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En sus marcas?
La campaña por el referendo se perfila como uno de los hechos más importantes del nuevo año. ¿Cuáles son las opciones y de qué lado están las fuerzas?
El 2003 sera, como su antecesor, un año electoral. Tras su aprobación en el Congreso el gobierno de Alvaro Uribe impulsará la votación a un referendo de 18 puntos que se realizará, a más tardar, a mediados de año. Desde ya las distintas fuerzas políticas, bancadas parlamentarias y líderes de opinión están marcando su posición frente a esta nueva campaña uribista. En vez de programas de gobierno y fotos de políticos la disputa en las urnas será en torno al sí, el no y la abstención. El panorama político para el referendo se ha centrado en las primeras semanas del año en dos bloques: el gobierno y los abstencionistas. Por los lados gubernamentales la consulta se ha establecido como una prioridad de 2003, no sólo política sino también fiscal. El presidente Alvaro Uribe no ha parado de hacerle campaña a las bondades de los 18 puntos del texto que se sometería a votación. Más aún, ha liderado personalmente el tema y convocado reuniones con sus ministros y gente de confianza de la Casa de Nariño para diseñar la estrategia oficial. "El referendo no es un capricho sino una necesidad nacional, afirmó el primer mandatario. No es la panacea pero es conveniente". En esta semana las altas Cortes resumen sus actividades, por lo que el texto del proyecto de referendo entrará a ser estudiado por los magistrados de la Corte Constitucional para determinar su exequibilidad. Es el último paso que requiere el gobierno para dar oficialmente la largada a la campaña electoral. Sin embargo la Registraduría Nacional del Estado Civil madrugó y empezó el proceso de depuración del censo electoral de cédulas de personas fallecidas. Además abrió las inscripciones para los nuevos votantes. No votar En el otro extremo del espectro está la campaña a favor de la "abstención activa". Liderado por reconocidas figuras políticas, como el ex candidato presidencial Luis Eduardo Garzón, los senadores Antonio Navarro Wolff, Piedad Córdoba y Carlos Gaviria, y la alta dirigencia sindical, el llamado a la abstención ha sido producto del contenido de las propuestas del referendo. Por ejemplo, los puntos de corte fiscal que congelan los salarios de los funcionarios públicos han puesto a las centrales obreras en contra de la iniciativa. "Votar es avalar; abstenerse es evitar el harakiri", dijo Carlos Rodríguez, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la mayor organización sindical del país. Mientras tanto para el senador Navarro Wolff, quien desde la comisión primera del Senado impulsó el proyecto en sus inicios, su apoyo a la abstención nace de ver cómo la intención original de reforma política del gobierno Uribe se fue deformando a base de concesiones. "Ya dijimos que la política cambiaría con la Constitución de 1991 y mire lo que pasó. No vamos a votar por ilusiones". Sin embargo la campaña por la abstención enfrenta la negativa del gobierno de darle recursos públicos. En declaraciones radiales el ministro del Interior, Fernando Londoño Hoyos, calificó la campaña como una "pretensión moral y jurídicamente imposible". La respuesta de los abstencionistas fue inmediata. "Al Consejo Nacional Electoral le corresponde, y no al ministro o al gobierno, definir qué hacer con las distintas posiciones alrededor del referendo". Esta es una pelea crucial para los opositores ya que sin la financiación del Estado y las garantías para acceder a los medios de comunicación sus posibilidades de explicar la abstención se vería severamente limitadas. Y teniendo en cuenta los temas del referendo, esta será una campaña con altas dosis de pedagogía que dependerá de la publicidad. Además el ministro Londoño anunció que el Estado sí apoyaría a quienes impulsen el voto negativo contra las preguntas del referendo. Enviar el mensaje de que la abstención es distinta del voto negativo será una tarea dura para los opositores, cuenten o no con los recursos y el acceso a los medios. Hasta ahora sólo el líder conservador Juan Camilo Restrepo ha manifestado públicamente su voto negativo. "El referendo pasó de ser una apetitosa sopa de reformas políticas a un indigesto sancocho de pequeñas cositas", así explicó Restrepo su opción. Hacerle campaña a la abstención es, asimismo, una jugada política de la oposición. Cada pregunta del referendo tiene la opción de votar sí, no y en blanco; pero cada voto depositado suma para que la elección alcance el porcentaje requerido del censo electoral. Según la Registraduría, en la elección presidencial del pasado 26 de mayo el porcentaje de abstención alcanzó el 53,6 por ciento. ¿Cuántos votos movilizará el referendo, que no tiene el atractivo de una campaña presidencial y que, además, tiene un texto farragoso, largo y complejo? Esa es quizá la mayor preocupación del gobierno. Una cosa es que 11 millones de colombianos salgan a votar para definir el primer mandatario para los próximos cuatro año y otra, muy distinta, es que más de seis millones acudan a las urnas para definir cuestiones como el voto público de los congresistas o el endurecimiento de las causales de pérdida de investidura. Sin el gancho inicial de la revocatoria del Congreso, que a pesar de su tinte populista y antiparlamentario era taquillero, no le quedan al texto del referendo muchos temas atractivos para el votante. La expectativa se cierne ahora sobre el resultado del control de la Corte Constitucional. Congresistas de distintas corrientes dijeron a SEMANA que el punto de la prórroga de los mandatos de alcaldes y gobernadores podría caerse por vicios de trámite. Esto golpearía la campaña gubernamental y sobrecargaría en los hombros del presidente Uribe todo el peso político del referendo. Como manifestó un parlamentario uribista, "ya votamos el referendo en el Congreso y hacerle campaña en las regiones es otra historia". Con una bancada indisciplinada, un texto complejo que toma media hora leerlo, una oposición que invita a la abstención, y una sociedad poco acostumbrada a los mecanismos de participación, la estrategia del gobierno podría ser convertir el referendo contra la corrupción en un plebiscito de confianza en la figura del Presidente.