5.000 EMPRESAS

Exportar: la gran apuesta de Cargill Colombia

El sector agropecuario es uno de los llamados a impulsar la reactivación. En ese campo Cargill de Colombia, una empresa con planes ambiciosos, emplea 7.000 personas en el país. Trabaja en ampliar su capacidad de producción, al tiempo que desarrolla el comercio electrónico.

17 de septiembre de 2020
Vargas piensa que este es el momento para innovar. "El que se detiene pierde", dice. | Foto: Karen Salamanca

No tiene un nombre muy reconocido por los consumidores colombianos, pero Cargill está en las mesas de muchos hogares. Espera crecer allí, y llevar su producción avícola nacional fuera de las fronteras.

Esta multinacional estadounidense con 153 años de historia llegó a Colombia hace 52 años. Su negocio aceleró en el país desde 2017, cuando sus directivos sintieron que estaban subinvertidos acá. Ese año adquirieron la vallecaucana Pollos El Bucanero, firma que el año pasado facturó $839.897 millones. En 2018 compraron la firma santandereana Campollo, con ventas por $541.154 millones, y plantas en Bucaramanga y Cartagena.

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Xavier Vargas, presidente de Cargill Centroamérica y Colombia, explica que con esas adquisiciones la operación de Colombia pasó a convertirse en una de las más importantes en América Latina. Al menos en lo que a empleo se refiere, pues el negocio avícola es intensivo en mano de obra.

En el país tiene 7.061 empleados y, además de las marcas Bucanero y Campollo, tienen a TipTop, que comercializan en otras partes de América Latina y Rusia. En el mundo, Cargill opera en 70 países.

Pero Cargill es mucho más que pollo. Es una de las pocas grandes corporaciones estadounidenses que no está en bolsa, es decir, que es privada y siempre ha sido de propiedad de una misma familia. Emplea a 160.000 personas globalmente en cuatro áreas: trading de materias primas (implica la compra y venta de azúcar, maíz, arroz, soya, etc. y con este negocio llegó al país). La segunda área es la de nutrición animal, que cuenta con una planta en Funza, Cundinamarca. La tercera es la de proteína, en la que, además de pollo, procesan res, huevo, pavo y algo de embutidos. La cuarta línea de negocios es la de ingredientes para alimentos.

Para facilitar el movimiento de sus productos también tiene inversiones en puertos y cuenta con una participación en los terminales de Cartagena, Buenaventura y Tolú.

Vargas comenta que tener más de un siglo de experiencia y presencia global les ha ayudado a aprender a manejar las crisis, así como a entender los ciclos de los alimentos.

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¿Y la pandemia?

El carácter internacional de Cargill, con casa matriz en Minneapolis, les permitió empezar a prepararse desde enero para la crisis sanitaria. En ese momento definieron áreas a priorizar: asegurar el bienestar del equipo, al minimizar contagios y enviar a teletrabajar a los cargos no indispensables en las plantas.

También se concentraron en hacer mejoras en las plantas y en las granjas, al separar a las personas con divisiones para aislarlos y dotarlos del equipos de protección personal. Este último proceso no implicó un gran cambio, pues desde antes de la pandemia esta industria ya usaba tapabocas y medidas de bioseguridad. Esto les ayudó a asegurar la continuidad de la operación y en ningún momento tuvieron que parar.

"La parte más crítica ya pasó y ahora estamos viendo oportunidades que se dan en toda crisis. La primera estuvo en el fortalecimiento de nuestro comercio electrónico, que ha crecido bastante como canal de distribución. La segunda es el desarrollo de productos más acordes con el momento, con empaques más seguros y listos para cocinar", explica Vargas.

Pero la pandemia también ha transformado el consumo, que pasó de compras iniciales de pánico a la preocupación por un menor consumo de proteína en los hogares. El ejecutivo nicaragüense, que lleva 20 años en Cargill, señala que en efecto, tras esas compras de los primeros días, vino una caída de la demanda, que en el caso de la industria avícola fue de entre 20% o 30%, en especial por la mínima operación de los restaurantes. "No ha sido un proceso fácil porque esta es una cadena productiva que está muy integrada y no se puede frenar de un momento a otro. Para producir al nivel de la demanda actual, se debe cortar 3 meses atrás, pues todo comienza con la incubación de los pollos que luego se van a procesar. Lentamente se está recuperando el consumo, pero no creo que alcancemos a cerrar 2020 al nivel prepandemia. Eso nos va a tomar 1 o 2 años", precisa.

También anota que en las crisis económicas se modifican los hábitos de consumo hacia las proteínas más económicas y allí gana el pollo.

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Vargas no duda que el agro impulsará la recuperación del país y, en el caso de su negocio, está convencido de que la clave es vender pollo al exterior. Este fácilmente podría convertirse en el tercer o cuarto producto de exportación y sería similar a las flores. En 5 o 10 años, la industria avícola nacional podría exportar US$1.000 millones. De hecho, adelantan reuniones con los Ministerios de Agricultura y Comercio, así como con la embajada en Estados Unidos.

Mientras tanto, Cargill trabaja en Colombia en varios proyectos: finalizar la ampliación de su planta de Cali y construir también en el Valle una granja de gallinas reproductoras, así como una incubadora en Cartagena y centros de distribución en ambas ciudades. "La industria avícola colombiana es eficiente y tiene buenos costos de producción, similares incluso a los de Brasil, sin tener una producción de granos. Eso, junto a la resiliencia, la cultura emprendedora e innovadora de los colombianos facilitará la exportaciones", puntualiza Vargas.

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