ANÁLISIS

¿Qué tan verde somos?

Al comparar el crecimiento del sector moda en Estados Unidos y Europa frente a hace 20 años, se observa un incremento en el consumo del 60% mientras cada prenda es usada solo la mitad de las veces. Vestimos moda desechable.

Andrea Mejía Fajardo
20 de agosto de 2020
| Foto: Crédito: iStock / Getty Images Plus / Julian Valentin

El sistema moda es una de las industrias más contaminantes del mundo, consecuencia de una economía lineal (producción–uso–desecho) y el uso indiscriminado de recursos naturales y sustancias químicas en diversos procesos productivos, contaminando fuentes de agua potable, el aire que respiramos y la tierra cultivable, al tiempo que vulnera los derechos humanos de gran parte de los trabajadores a lo largo de la cadena de valor.

Campañas como Detox my Fashion de Greenpeace y consumidores cada vez más conscientes frente a las problemáticas ambientales y sociales, han motivado cambios en la producción y consumo hacia prácticas más sostenibles.

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Para el State of Fashion Report update 2020, la “cuarentena de consumo”, consecuencia de la pandemia, podría acelerar el rechazo de más consumidores frente a modelos no sostenibles, quienes favorecerían a aquellas marcas responsables frente al medioambiente y comunidades.

McKinsey estima que un 15% de los consumidores en Estados Unidos y Europa optarán por adquirir prendas más ecológicas y con iniciativas sociales. 

Pero ¿qué son prendas sostenibles?

Para Paola Deda, de la Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas, la industria textil-confección debe mejorar sus prácticas ambientales y pensar en el bienestar de la sociedad a lo largo de la cadena de suministro: “Mientras las empresas necesitan aprender a reducir el impacto ambiental de la producción y proteger a los trabajadores, nosotros debemos aprender a escoger de forma apropiada para influenciar y cambiar el mercado”.

En Colombia, la palabra sostenible está cada vez más presente en el sistema moda, pero parece haber poca claridad frente a lo qué es una prenda verde. Desde el diseño de la prenda, es importante considerar su huella de carbono, el uso de recursos naturales requeridos en la producción, las materias primas desde la fibra, el impacto social y la posibilidad de reciclar, reusar, remanufacturar o reparar la prenda para minimizar el desperdicio y maximizar su durabilidad.

Leonie Meier, consultora de la Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas, afirma que extender la vida útil de una prenda por tan solo nueve meses podría reducir su huella hídrica en un 25 a 30%.

Algunas marcas y diseñadores se han enfocado en el uso de textiles ecológicos, pero sin propuestas de recuperación de la prenda para entrar a un ciclo circular y sin considerar otras características: ¿Es el empaque sostenible? ¿Cuál es la eficiencia en energía y agua durante la producción? ¿Cómo es la disposición final de la prenda? ¿Son los insumos sostenibles? ¿Está libre de químicos perjudiciales para salud y medioambiente? A lo largo de la cadena productiva ¿se generó un impacto positivo en las comunidades? 

Cada vez es más frecuente ver prendas confeccionadas con telas a base de botellas PET recicladas como apuesta por la sostenibilidad. Aunque es un gran avance no usar poliéster virgen (fibra proveniente del petróleo), las fibras sintéticas (recicladas o vírgenes) al ser lavadas en casa, liberan alrededor de medio millón de toneladas de micropartículas de plástico en el océano cada año. A esto se suma que las mezclas algodón-poliéster son casi imposibles de reciclar. 

El riesgo del greenwashing

Sea por desconocimiento o como incentivo de venta, empresas y marcas caen de forma frecuente en el lavado verde o greenwashing, una práctica en ocasiones difícil de identificar por parte de los consumidores.

El greenwashing se da cuando campañas de mercadeo y comunicación publicitan un producto como verde, pero en realidad este no cumple con las suficientes características o la empresa continúa generando impactos negativos sobre el medioambiente y la sociedad.

En otras ocasiones, la empresa o marca hace un esfuerzo por ser sostenible en algunos aspectos, pero no es transparente al omitir o esconder prácticas no sustentables al interior de la compañía.

Rechazar el greenwashing es también responsabilidad del consumidor quien tiene la autoridad de exigirle a las empresas y marcas a ser transparentes y coherentes: una prenda en algodón orgánico, confeccionada en una fábrica donde los trabajadores no tienen seguridad social ¿qué tan sostenible es? Si dicha prenda no cuenta con una certificación como Global Organic Textile Standard (GOTS), ¿cómo saber qué tipo de sustancias y químicos fueron implementados en los procesos de teñido y acabado? Meier afirma que en la industria de la moda son usadas más de 2.400 sustancias, de las cuales, el 30% representan un riesgo para la salud humana.

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En ocasiones una marca o empresa publicita una prenda con un acabado sostenible, pero desconoce los procesos textiles anteriores y origen de la fibra, ¿cómo garantizar la sostenibilidad del producto?

Es importante que marcas y consumidores cuestionen todo el ecosistema de una prenda. Ningún producto será 100% sostenible, pero mientras más transparencia, no solo evitará el greenwashing y, por ende, ser víctima de una posible campaña de desprestigio impulsada por la sociedad, al contrario, las marcas encontrarán consumidores de la generación Z y millennials, quienes inclinarán su decisión de compra hacia prendas verdes.

*Andrea Mejía Fajardo

*Diseñadora, periodista, magíster Ciencia Política

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