso formativo con la Cámara de Comercio de Bogotá que lo orientó para dividir su empresa en dos: un negocio social -la Fundación- y un negocio sostenible -la marca- que genera rentabilidad.
“Para mí, la sostenibilidad es honrar al otro y valorar su trabajo para tejer relaciones de impacto-beneficio. Cuando tenga 70 años quiero ser como Óscar de la Renta o como Carolina Herrera. Por eso, después de quebrar y reiniciar mi negocio, decidí volver a mis raíces. Y es que así empezaron también Coco Chanel e Yves Saint Laurent, quienes antes de sus desfiles y de las grandes ferias presentaban en su apartamento en París sus últimas colecciones a puerta cerrada a la prensa y a sus mejores clientes”, concluye.
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Los hermanos de Sampués
Carlos y Elvia Tapia venden más en el mercado extranjero que en el nacional. Pero desde que tienen tienda en el Boho Market de Usaquén, han aumentado sus ventas nacionales.
La familia de los hermanos Tapia es de Sampués, Sucre, quienes desde jóvenes quisieron ser empresarios para recuperar la tradición de la cultura Zenú que las nuevas generaciones estaban perdiendo. Por eso fundaron Bareke, una empresa tributo a sus ancestros. Su última colección se llama “Porros y fandangos”, y es un homenaje a las danzas tradicionales de Sucre y Córdoba. “En estas danzas se unían las tres etnias: los negros, los blancos y los indígenas. Para ellos era un ritual: así los hombres cortejaban a las mujeres”, explica Elvia Tapia.
Iniciaron fabricando bolsos con diseños que mezclaban patrones étnicos con técnicas de la marroquinería. Pero ellos, más que montar empresa, querían generar innovación social sostenible. Así que decidieron organizar un centro productivo en la región: capacitaron a 50 personas en todo el proceso, desde la siembra de la palma -limpia, sostenible y sin químicos- hasta la marroquinería. Y emplearon jóvenes, ancianas, madres cabeza de hogar, desplazados y víctimas de la violencia del pueblo.
“La gente piensa que las empresas de innovación social sostenible tienen que ser fundaciones o no pueden generar ingresos. Y es lo contrario: este tipo de empresas tienen que ser altamente rentables para poder causar un impacto en la comunidad, cubrir los costos y generar excedentes para capacitar e invertir en investigación en nuevos materiales”, explica Tapia.
Su esencia es co-crear: trabajar de la mano de las comunidades, y no como se ha hecho en muchas ocasiones, a costa de ellas. “Esa es la única forma de generar un desarrollo sostenible en el país”. No se trata de imponerles tendencias, sino de crear un puente entre dos mundos: la moda y los saberes tradicionales.
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Un hombre entre dos mundos
Los diseños de Humberto Cubel los han usado artistas como Maluma, Goyo, Pipe Bueno y Mike Bahía. Un artista nacional que le gustaría ver con sus prendas urbanas es J Balvin.
Cuando Humberto Cubel era un niño, su mamá le enseñó a tejer y a bordar, algo normal en una familia de artesanos santandereana. Por eso, cuando creó su marca hace 4 años, decidió incorporar el trabajo manual en sus prendas. Pero con una diferencia: esos tejidos ancestrales los reinventa con toques tecnológicos y modernos, con una visión futurista que imprime en su línea un estilo urbano, alternativo y vanguardista.
Su escuela fue Bettina Spitz, la diseñadora colombo-alemana con quien trabajó durante 5 años. Cuando se independizó, pasó de diseñar prendas para mujeres a crear una línea masculina. Ya lleva 18 meses exponiendo la marca y ha participado en Colombiamoda -donde ganó el premio Young Creative de Chevrolet-, y en la International fashion week de Bangkok, donde vistió a la esposa del embajador con un vestido pintado a mano en tela tailandesa y un diseño inspirado en la diversidad colombiana.
El trabajo manual que le aporta textura a sus prendas lo hacen mujeres cabeza de familia y comunidades de artesanos. Su nueva colección se llama “Ganza”, una palabra muisca, y cuenta la historia del vuelo chamánico a través del cual, el sabio, en un trance alucinatorio, descubre los secretos del cosmos y controla las fuerzas que regulan la vida. Las prendas se basan en 3 aliados del chamán: el murciélago, el cóndor y el colibrí. Y van desde lo más denso a lo más etéreo. Todo empieza en un momento oscuro, como el murciélago, cuando el chamán no domina el conocimiento, y avanza hacia una explosión de destellos y colores iridiscentes, como el pelaje del colibrí, cuando el sabio culmina el proceso y ha volado grandes distancias para comunicarse con los dioses.
“Para consolidar mi estructura empresarial ha sido clave el apoyo de la Cámara de Comercio de Bogotá. La moda colombiana cada vez es más competitiva a nivel internacional porque el producto es bueno y tiene identidad. Vendo más en el extranjero que en el mercado nacional y por esto el futuro de Cubel está afuera, donde la gente valora más los detalles hechos a mano y la visión vanguardista de la moda”, explica.
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Las leyendas del oro
Alexander Cortés y Diana Pulido dicen que cuando están con un martillo y una lámina en la mano, olvidan que "hay que pagar los recibos”.
La primera colección de joyas de Diana Pulido y Alexander Cortés, fundadores de Metalero, se inspiró en una tarea de su hijo. El niño se sabía de memoria todos los personajes de las películas de Marvel, pero no tenía idea de quién era el Mohán, la Patasola ni el Sombrerón. Así empezó "Apropiación de memorias surreales", una colección de esculturas y joyas para contar las leyendas de los pueblos ancestrales que se han perdido en el tiempo.
Esta pareja de artistas hace orfebrería sostenible: utilizan técnicas de cincelado, batido, repujado y fundición. Laminan el oro a punta de martillo, como lo hacían los indígenas. Así evitan el consumo excesivo de energía de las máquinas. No usan soldaduras. Trabajan el oro y la plata en estado puro: no hacen aleaciones. Y a diferencia de los talleres comunes, no utilizan ácidos ni soda cáustica para limpiar el material: ellos usan ácido cítrico, que es básicamente jugo de limón.
Su más reciente pieza, que presentan en el BFW, cuenta la historia del origen de la vida a partir de una leyenda de los Kogui de la Sierra Nevada de Santa Marta. “Es una capa en degradé de 4 colores que hace alusión a las 4 capas de la tierra: blanca, amarilla, roja y negra. La historia es la de un hombre que se roba las hijas de una señora. Rapta a la primera, la blanca, y la seduce para hacerle un hechizo, pero no da vida. Se lleva la segunda, la amarilla, y tampoco logra dar vida ni frutos. Sigue con la roja, que sí da vida pero no frutos. Hasta que finalmente, se roba a la última hija, la negra, que la señora tenía escondida porque la avergonzaba. Y es ella quien logra dar vida y frutos en la tierra”, explica Cortés.
Uno de los retos más difíciles es conseguir financiación: la materia prima con la que trabajan es costosa. Y todo lo que rodea el mercado está estigmatizado porque en el pasado, y aún hoy, los negocios orfebres se utilizan para el lavado de dinero. Por eso conseguir un crédito o incluso abrir una cuenta en un banco es casi imposible. Su trabajo lo aprecian más en el extranjero, aunque las historias que cuentan son colombianas. Su mayor inspiración la obtienen del trabajo de los hombres precolombinos que alberga el Museo del Oro. No tienen referentes contemporáneos porque lo mejor que se ha hecho en la historia de la orfebrería viene del pasado. Ellos solo han continuado una tradición. Las grandes ideas las tomaron de los ancestros.
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