ANÁLISIS

Un futuro circular

Un estudio de Greenpeace del 2012 presentó cifras alarmantes: en el 2010 se desecharon 13,1 millones de toneladas de textiles solo en Estados Unidos: un 5,3% del total de los residuos municipales.

Andrea Mejía Fajardo*
24 de julio de 2020
| Foto: Getty Images

El Pulse of Fashion Report de 2017 estimó que el desecho del Sistema Moda en el mundo crecerá alrededor del 60% entre el 2015 y 2030, generando 57 millones de toneladas de desechos adicionales anuales, para alcanzar unos 17,5 kilos per cápita.

En Colombia se incentiva la donación de lo que ya no usamos, pero esta acción solo alarga la vida útil del producto, mas no soluciona el problema. ¿Dónde finalizan las prendas? En rellenos sanitarios, ríos, mares y bosques, causando una mayor contaminación ambiental.

El desecho textil es una problemática global que exige iniciativas por parte de las marcas, pero también políticas públicas para evitar que empresas continúen incinerando inventarios no vendidos. En el 2017, la marca inglesa Burberry quemó bolsos, vestuario y perfumes calculados en un valor de 28,6 millones de libras para evitar ser vendidos a menor precio o robados. A nivel mundial, solo el 20% del vestuario es recolectado para reúso o reciclaje.

Otro desafío es el manejo de residuos textiles sobrantes de la producción. Empresas como Nike o Coltejer trabajan en la búsqueda de alternativas para usar materiales recuperados de las líneas de producción y con estos crear nuevos productos sostenibles.

¿Puede la moda cerrar el ciclo?

Algunos emprendedores han buscado nuevas formas de producciones éticas por medio de textiles y materias primas orgánicas o producidas de forma sostenible, una manufactura con menor consumo de agua y energía, salarios dignos e incentivos para mejorar la situación social de trabajadores. Según el reporte de Ethical Consumer, el valor del mercado de prendas éticas tuvo un incremento de 19,9% en el 2018 en el Reino Unido, evidenciando una tendencia social y económica desafiante frente a la producción tradicional.

Pero ¿son prendas producidas bajo estándares sostenibles y éticos suficientes para enfrentar los desafíos del sector? La economía circular propone un modelo en el que los residuos deben ser reintegrados al sistema para ser aprovechados de nuevo; así se evitan desechos y estos se transforman, más bien, en nuevas materias primas. En otras palabras, en una economía circular no existe el concepto de desecho, porque se crea un sistema basado en la reutilización, reparación y reciclaje, para generar riqueza a partir de recursos ya existentes en el ciclo productivo.

Para Kerli Kant Hvass, investigadora PhD. del Stockholm Environment Institute, continuar con un modelo de negocio tradicional es inviable, debido al agotamiento de los recursos naturales y el aumento de la población. Kant Hvass opina que, aunque hace unos años el tema de discusión era la sostenibilidad en el sector, su ciclo finalizaba en las tiendas, pero ¿qué pasa con el producto una vez el consumo finaliza? En la circularidad es importante analizar y entender todo el proceso de un producto: desde el diseño materiales, forma de producción, uso— hasta qué pasa al final.

Archivist, una marca inglesa, adquirió 200 kilos de sábanas de algodón egipcio de un hotel de lujo en Londres, que iban a ser desechadas debido a pequeñas imperfecciones. Los fundadores de la marca vieron en estas la materia prima para sus camisas de hombre y mujer.

La marca danesa Vigga, ropa infantil, tiene un modelo por suscripción: los padres pagan un valor mensual y reciben un paquete con prendas confeccionadas en telas orgánicas. Cuando los pequeños necesitan una talla más grande, los padres devuelven las prendas y reciben un nuevo paquete. Una vez Vigga recibe el vestuario usado, bajo exigentes estándares de limpieza, las prendas son enviadas a una nueva familia.

Una innovación circular

La circularidad es un tema de discusión frecuente, pero esta aún requiere de nuevas tecnologías y materiales, grandes cambios y colaboraciones intersectoriales, un sistema productivo innovador, eficiente y competitivo con mejores prácticas ambientales, una transformación en la concepción creativa de cada prenda, además de cambios en la cultura y mentalidad de marcas y consumidores.

Colombia necesita avanzar y fortalecer la innovación e implementación de tecnologías con procesos más limpios con el fin de incentivar el reúso de materias primas y disminuir la generación de residuos textiles. Se estima que el Sistema Moda en el país podría reusar el 53% del desecho textil, pero, hasta el 2018, solo se tiene constancia del reúso del 5%.

Algunos han puesto su esperanza en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, antes Colciencias, pero para Ricardo Mejía, asesor de Gobierno Corporativo, un ministerio no hace al empresariado más innovador; es el sector privado quien debe tomar el liderazgo de estudiar nuevas fórmulas y mecanismos, mientras el Gobierno establece políticas para promover y facilitar la innovación.

Necesitamos emprendimientos y empresas que logren darle un giro a los modelos de negocio, aplicando los principios de la economía circular. Así han resultado novedosas empresas como Piñatex de España con una oferta de cueros veganos a partir de hojas de la piña o Orange Fiber de Italia, donde los desechos de los cítricos son la base para telas biodegradables. En el país, aún no se conocen iniciativas de economía circular a gran escala en el Sistema Moda. Esto abre el interrogante de si Colombia se está preparado para los retos exigidos por un mercado internacional que demanda productos sostenibles y un futuro circular.

* Diseñadora, periodista y Mg. Ciencia Política.  

Este texto hace parte de la tesis Políticas para un desarrollo sostenible del Sistema Moda en Colombia: oportunidades en la cadena de valor (Universidad de los Andes).