Nación
Dos décadas del horror que manchó de sangre a Aracataca, la tierra del nobel
La tierra de Gabriel García Márquez escribió con dolor uno de los capítulos más violentos de la historia colombiana.
Marzo es un mes importante para Aracataca, Magdalena, el 6 de marzo de 1927 nació en su territorio, quién años después le dio el orgullo a Colombia de tener su primer Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez. La tierra que tiene la magia y de los relatos del caribe, también ha sido cuna de violentas escenas que se escribieron durante los años más violentos del país.
Un 27 de marzo de 2003, mientras García Márquez publicaba el libro de memorias Vivir para contarla, en zona rural de Aracataca se vivía un suceso de horror. La entonces guerrilla de las Farc, le tendían una trampa a militares que velaban por la seguridad de lo viajeros que transitaba por las vías del municipio. Los encerraron en un campo minado y activaros los explosivos, como si fuera poco a los que sobrevivieron les dispararon con tiros de gracia, más de una decena de personas murieron en el lugar.
En medio del fuerte ataque en el que se emplearon armas prohibidas por el derecho internacional humanitario murió un oficial, un suboficial y nueve soldados, algunos de ellos asesinados con tiros de gracia mientras requerían ayuda.
El Ejército Nacional, por medio del Departamento Jurídico Integral y el Grupo de Memoria Histórica de la Primera División, recordó que este lunes se cumplió el vigésimo aniversario del fatídico hecho que acabó con la vida de once militares a manos de por lo menos cien guerrilleros de las extintas Farc.
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Era muy temprano en la mañana, aproximadamente las 6:30 y los uniformados adscritos al programa de Seguridad en Carreteras Nacionales – Plan Meteoro, del Batallón de Infantería Mecanizado N.° 5 General José María Córdova, recibieron un llamado de alerta, pasajeros de buses habían sido retenidos en contra de su voluntad. La Farc habían interceptado y secuestrado a las personas que se movilizaban en dos vehículos sobre la troncal de Oriente, uno de la empresa Copetrán, y el otro, de transporte de carga, ambos ingresados en dirección a la Sierra Nevada de Santa Marta, con sus respectivos ocupantes.
Este ataque fue perpetrado por guerrilleros pertenecientes a la Cuadrilla 19 José Prudencio Padilla, del Frente Oriental Martín Caballero, mientras los soldados desarrollaban maniobras de rescate de un grupo de secuestrados en área rural de este municipio. Los militares fueron atacados con artefactos explosivos improvisados y ráfagas de fusil en el sector conocido como Casa Amarilla, vereda El Cenizo, zona rural de Aracataca, Magdalena.
Tras recibir la información, el grupo de militares inició el desplazamiento en búsqueda de los secuestrados, pero al llegar a la zona conocida como Casa Amarilla, fue atacado por los guerrilleros, quienes tenían un área preparada de al menos 200 metros con artefactos explosivos improvisados, los cuales activaron al paso del convoy militar; acto seguido fueron atacados en estado de indefensión con ráfagas de fusil y ametralladora, infringiendo el derecho internacional humanitario.
Fue un ataque desmedido. Las víctimas mortales fueron el subteniente Elías David Rivera Villarreal, oriundo de Soledad, Atlántico; el cabo primero Jordan Ibargüen, de Jumbo, Valle; los soldados Arbelio Torres, de San Pedro, Sucre; William Vergara Padilla, de Turbo, Antioquia; Remberto Coronado Arreiza, de Caucasia, Antioquia; Fernando Madrid, de Necloclí, Antioquia; Jorge Enrique Yepes Insignares, de Barranquilla; Jesús Zambrano Martínez, de Bucaramanga; Gustavo Flórez, de Curumaní, Cesar; Abel Bermúdez Mejía, de Ciénaga, Magdalena, y Luis Guillermo Bonil, de Santa Marta.
El dolor que siente la familia de un uniformado que ofrendó su vida por la de otros y que ni siquiera puede ver su cuerpo en el féretro es inexplicable. Marlene Insignares Reyes, madre del soldado Jorge Enrique Yepes Insignares, recuerda que ese día la noticia fue recibida telefónicamente por su hijo menor. “No sabíamos qué hacer. Parecían mentiras. Es la hora, y siento que mi hijo no está muerto. A él lo reconocieron porque la parte donde estaba el apellido quedó intacta y en su bolsillo tenía la billetera con sus documentos. Fue un proceso muy fuerte porque Medicina Legal nos lo entregó a los 7 meses en un cajón sellado”, cuenta en medio de su dolor.
Los primeros vehículos en los que se transportaban los soldados fueron destruidos con los artefactos explosivos improvisados que habían sido enterrados en la carretera. “Ellos se tiran para buscar donde ampararse, pero había otra mina, eso explota y mueren varios junto con mi hijo”, narra la señora Marlene, la misma mujer que ya empieza a tener perdida de memoria por su edad, pero que asegura que algo que jamás se borrara en su mente es el capítulo de la vida de su hijo, el mismo al que reconoce como un héroe de la Patria.
El Ejército nacional, con el objetivo de honrar, exaltar y dignificar la memoria de los soldados víctimas del conflicto y que dejaron hace 20 años su vida en ese campo, realizó un acto conmemorativo y una eucaristía en el lugar de los hechos, “en homenaje al sacrificio, arrojo, entrega y valentía, así como a sus familias. Sus legados permanecen en la memoria de cada hombre y mujer que integra la Fuerza y del pueblo colombiano, contribuyendo a la memoria histórica como medida de verdad y no repetición”, dijo la institución.
Aunque han pasado varios años, llama la atención que la historia se sigue repitiendo, a pesar de tener un proceso de paz de por medio que dio un segundo nobel, esta vez de paz por haber firmado un acuerdo con la extinta guerrilla de las Farc, el afán de las disidencias de la misma por tener el control de los territorios y el enfrentamiento con otros grupos delincuenciales, han hecho que cada los campos minados no desaparezcan del país.