Enfoque
30 años de la Constitución: “La reelección fue una reforma corrupta y destructiva”, Iván Marulanda
El senador, sobreviviente del exterminio del Nuevo Liberalismo e integrante de la Asamblea Constituyente, recordó para SEMANA aquellos días en que se redactó la nueva carta política de la nación.
SEMANA: ¿Qué recuerda de aquel 1991, el año de la Constituyente?
Iván Marulanda: Que Colombia estaba medio muerta y resucitó.
SEMANA: ¿Cómo llegó a la Constituyente?
I.M.: Inscribimos por firmas la lista que encabecé con el apoyo de compañeros del Nuevo Liberalismo. La denominamos Nueva Colombia.
SEMANA: ¿Dudó en participar?
I.M.: Ni un instante. Sabía que tenía que estar ahí. De hecho, en la sesión del Senado del 14 de diciembre del 89, como consta en el acta, cuando se hundió la reforma constitucional que habíamos construido e impulsado desde el Nuevo Liberalismo con el presidente Virgilio Barco, dejé una constancia diciendo que solo la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente haría posible rescatar a Colombia del abismo. La lucha que adelantamos con Luis Carlos Galán y Rodrigo Lara tenía como fin último la transformación de la sociedad colombiana y, claro está, la ampliación y modernización de la democracia. Habíamos concebido esa reforma constitucional, pero tocó hundirla porque a última hora la envenenaron en la Cámara fuerzas políticas aliadas con las mafias del narcotráfico. Fue doloroso, era profunda. Pero al fin de cuentas marcó la ruta hacia la Constituyente.
SEMANA: ¿Cómo fueron las sesiones de la Constituyente?
I.M.: Interminables. Trabajamos día y noche. El tiempo era corto para la tarea inmensa de hacer la Constitución. El recinto estaba iluminado con luz artificial, en alguna ocasión cuando nos servían en la mesa de plenarias un plato de comida, le pedí por el micrófono al presidente el favor de informarnos si era el desayuno, el almuerzo o la comida. Había momentos en que perdíamos la noción del tiempo, no sabíamos si era de noche o de día.
SEMANA: ¿Qué constituyentes recuerda más?
I.M.: A todos. Fueron personas extraordinarias en su sencillez y en su compromiso. Con mi compañero de pupitre, Alfonso Palacio Rudas, nos divertimos cada instante en nuestra camaradería y nuestra complicidad.
SEMANA: El tema álgido fue la extradición. ¿Cómo fueron esos debates?
I.M.: Para mí fueron de agonía. En ese despeñadero habían asesinado a Galán y Lara, mis compañeros. Siempre supe que no había nada qué hacer, el país estaba aterrorizado, los narcos tenían secuestradas a varias personas, mataron al exministro Enrique Low Murtra en las calles de Bogotá por esos días y amenazaron a los constituyentes. Yo pedí votación secreta para protegerles la vida. Fui el único delegatario que votó en voz alta en favor de la extradición. El resultado es bien conocido: votamos pocos por mantenerla.
SEMANA: ¿Hubo presiones para eliminar la extradición?
I.M.: El terror invadía el recinto. Los oradores que pidieron eliminar la extradición no mostraron argumentos sino miedos, en algunos casos era evidente que hacían el mandado.
SEMANA: ¿Fue acertada la decisión de abolir la extradición?
I.M.: Para el registro de la historia, habrá que reconocer que los poderes públicos, empezando por el ejecutivo, se arrodillaron a los designios de la delincuencia. El Estado se humilló ante el poder del narcotráfico. Desde ese ángulo, el capítulo es negro. Por lo demás, la extradición terminó siendo una especie de paseo de narcotraficantes a la lavandería.
SEMANA: Para un sobreviviente del Nuevo Liberalismo, ¿fue difícil pronunciarse sobre la extradición?
I.M.: Para mí lo más doloroso y demoledor había sido llevar a mis amigos al cementerio. Comparado con eso, lo que vino después fue menor. Lo observé con estoicismo y con cierta sonrisa de desprecio y amargura.
SEMANA: ¿Qué temas curiosos se trataron en la Constituyente?
I.M.: Por lo que a mí toca, llevé a la Asamblea dos temas que sorprendieron y algunos se sonrojaron: el derecho de la mujer a la libre elección de la maternidad y “el derecho a la muerte digna. Hoy son pan de cada día.
SEMANA: En aquellos días muchos colombianos estaban pendientes de la decisión de los constituyentes sobre el divorcio…
I.M.: Sí, los colegas conservadores de la Comisión Quinta resistieron sin ganas cuando lo discutimos. Como para que constara…
SEMANA: Treinta años después, ¿cuáles fueron los principales avances de la Constitución?
I.M.: La Constitución del 91 está virgen aún. El poder político, después de la Asamblea hasta nuestros tiempos, lo han tenido en el puño las fuerzas tradicionales que siguen viendo el Estado y la sociedad igual a como se veía antes de la Constituyente. Son fuerzas anacrónicas que con la Carta de 1886 tenían y les sobraba. Siguen gobernando a punta de garrote. Pero el día que cambie de manos el poder político en Colombia, el país por fin entrará al siglo XXI. La Constitución del 91 es caja de herramientas, es fuente de inspiración y creatividad para construir civilización. Necesita operadores que miren adelante, no atrás.
SEMANA: ¿Qué piensa de las más de 30 reformas que en 30 años le han hecho a la Constitución?
I.M.: Han sido arreglos de sastrería para tratar de ajustarla a intereses de grupos de poder, pero la quinta esencia de la Constitución no la han tocado, no han podido, o no se han dado cuenta que está ahí. Igual, tampoco la han desarrollado, por eso aún no tenemos la nación con la que la mayoría de los colombianos soñamos.
SEMANA: ¿La reelección presidencial fue una mala reforma a la Constitución?
I.M.: Fue un acto legislativo corrupto y destructivo.